Es sábado por la mañana y en una pista al aire libre de la localidad malagueña de Coín tres chavales juegan al baloncesto. Uno de ellos es José, que sonríe animoso mientras entra a canasta o se abre paso para ‘robar’ un balón a sus compañeros. Hace solo unos meses las cosas eran muy diferentes para él. Apenas podía salir de casa porque los ataques epilépticos eran cada vez más frecuentes. Se quedaba súbitamente sin fuerza, en cualquier circunstancia, y en uno de los últimos episodios se cayó por las escaleras de casa y se abrió la cabeza. “Antes me daban muchos mareos y estaba en casa encerrado”, explica el joven de 17 años. “Ahora ya puedo salir con mis amigos y estoy mucho mejor”.
La diferencia entre su estado actual y el anterior está en una operación realizada en el verano de 2018 en el Hospital Regional Universitario de Málaga que se ha dado a conocer este MARTES. Una operación que hace unos años, según los propios médicos, habría sonado a ciencia ficción. Porque a José le han extirpado el foco epiléptico y el tumor que lo provocaba a pesar de que se encontraban en una zona elocuente, es decir, un área del cerebro donde reside una función tan importante como el lenguaje y que los cirujanos habitualmente no tocan para no dejar al paciente sin habla o capacidad de comprensión. Para conseguirlo, el equipo médico utilizó la estimulación eléctrica para forzar el traslado de la función del lenguaje de un hemisferio a otro de su cerebro y poder operar sin causar daño.
El equipo utilizó la estimulación eléctrica para forzar el traslado de la función del lenguaje de un hemisferio a otro
Este es el segundo centro de España en el que se aplica la técnica de plasticidad inducida diseñada por el equipo del doctor Juan Antonio Barcia en el Hospital Clínico de Madrid para operar tumores que afectan a zonas elocuentes. Su estrategia pionera consiste en colocar una manta de electrodos sobre el cerebro del paciente tras una primera operación y después estimular las áreas funcionales durante varias semanas para “obligar” a otras áreas del cerebro a asumir las funciones y “despejar” la zona. Una vez que el área donde está el tumor no alberga función, se puede retirar el máximo de tejido sin provocar secuelas. “Se trata de obligar al cerebro a buscar un cauce alternativo”, explica Pedro Serrano, jefe de Neurología del hospital de Málaga, quien promovió la aplicación de la técnica en este caso. “Aquí, el cerebro de José ya había empezado a desarrollar un área suplementaria del lenguaje en el hemisferio derecho, es decir, que la propia naturaleza habría empezado a buscar la solución. Nosotros lo único que teníamos que hacer era ayudarle un poco a acelerar ese proceso”.
Un historial complicado
Hasta los 6 años José era un niño sano, pero un buen día sus padres empezaron a notar que le fallaba una pierna. “Lo que notamos fue que parecía que se caía mientras jugaba con sus hermanas”, explica su padre, José Quintana. “Al principio pensábamos que tropezaba y luego vimos que le fallaba la pierna de golpe y porrazo y no podía apoyar”. Era el verano de 2008 y comenzó entonces un periplo que les llevó de médico en médico hasta el neurólogo y de allí a la resonancia magnética en la que se detectó que José tenía un tumor cerebral. “Se decidió intervenir y ya nos avisaron de que no podían asegurarnos que pudieran hacer una resección total del mismo”, explica Quintana. Por suerte se trataba de un tumor disembrioplástico neuroepitelial, relativamente “benigno”, pero su ubicación en la zona del lenguaje impidió eliminarlo del todo.
Un año después de la operación, cuando todo parecía haber pasado, el tumor empezó a crecer y a manifestar de nuevo su presencia. Aparecieron las crisis epilépticas, no en su forma compulsiva, sino en forma de desvanecimientos que hacían que el chico se quedara sin fuerzas y cayera al suelo. “Al principio las crisis eran fallos mecánicos de la pierna”, explica su padre. “Luego ya eran crisis en las que él se desplomaba; se quedaba sin movimiento y donde le pillaba se caía”. “Cuando en una lesión de ese tipo vuelven a aparecer significa que ese resto de tumor seguramente está creciendo”, asegura el cirujano Bienvenido Ros, que operó al chico en la primera ocasión y ha hecho un seguimiento del caso todo este tiempo. Dado que las crisis empezaron a ser más frecuentes y que no respondían al tratamiento, él y su equipo se plantearon una segunda operación, pero al tener 12 años se hacía imposible hacerlo con él despierto, lo que habría permitido resecar una parte mayor del tejido tumoral.
“Lo que queríamos evitar a toda costa es una cirugía con daño del lenguaje”
“En esta situación hicimos una resonancia y vimos que parte del lenguaje había pasado al otro hemisferio de forma natural”, recuerda Ros. “Y empezó a surgir la idea: ¿pasará todo el lenguaje al otro hemisferio? Porque en tal caso el riesgo se reducía, y lo que queríamos evitar a toda costa es una cirugía con daño del lenguaje”. En aquel momento se había incorporado al equipo del hospital el doctor Serrano, con una amplia experiencia en casos de epilepsia. “Cuando yo lo conocí, la situación del paciente había empeorado, el tumor había crecido, se había extendido a zonas adyacentes y la epilepsia seguía siendo refractaria”, recuerda “Yo conocía el trabajo del doctor Barcia y de Antonio Oliviero y nos pareció que, si esto habría tenía visos de ser realidad en pacientes adultos, con más motivo nosotros podríamos intentar hacer algo parecido en un paciente de 17 años".
Plasticidad inducida con electrodos
El protocolo aplicado a los pacientes de Barcia en el Hospital Clínico se adaptó esta vez a un sujeto más joven, con mayor plasticidad cerebral. Para evitar complicaciones, se diseñó para que la rehabilitación con la manta de electrodos durara solo entre 7 y 10 días. “Al final de esta semana nos encontramos con que toda la zona del lenguaje que estaba radicada en el hemisferio izquierdo estaba ahora en el hemisferio derecho”, asegura el doctor Serrano. “El área de Wernicke del hemisferio izquierdo ya no existía: ya se podría operar”. La operación se llevó a cabo con éxito y José no tiene ni tumor ni crisis epilépticas, aunque sigue medicándose por precaución.
“El resultado final es muy satisfactorio, estamos muy contentos”, asegura Guillermo Ibáñez, jefe de la sección de adultos de Neurocirugía que ha liderado esta segunda operación. “Está sin crisis y pudimos acometer una resección completa del tumor, comprobado con resonancia posquirúrgica. Si no hubiera habido esta alternativa, habríamos vuelto a dejar tumor y habría podido reactivarse con el tiempo y tal vez malignizarse”, apunta. “Lo que hemos hecho es intentar preservar la función del lenguaje a toda costa y al mismo tiempo quitarle la lesión que causaba las crisis”, añade el doctor Ros. “Le hemos hecho una cirugía completa, sin déficit del lenguaje y le hemos quitado las crisis epilépticas”, asegura la doctora Victoria Fernández, la neurofisióloga que participó en la intervención. “Le hemos ofrecido una vida mejor, porque ahora no tiene crisis epilépticas y habla bien, cosa que no estaba muy segura si no hubiésemos hecho este procedimiento”.
Una esperanza para otros casos
Lo más interesante no es solo que la técnica aplicada por el doctor Barcia haya tenido réplica en un nuevo centro, sino que podría ser especialmente útil en pacientes con epilepsia. Para el doctor Serrano, este tipo de técnicas pueden suponer un antes y un después. “Hoy técnicamente somos capaces de localizar la zona epileptogénica y de intervenirla, pero tenemos un problema: las zonas elocuentes”, explica a Next. “Esto es lo que limita la cirugía de la epilepsia, porque muchos enfermos son desestimados por el miedo a las secuelas que puede producir. Con esta técnica es posible que pudiéramos sacar de ese grupo a un número importante de pacientes desestimados, que no responden a los fármacos y cuya única opción son técnicas de este estilo”. En su propio hospital, por ejemplo, ya tiene algunos posibles candidatos en los que esta estrategia podría mejorar claramente su calidad de vida
Para la doctora Fernández el caso es, además, muy emocionante desde el punto de vista científico. “Estás viendo la plasticidad en vivo y en directo, ves que verdaderamente puedes actuar sobre mecanismos fisiológicos”, asegura. “El hemisferio derecho ha asumido parte de la función del lenguaje, es como si estuviera hablando un nuevo idioma”, destaca mientras señala emocionada las resonancias. El doctor Serrano, por su parte, recuerda que José es ahora un paciente único. “Comprende con el hemisferio derecho y habla con el izquierdo”, apunta. “Y las dos zonas se comunican a través de las comisuras y del cuerpo calloso. No creo que exista ninguna persona en el mundo con un lenguaje disociado en dos hemisferios con esta selectividad”.
Más allá del hito científico, José Quintana observa a su hijo jugando al baloncesto en una cancha de Coín desde la distancia. “Ahora ya puede salir solo, e irse con los amigos a sin que tengamos que estar pendientes del teléfono”, explica. “O simplemente el hecho de ir a tirar la basura, que está a solo 200 metros, pero no podía ir él solo. Ahora eso lo puede hacer perfectamente. Y tenemos una felicidad y una tranquilidad encima que no teníamos antes”.
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