La manera en que los humanos caminamos y balanceamos los brazos ha sido bien estudiada por la ciencia. Los movimientos recíprocos y alternativos de cada brazo, en posición extendida, se producen de forma natural al transmitirse el momento angular de ambos internamente, a través del tronco. Sin embargo, cuando nos ponemos a correr, la posición de nuestros brazos cambia. Ya no avanzamos con ellos extendidos, sino ligeramente flexionados y el antebrazo en posición horizontal.
¿Por qué se produce esta diferencia? ¿Existe alguna ventaja mecánica o de trasferencia de energía que haga más eficiente correr con los codos flexionados? El equipo de Andrew K. Yegian, de la Universidad de Harvard, aborda la cuestión en un trabajo que se publica este miércoles en la revista Journal of Experimental Biology. “Sorprendentemente”, apuntan los autores, “la razón de esta diferencia ha sido poco estudiada”. “Intuitivamente”, añaden, “doblar el brazo al correr acorta su longitud, reduciendo así su inercia rotacional y haciendo más fácil y menos costoso el balanceo, especialmente durante la carrera en la que la frecuencia de balanceo es rápida y la rotación de los músculos en el hombro es grande”. Sin embargo, argumentan, reducir la longitud efectiva del brazo debería ser beneficiosa tanto al caminar como al correr, así que debe existir un mecanismo específico para la marcha que justifique esta diferencia.
Los autores del trabajo partieron de la hipótesis de que existe una compensación mecánica entre la articulación del hombro y la del codo. Al flexionar el codo, predijeron, los músculos que lo sujetan al hombro están menos retorcidos y el resultado es un ahorro de esfuerzo que mejora el rendimiento. Para comprobarlo, hicieron correr y caminar a ocho sujetos con los brazos en distintas posiciones y registraron los movimientos mecánicos y el consumo de oxígeno.
Los autores hicieron correr y caminar a ocho sujetos con los brazos en distintas posiciones
El resultado indica que, efectivamente, doblar el codo reduce el retorcimiento del hombro y carga más fuerza sobre el codo. En cuanto al consumo de oxígeno, doblar el brazo incrementó un 11 por ciento al caminar, lo que apoya su predicción de que sería poco eficiente mantener el brazo doblado durante la marcha. Sin embargo, durante la carrera no se apreciaron diferencias de consumo de oxígeno entre quienes llevaban los brazos estirados y quienes corrían con ellos doblados. De modo que los autores concluyen que llevar los brazos extendidos al caminar es el resultado de una optimización de recursos energéticos, mientras que el motivo por el que corremos con ellos flexionados sigue sin explicación. Al menos desde el punto de vista biomecánico, porque desde el punto de vista estético, no cabe duda de que correr con los brazos estirados nos da un aspecto bastante ridículo.
Referencia: Straight arm walking, bent arm running: gait-specific elbow angles (Journal of Experimental Biology, 222, jeb197228)
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