Ciencia

“Brindaré con un Ribera del Duero si alguna vez encontramos vida extraterrestre”

El poeta, científico y divulgador Carlos Briones publica el libro “¿Estamos solos?” (Ed. Crítica), tal vez la la obra más completa sobre la búsqueda de vida en otros planetas.

Cualquiera que haya conversado alguna vez más de cinco minutos con Carlos Briones sabe lo fácil que resultaría convertirse en miembro de su club de fans. No solo es la persona que mejor representa la unión de las sensibilidades científica y literaria; sus charlas sobre astronomía y arte han marcado una especie de estándar de la calidad de una conferencia. Además de poeta laureado y divulgador incansable, Carlos es uno de los científicos españoles más brillantes. Ahora acaba de publicar en editorial Crítica su obra más ambiciosa, “¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el Cosmos”, un compendio del conocimiento acumulado todos estos años como investigador en el Centro de Astrobiología (CAB-INTA-CSIC) y un verdadero disfrute de lectura. Charlamos con él una fría mañana de diciembre, con mascarilla y con ganas de distraer la mente hablando de marcianos.

Los japoneses se acaban de traer un saco de arena de un asteroide a 300 millones de kilómetros, y los chinos un trozo de la Luna: ¿vivimos ya en un mundo de ciencia ficción?

Vivimos en el mundo de ficción que tantos autores soñaron. Y en casos como éstos la realidad es aún más espectacular que lo previsto por aquellos escritores y cineastas. En el caso de Hayabusa 2, lo que ha extraído del asteroide Ryugu ha sido algo menos de un saco: concretamente, 5,4 gramos. Pero eso supone 50 veces más de lo que estaba previsto conseguir, así que el éxito ha sido total.

Si no se hubiesen investigado bacterias en fuentes termales, no se habría desarrollado la tecnología de la PCR

¿Qué es lo que le gustaría encontrar en esa muestra de arena del asteroide?

Cuando ese material sea analizado me gustaría que se encontrara gran variedad de materia orgánica, incluyendo biomoléculas clave para el origen de la vida como las que se han podido caracterizar en los meteoritos de tipo “condrita carbonácea” llegados a nuestro planeta. También espero que haya muchas moléculas de agua, y que al estudiar la relación entre los isótopos de su hidrógeno se puedan aportar nuevos datos para intentar responder a esa vieja pregunta: ¿qué fracción de cada vaso de agua que bebemos es extraterrestre?

Habrá quien se pregunte qué utilidad tiene buscar bichitos extremófilos en los confines del mundo…

Esa es una pregunta lógica ya que buena parte de la investigación sobre el origen de la vida, los extremófilos o la búsqueda de vida extraterretre se realiza con fondos públicos, es decir, con los impuestos de los contribuyentes. Pero dicha inversión merece la pena, sin duda. Así, sin el trabajo que en 1965 realizó un microbiólogo de Cleveland llamado Thomas D. Brock en una fuente termal del Parque Yellowstone no se habría desarrollado la tecnología de la PCR, que entre otros miles de usos es el mejor sistema de diagnóstico para la COVID-19. Y, mirando más cerca, sin la investigación realizada desde 1992 en las salinas de Santa Pola por un microbiólogo de Elche, nuestro querido Francis Mojica, no se habría podido inventar la tecnología de edición genética CRISPR-Cas, que acabará revolucionando la medicina. Dejando aparte la cuestión de a quién se concedió el Premio Nobel en este caso y en el de la PCR, ambos ejemplos nos enseñan que en realidad no existe la “ciencia básica” y la “ciencia aplicada”… sino la ciencia, sin adjetivos, que encontrará aplicaciones antes o después.

La exobiología suena a ciencia muy moderna, pero responde a una pregunta muy antigua…

Realmente, la exobiología (que actualmente preferimos llamar astrobiología) intenta responder a una de las primeras preguntas que los humanos pudieron hacerse cuando miraron al cielo estrellado: ¿estamos solos? Y, a día de hoy, aún no conocemos la respuesta.

Respecto al “¿de dónde venimos?”, si el último apellido de todos los seres vivos es “De Luca”, ¿nos lo podemos añadir en las tarjetas de presentación?

Sería lo más lógico desde el punto de vista filogenético, ya que toda la biodiversidad actual (incluyendo nuestra especie) proviene de ese antepasado común que llamamos LUCA (del inglés Last Universal Common Ancestor). Además, terminar con “De Luca” nuestro extenso listado de apellidos nos daría un toque elegante y misterioso, como de antiguo aristócrata italiano con una larga historia que contarnos.

“El último apellido de todos los seres vivos es De Luca, como un antiguo aristócrata italiano”

Si la vida eucariótica es fruto de una indigestión, ¿hay que tener cuidado estas navidades?

En efecto, la aparición de las células eucariotas responde a una serie de “indigestiones celulares” producidas hace unos 2.000 millones de años, que acabaron originando el núcleo (proveniente de una arquea) y las mitocondrias (que inicialmente eran bacterias). Gracias a eso, a lo impredecible que es la evolución, estamos aquí. Pero en eucariotas pluricelulares hechos y derechos como nosotros, las indigestiones suelen ser mucho menos creativas… sobre todo en navidad.

Usted, que es poeta: ¿los virus son los versos sueltos de la vida?

Sí, esa imagen me gusta mucho y la he usado algunas veces. Aunque están escritos en el mismo idioma que los genomas celulares, que serían los poemas, los virus son versos que en cierta medida “van por libre” y siguen sus propias reglas: pueden mutar mucho más e intercambiar genes o palabras entre distintos hospedadores.

“El SARS-CoV-2 es un verso suelto que encaja muy mal en el ‘poema’ humano”

Siguiendo con la metáfora, el SARS-CoV-2 ¿qué tipo de verso es?

Es un verso que hemos visto saltar de un poema a otro a tiempo real. Aún no sabemos de cuál provenía, pero en el poema humano está encajando muy mal: tiene una métrica y una rima que no cuadran, suena extraño, como ocurriría con un dodecasílabo que intentara hacerse hueco en un soneto. Por eso produce tantos efectos en distintos órganos y genera procesos inflamatorios descontrolados. Y además se mueve con facilidad entre humanos con y sin síntomas, lo que ha provocado esta pandemia. Las vacunas están empezando a enseñar a los sonetos cómo eliminar ese verso suelto en cuanto lo detecten. Y con el tiempo se convertirá en un endecasílabo más, adaptado a nuestra especie y menos virulento.

¿Por qué no hay más bacterias cuadradas? ¿La evolución tiene algo que aprender del Ikea? 

Hay muchos tipos de morfologías celulares, aunque en los microorganismos dominan las geometrías más o menos esféricas porque proporcionan una serie de ventajas. Las matemáticas mandan. Pero se conocen algunos con formas poligonales, y mi favorito es de nuevo un extremófilo: la arquea halófila extrema Haloquadratum walsbyi, que vista al microscopio es un cuadrado plano como si fuera un sello de correos. En cualquier caso, la biología es menos de Ikea que la geología

“La vida es una ‘guarrada’ que lo impregna todo”

Cada vez que mandamos algo al espacio tenemos que esterilizarlo a conciencia para no contaminar otros mundos. ¿La vida es una guarrindongada?

¡Ja, ja! En un planeta vivo como el nuestro, la biología lo impregna todo. Los microorganismos lo han colonizado casi por completo, y cualquier superficie que ha estado en contacto con nosotros queda tapizada por una microbiota similar a la que forma parte de nuestro cuerpo. La vida puede considerarse una guarrada, sí, y ahí está parte de su gracia. Pero, de cara a la exploración espacial, esto requiere limpiar y esterilizar a conciencia las naves que se envían a otros planetas o satélites en los que podría haber vida endógena, para no contaminarlo con “la nuestra”. A eso se dedica una disciplina muy interesante llamada “protección planetaria”.

Hay quien sostiene que nosotros somos un episodio de contaminación… 

Dentro de los eucariotas, pluricelulares, animales, cordados, primates y homínidos… sí, cuando surgió nuestra especie comenzó a comportarse como un “contaminante” que lenta pero inexorablemente fue colonizando y alterando todos los ecosistemas. Y así le va a nuestro pobre planeta.

Si la “panspermia molecular” fuera cierta y a través de ella han llegado los ingredientes de la vida, ¿somos entonces el producto de un “Master Chef” planetario?

La vida pudo surgir porque tenía a su disposición compuestos originados en nuestro propio planeta, gracias a las reacciones de química prebiótica producidas en gran número de ambientes diferentes. Pero a esa sopa prebiótica también contribuyeron otros ingredientes que habían ido llegando a bordo de la ingente cantidad de meteoritos y núcleos comentarios que cayeron sobre la Tierra primitiva. Un repertorio de moléculas orgánicas, agua, fuentes de energía…y a jugar.

“La Evolución es un cocinero ciego que trabaja sin receta previa, pero tiene tres estrellas Michelín”

¿Qué nota le pondría al cocinero?

Tres estrellas Michelín, sin duda, no hay más que contemplar la biodiversidad que nos rodea y la red de interacciones que la mantienen. Es que ese cocinero tiene varias ventajas: trabaja sin una receta previa ni un diseño preconcebido, improvisa constantemente, utiliza todos los ingredientes que van cayendo a su alcance, se equivoca, se adapta a los cambios que se producen en su cocina…y es ciego. Se llama Evolución. 

Hace poco se estrelló en la Luna un cargamento de tardígrados, ¿cómo de real es el peligro de contaminar de vida otros planetas?

Si, la sonda israelí Beresheet fue un fracaso y se estrelló contra la superficie lunar a mediados de 2019. Luego supimos que uno de los paquetes que transportaba contenía miles de tardígrados deshidratados, en condiciones de “vitalidad suspendida”. Estos maravillosos animalitos resisten condiciones muy extremas: ¿podrán estar ahora mismo viviendo en la Luna? Si algo parecido se hiciera en lugares donde puede haber formas de vida endógena, como Marte, Europa o Encélado, supondría su alteración irreversible. La bioética (e incluso la geoética) han de estar muy presentes en esta nueva época dorada de la exploración espacial.

“Un vertido de tardígrados en Marte, Europa o Encélado supondría su alteración irreversible”

¿Le preocupa que ahora mismo haya una familia de tardígrados planeando la destrucción de la Tierra?

¡Ja, ja! Como en la mítica serie de televisión V que tanto miedo nos daba de pequeños, ¿verdad?, con los extraterrestres ocultos detrás de la Luna y preparados para atacarnos… Afortunadamente, estos ositos de agua son mucho más pacíficos que aquellos lagartos.

¿Cuánto daño han hecho a su campo de investigación los programas sobre marcianitos y platillos volantes?

Por una parte, la imaginación y la creatividad son ingredientes fundamentales para la investigación. El problema está en quienes confunden esos sueños con la realidad y creen que realmente nos han visitado los extraterrestres. Hay una larga tradición de pseudociencias y manipulaciones en relación con estos temas, que ya no resultan dañinas pero sí terriblemente aburridas.

Sin embargo, a la ciencia ficción sí le debemos mucho…

En mi opinión es fundamental como uno de los campos más creativos de nuestras manifestaciones culturales. Siempre me ha interesado la ciencia ficción (mucho más que la fantasía sin más) y en mis libros y charlas utilizo con frecuencia referencias de este campo. Es difícil no emocionarse, y no plantearse cuestiones científicas de calado, leyendo por ejemplo a Isaac Asimov, Ray Bradbury, Kim Stanley Robinson o Andy Weir.

Sin el radiotelescopio de Arecibo, ¿la Tierra se ha quedado tuerta de un ojo?

En efecto, lamentablemente desde el 1 de diciembre nuestro planeta está tuerto de un ojo. Como dijo Neil deGrasse Tyson poco después del colapso de este mítico radiotelescopio: “Esto es lo que ocurre cuando los extraterrestres descubren que les estás escuchando. O, por el contrario, quizá sea lo que pasa cuando un país cede en su impulso para liderar la ciencia mundial”. En cualquier caso nos quedan otros de los utilizados hasta ahora por el Proyecto SETI, y también el conocido como “Ojo celestial”: el Five-hundred-meter Aperture Spherical radio Telescope (o FAST), construido en China en 2016 y con una antena colectora de nada menos que 500 m de diámetro. Por tanto, mantenemos opciones para comunicarnos con otras civilizaciones tecnológicas, si las hay, pero hemos perdido el mayor radar del mundo… y además siempre echaremos de menos esas escenas de Contact con Jodie Foster junto al radiotelescopio de Arecibo.

"Sin el radiotelescopio de Arecibo, nuestro planeta se ha quedado tuerto de un ojo"

Por cierto, si el 99% de los humanos no comprenden el mensaje Arecibo que hemos enviado a los extraterrestres, ¿qué posibilidades hay de que nos entiendan?

Pues creo que muy pocas, realmente. Eso sí, si lo decodifican querría decir, entre otras cosas, que saben matemáticas, conocen la tabla periódica, tienen imaginación y están sobrados de paciencia. No es mal comienzo para empezar a hablar, ¿verdad?

Una vez me dijo Jill Tarter que tenía una botella de champán en la nevera para el día en que se descubriera vida extraterrestre. ¿Qué tiene preparado usted?

Nuestra admirada Jill hace muy bien teniendo ese champán en su nevera, pero deberá renovar la botella de vez en cuando. Yo soy más de un Ribera del Duero gran reserva mantenido en bodega, que podrá aguantar mejor el tiempo necesario hasta que tengamos que descorcharlo, decantarlo y brindar por el descubrimiento.

Todo lleva a pensar que jamás coincidiremos en el espacio y el tiempo con otras civilizaciones. Nos beberemos el champán o el vino solos, ¿no es un poco deprimente?  

En efecto, puede que no estemos solos… pero sí demasiado lejos. O quizá haya un desfase temporal entre nuestra civilización y otra con la tecnología necesaria para captar y emitir señales de radio. ¿Cuántos mensajes podremos haber dejado sin responder si esos pulsos de radiación electromagnética llegaron a la Tierra cuando Homo antecessor se paseaba por la sierra de Atapuerca, o durante la construcción del Partenón, o mientras Beethoven estaba peleándose con su metrónomo?

Por ahora, la tecnología solo nos permite un viaje de ida a otros planetas, ¿a quién mandaría usted?

Si el viaje fuera de ida y vuelta, sin duda la primera vez enviaría a un grupo de valientes ingenieros, científicos y otros profesionales necesarios en esa aventura. Pero si el billete es solo de ida, y a un planeta sin vida que no haya problema en contaminar, mandaría a algunos políticos nocivos, opinadores tóxicos y otras personas malvadas que tengo en mente.

Nuestra generación tuvo a Carl Sagan y la de ahora tiene a Elon Musk, ¿qué le parece el cambio?

Es curioso, ¿verdad? Ambos grandes visionarios y obsesionados con el espacio. Uno y otro, capaces de hacernos soñar. Cráneos privilegiados. Pero hemos pasado del físico que nos mentalizaba para compartir y cuidar este punto azul pálido…a otro que está a punto de ser la persona más rica del mundo. Del elegante poeta del Cosmos a un insaciable empresario planetario.

“Entre los humanos que viajen a Marte alguno tendrá que hacer de youtuber a tiempo parcial”

¿Cree que ha nacido ya el youtuber que viajará a Marte?

Sin duda, ya han nacido las primeras personas que pisarán Marte. Cuando llegue el momento habrá que escoger entre los mejores científicos, ingenieros, médicos, psicólogos, sociólogos… y probablemente alguno de ellos será además youtuber a tiempo parcial. Los vídeos de los primeros y últimos ocho meses de la misión serán más aburridos, pero los emitidos desde el planeta rojo no hay que perdérselos. Eso sí, recordemos que siempre faltan veinte años para la primera misión tripulada a Marte, así que tengamos todos paciencia. 

Por último, ¿se confirma ya que ha sido usted el que ha llenado el planeta de monolitos para promocionar su libro?

No sólo eso: también inyecté fosfano en la atmósfera de Venus durante un par de semanas de septiembre, coincidiendo con la publicación de mi último libro, para que tuviéramos que hablar sobre la posible presencia de vida allí… Por cierto, qué cutre es esta pandemia de monolitos, sus ansiosos fabricantes ni siquiera parecen haber visto el comienzo de 2001: Una odisea del espacio. ¡Si Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick levantaran la cabeza!

* Para más información: “¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el Cosmos”. Editorial Crítica, 2020

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