Ciencia

Covid en el corazón y el cerebro: así hemos exagerado su impacto

A pesar de algunas informaciones alarmantes, en la inmensa mayoría de los casos el SARS-CoV-2 no afecta al cerebro ni provoca daños cardiacos. Algunos especialistas creen que poner la lupa sobre los aspectos más llamativos del coronavirus ha contribuido a generar esta alarma.

Las secuelas neurológicas y cardiacas graves por la covid son mucho menos frecuentes de lo que se podría interpretar a partir de algunos estudios y titulares publicados durante la pandemia. Algunos especialistas están notando los efectos de esta alarma en sus consultas, con pacientes que acuden angustiados la posibilidad de que les hayan quedado secuelas que son muy poco frecuentes, cuando no totalmente improbables. “Ya he visto varios pacientes que vienen agobiados porque creen que tienen el coronavirus dentro del cerebro, y es por las informaciones que han leído”, explica Jesús Porta, neurólogo del Hospital Clínico San Carlos. “Tienes que tranquilizarles y decirles que realmente eso es muy poco probable”. Las informaciones sobre los efectos de la covid sobre el corazón, y en particular de los deportistas, también ha tenido su efecto en las consultas de los cardiólogos. “Se crea una alarma social, nuestro temor es que la gente va a venir a la consulta pidiendo su resonancia y sacando las cosas de contexto”, explica Amelia Carro, especialista en Cardiología del Deporte de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

En los últimos meses algunos estudios científicos han dado lugar a titulares que hablaban de un 70% de pacientes de covid que sufren una afectación cardiaca como la miocarditis o que cerca del 60% de los ingresados por covid desarrollan problemas neurológicos, informaciones que producen una alarma injustificada, si atendemos a los datos reales y ponemos las cifras en contexto. “Creo que estamos sacando las cosas de quicio y amplificando y extrapolando a una población general datos que son muy sesgados porque pertenecen a los casos más graves”, explica David Ezpeleta, neurólogo y secretario de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Neurología (SEN). “La mayoría de las afectaciones neurológicas son poco frecuentes y transitorias. Creamos círculos viciosos de miedo que tenemos que controlar”, recalca. “Creo que se ha levantado mucha alarma social con el virus”, añade el doctor Juan Cosín, de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). “En cuanto a la afectación cardiaca, sí que hemos visto miocarditis, pero como en cualquier virus. Y no está claro es que sea la miocarditis precisamente por el coronavirus o por el estado proinflamatorio que genera la enfermedad”.

"Usted no tiene el virus en el cerebro"

Para el doctor Ezpeleta, el principal fallo de comunicación sobre los efectos neurológicos del coronavirus ha sido ofrecer información fuera de contexto. Cuando se habla de porcentajes altos de “secuelas neurológicas”, recuerda, se están incluyendo en el mismo paquete muchos de los síntomas leves, como la pérdida de gusto y olfato o cefaleas que al cabo de unos meses remiten. “Incluso nosotros en nuestras notas de prensa, incluimos como manifestaciones neurológicas - que de hecho lo son- la pérdida de olfato, el dolor muscular o la cefalea, pero claro, hay que saber diferenciar esto de las consecuencias graves”, explica a Vozpópuli. El porcentaje de personas que tienen complicaciones neurológicas graves es bajísimo, aunque a veces se utilicen las grandes cifras para inducir conclusiones erróneas. En conjunto, y extrapolando lo que se vio en SARS y MERS, las secuelas más graves aparecerían en apenas un 0,2 por ciento de los 30 millones de personas que han contraído la enfermedad en el mundo a estas alturas. Y el problema neurológico más grave y derivado de la propia naturaleza protrombótica del SARS-CoV-2, que son los ictus, aparece en solo un 1% de los pacientes ingresados.

Las secuelas más graves aparecerían en apenas un 0,2 por ciento de los 30 millones de contagiados

“Los ictus son el cuadro más grave y el que afectan a gente más joven, pero la incidencia sigue siendo relativamente baja: tenemos solo entre 200-300 pacientes entre 40 hospitales”, explica Jaime Masjuán, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Ramón y Cajal. En su consulta también llegan pacientes con muchísima angustia porque han leído que el virus entra en el cerebro y los tiene que tranquilizar. “El mensaje continuo de publicación de un caso aislado transmite una información continuamente negativa asustando muchísimo a la gente”, explica el doctor. Uno de los principales miedos es el de que el virus pudiera causar encefalitis e invadir el líquido cefalorraquídeo, pero no es algo que suceda con este virus, hasta el punto de que solo se han documentado diez casos en todo el mundo desde el inicio de la pandemia.

“La infección directa del Sistema Nervioso Central y los cuadros de encefalitis víricas son muy raras”, explica Javier Grandas, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Gregorio Marañón. “No hemos podido detectar por PCR en ninguno de los casos hasta la fecha la presencia del virus, en cuadros de encefalitis aguda”. Lo que sí ocurre son casos de encefalopatía en los que suele haber causas múltiples, más allá del propio virus y que tiene que ver con la gravedad de la inflamación y la infección en estos pacientes: la hipoxemia o la elevación del carbónico (hipercadmia), o problemas vinculados a alteraciones electrolíticas o incluso reacciones a los fármacos. “No hay infección directa del coronavirus en el cerebro”, recalca el doctor Grandas. Muchos de estos cuadros están vinculados con la inflamación, y otros, como la confusión o alucinaciones visuales, con los largos periodos pasados por los pacientes mas graves en cuidados intensivos.

“Este el virus y la enfermedad más observado de la historia”

Para David Ezpeleta, que trabaja como neurólogo en el hospital Quirónsalud de Madrid, si hubiera que sacar un titular sobre la afectación neurológica de este virus “se podría afirmar con total rotundidad que el SARS-CoV-2 afecta muy poco al cerebro, pero no así la covid, es decir, toda la inflamación que desata el virus y que es la que realmente afecta a los pacientes”. A su juicio, la culpa de esta confusión no es es solo de los titulares alarmistas, los científicos han tenido parte de la culpa al poner el foco sobre una enfermedad novedosa y que afectaba a todo el planeta. “Este el virus y la enfermedad más observado de la historia”, asegura. “Mucha de la información con la que se está trabajando se ha basado en las publicaciones iniciales, que se han publicado cosas sin ningún tipo de filtro”, señala. “Este virus produce fascinación, a los médicos estas cosas son las que nos gusta estudiar y cuando tenemos una cosa de este tipo la publicamos y la comunicamos en redes sociales, pero no la acompañamos de que la coletilla de que esto es una complicación infrecuente, de que es más propia de enfermos graves ingresados en hospitales incluso en UCIs. Es decir, que es una anécdota. Además, hay una especie de carrera por ser el primero en publicar algo, el primero en querer tener la mayor serie, y hace que los clínicos tengamos un poco de culpa de esta alarma y de este revuelo social”.

La miocarditis "fantasma"

Uno de los trabajos que más revuelo levantó sobre el impacto que podría estar teniendo la covid en el corazón de los pacientes se publicó a finales del mes de junio en la revista JAMA Cardiology. El él, Valentina Puntmann y su equipo relataban que tras examinar a cien pacientes que habían pasado el virus, buena parte de ellos asintomáticos, mediante resonancia magnética cardíaca habían descubierto alteraciones del miocardio en un 70% de ellos. Este trabajo levantó una gran polvareda y dio lugar a muchos titulares sobre la peligrosidad del virus, pero muchos especialistas han criticado el método y las conclusiones. “El resultado llama la atención, pero solo 5 de esos pacientes tuvo elevación de troponinas, y para que haya miocarditis tiene que haber elevación de troponinas, con lo cual no podemos decir esto de que el 70% de pacientes tenga afectación cardiaca”, subraya el doctor Juan Cosín, presidente de la Asociación de Cardiología Clínica de la SEC. Como otros especialistas, Cosín cree que se ha sobredimensionados el alcance de las posibles miocarditis en los pacientes, cuyo impacto es muy bajo, incluso en los peores momentos de la pandemia.

“Si repites la resonancia en dos años a estos pacientes, seguramente ya no haya una secuela"

“Estos pacientes presentaban lesiones, pero probablemente si les repites la resonancia en dos años ya no haya una secuela, sino que sea algo propio del proceso inflamatorio que sabemos que acarrea este virus”, asegura Cosín. En su opinión, el estudio desató conclusiones claramente alarmistas, ya que la prueba de imagen es solo una de las patas para el diagnóstico de la miocarditis, y aquí faltan todas las otras. “El covid es posible que produzca una miocarditis, pero como cualquier otro virus”, asegura, y recuerda que - como pasa con el cerebro - en la gran mayoría de las autopsias con pacientes fallecidos no se encontró infección directa por el virus, sino daños provocados por la respuesta inflamatoria. “Nosotros estamos haciendo un registro a nivel nacional con 20 hospitales sobre pacientes que ingresaron donde había hallazgos claros de afectación cardiológica”, apunta, “y de momento hay muy pocos pacientes, no llega a los 70 u 80, cuando pensábamos que íbamos a tener un número mucho mayor de personas con afectación clara cardiaca”.

En el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), su director de investigación clínica, Borja Ibáñez, participa en un ensayo clínico para escanear con resonancia a un grupo de unas mil personas en los próximos ocho meses, entre los que habrá gente con síntomas leves, graves, y gente con PCR positiva sin síntomas. “Con esto podremos ver si es la miocarditis algo específico del virus o es igual que en otros virus”, explica a Vozpópuli. “Solo el tiempo nos dirá si efectivamente este virus tiene un tropismo especial por el corazón, que muchos virus lo tienen, o lo que creemos, que es que estamos prestando muchísima atención y sobre todo que estamos teniendo una cantidad de nuevas infecciones brutal. Porque hay muchísimos virus que se encuentran en el corazón en autopsias o en biopsias que han estado ahí muchísimo tiempo y tampoco les hemos prestado atención”.

“Hemos tenido miles de pacientes ingresados y miocarditis severas hemos visto poquísimas”

En su trabajo como cardiólogo en la Fundación Jiménez Díaz, el doctor Ibáñez no ha visto los efectos que habría tenido el virus de ser verdaderamente peligroso para el corazón. "Es muy significativo que todos en hospitales hemos tenido miles de pacientes ingresados y miocarditis severas hemos visto poquísimas”, asegura. “O sea que la idea es que probablemente no sea el virus más peligroso de todos los que vemos por ahí circulando”. Si el coronavirus hubiera tenido la capacidad de dañar el corazón que tiene otros, como el virus Coxsackie, el escenario habría sido muy diferente, según Ibáñez. “El problema aquí es que es un virus nuevo que ha infectado tantísima gente a la vez, que por muy poco porcentaje que tengas de gente que se pone mala, son muchas personas”, recalca. “Tenemos que tranquilizar a la gente, no hemos visto nada gravísimo para que la gente esté superpreocupada, no hay nada alarmante para pensar que la gente que ha tenido PCR positiva o incluso que haya tenido una neumonía por covid, vaya a tener problemas de corazón”.

El corazón de los atletas

La última polémica sobre la detección de este tipo de miocarditis viene del mundo del deporte. En una carta publicada también en JAMA Cardiology, el doctor Saurabh Rajpal informaba hace unos días que tras realizar resonancias cardiacas a 26 deportistas de competición que pasaron la covid de manera leve o asintomática encontró signos de miocarditis en cuatro de ellos. Esto, unido a la reciente muerte de dos deportistas de élite que habían pasado la covid (el jugador de baloncesto Michael Ojo y de futbol americano Jamain Stephens Jr.), ha disparado las alarmas en el mundo de deporte. Pero el estudio no incluye ni siquiera el escaneo de un grupo de control, de otros deportistas que no han pasado la covid para ver si se encuentran anomalías similares. La doctora Amelia Carro, coordinadora del Grupo de Trabajo de Cardiología del Deporte de la SEC, cree que hay serias dudas sobre si esas alteraciones son debidas a la covid o si ya estaban ahí, como es habitual en muchos atletas. “Yo estoy particularmente centrada en la cardiología deportiva, llevamos muchos años devanándonos la cabeza, porque muchas veces estos deportistas tienen cambios que tienen alteraciones en las resonancias y que no sabemos interpretar”, explica.

“Sacar la conclusión de que la gente que ha tenido covid no puede hacer deporte me parece precipitada"

A juicio de la doctora Carro, no hay ninguna base para decir que estos atletas tienen un riesgo demostrable por miocarditis, arritmia o infarto. “Lo único que tenemos es esa imagen, no podemos asociar eso con eventos, no hay un riesgo asociado a esas alteraciones”, señala. “Sacar la conclusión de que la gente que ha tenido covid no puede hacer deporte me parece precipitada. Esto crea alarma social, y la gente va a dejar de hacer deporte o van a venir a la consulta pidiendo su resonancia”. Hace unos días, y como respuesta al primer estudio en JAMA CARDIOLOGY, un grupo de 51 médicos e investigadores clínicos de prestigio escribió una carta abierta a la revista haciendo una llamada a la cordura y pidiendo que ofrecieran una guía clara en la que dejen claro que las resonancias son innecesarias para las personas que han pasado la covid sin síntomas. “Este asunto de verdad asusta la gente cuando sale así en los medios”, apuntaba uno de los autores. “Los líderes de las sociedades científicas deben salir y aclarar a la gente que es muy prematuro empezar a hacer resonancias cardiacas a cada atleta que haya contraído el virus”.

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