Durante la Segunda Guerra Mundial, en plena batalla contra los submarinos nazis, Winston Churchill apostó decididamente por el desarrollo de la tecnología del radar y se reunía con frecuencia con científicos como Bernard Lovell, el padre de la radioastronomía. En una de las reuniones con los mandos del ejército, cuando Churchill apostó por localizar los submarinos alemanes usando estadísticas, el mariscal de la Real Fuerza Aérea británica, Arthur Harris, se quejó con cierta amargura: “¿Vamos a combatir en esta guerra con armas o con reglas de cálculo?”. Y la respuesta de Churchill fue meridiana: “Vamos a probar con las reglas de cálculo”.
Esta anécdota ilustra a la perfección la profunda admiración que sentía Churchill hacia los avances técnicos y científicos y la marcada diferencia que existe entre su figura y la de mandatarios actuales como Donald Trump y su posición anticientífica en temas como el cambio climático o las vacunas. Winston Churchill fue un firme defensor de la ciencia en todos los ámbitos, hasta el punto de convertirse, a principios de la dñecádá de 1940, en el primer líder mundial en tener en su gabinete a un consejero científico, su buen amigo el físico Frederick Lindemann.
A los 22 años leyó “El origen de las especies” de Charles Darwin y un manual de física
En este ambiente, Churchill comenzó la investigación nuclear en Reino Unido, financió la apertura de laboratorios, telescopios y centros tecnológicos donde en los años siguientes a la guerra se llegaría a grandes avances en campos como la genética molecular o la cristalografía de rayos X. Su interés por los temas científicos le vino desde muy temprano; a los 22 años, cuando estaba con el ejercito británico en la India, leyó “El origen de las especies” de Charles Darwin y un manual de física. Entre 1920 y 1930, escribió diversos artículos de popularización de la ciencia en periódicos y revistas británicos, que abordaban temas como la evoluciono o la vida de las células. En 1931, publicó en The Strand Magazine un ensayo en el que describió la fisión nuclear con sorprendente clarividencia. “Si los átomos de hidrógeno de un charco de agua pudieran extraerse para combinarlos y formar helio, serían suficientes para mover un motor de un millar de caballos durante un año entero”, escribió.
El astrofísico Mario Livio ha revelado esta semana en la revista Nature la existencia de un artículo inédito escrito por Churchill en 1939 y titulado. “¿Estamos solos en el universo?” en el que expresa sus ideas sobre la posibilidad de que exista vida en otros planetas y maneja conceptos actuales de astrobiología. “No soy tan presuntuoso como para creer que mi sol es el único con una familia de planetas”, escribe en este revelador ensayo. “Teniendo en cuenta especialmente el panorama político actual”, propone Livio en su reseña del artículo, “los líderes electos deberían seguir el ejemplo de Churchill: nombrar consejeros científicos permanentes y hacer un buen uso de ellos”.
“Los líderes electos deberían seguir el ejemplo de Churchill: nombrar consejeros científicos permanentes”
En la cabeza de todo está la política de Donald Trump, quien inauguró su mandato eliminando las referencias al cambio climático de la Agencia de Protección Ambiental y amedrentando a sus científicos, pero también las políticas de otros dirigentes, como el propio Mariano Rajoy, quien ha dejado patente su ignorancia y desprecio por la ciencia en más de una ocasión y no solo en los recortes presupuestarios (desde los consejos sobre el clima de su “primo” a las referencias sobre los misterios de la lluvia). A diferencia de ellos, Churchill tuvo claro desde un primer momento la importancia de la ciencia y la tecnología en el desarrollo de una sociedad. En 1958, dejó escritas estas palabras que más de un político debería grabarse a fuego: “Solo liderando a la raza humana en el descubrimiento de nuevos mundos de la ciencia y la ingeniería mantendremos nuestra posición y garantizaremos nuestra subsistencia”.
Referencia: Winston Churchill’s essay on alien life found (Nature) DOI 10.1038/542289a
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