Ciencia

¿Eran los dinosaurios como los hemos imaginado?

Un ilustrador reaviva el debate sobre los sesgos de interpretación de los fósiles y señala que estamos añadiendo características inventadas a los dinosaurios. El asunto se lleva debatiendo más de un siglo, desde el propio origen de la paleontología.

Lo que usted ve sobre estas líneas no es una reconstrucción de un dinosaurio. En realidad es la imagen que el artista gráfico C.M. Kosemen ha creado a partir del cráneo de un hipopótamo actual. Para hacerlo, explica, ha aplicado las mismas premisas que se aplican cuando se reconstruye un dinosaurio, y el resultado, salta a la vista, se parece a un hipopótamo real lo que un huevo a una castaña.

Las representaciones de dinosaurios no se parecen a criaturas vivas, sostiene C.M. Kosemen

Este punto de vista provocativo queda reflejado en su libro 'All Yesterdays...', publicado en el 2012 y que ha reavivado la polémica tras un reciente artículo en Atlas Obscura. En opinión de Kosemen, hay una tendencia entre los paleoilustradores, entre los que él se cuenta, a exagerar las garras de los dinosaurios y de hacer sus cabezas parecidas a las de los cocodrilos. “Siempre tienen esas extrañas sonrisas en las que se ven los dientes”, asegura, al tiempo que recuerda que la mayoría de los animales tienen labios y protuberancias de grasa y piel que tapan los dientes y sobresalen aquí y allá. El problema, a su juicio, es que las representaciones de dinosaurios no se parecen a criaturas vivas. Para explicarlo salpica su libro con ilustraciones de animales actuales reinterpretados con el supuesto criterio de la reconstrucción de dinosaurios. Así, por ejemplo, lo que representa en la siguiente imagen es cómo serían un elefante, una cebra y un rinoceronte si los interpretáramos a partir de sus huesos con esas pautas:

Representación libre de un elefante, una cebra y un rinoceronte a partir de sus esqueletos

Para Kosemen, las ilustraciones de los dinosaurios deberían tomar más rasgos de los animales que viven hoy en día. Estos están llenos de estructuras blandas que no quedan en los fósiles y que se manifiestan en forma de aletas, papadas o sacos de piel. “Puede que incluso haya formas que nadie ha imaginado”, asegura. “Pudo haber dinosaurios herbívoros, por ejemplo, que tuvieran armaduras como las del pangolín o el armadillo que no fueran conservadas en fósil. Podría también haber dinosaurios con espinas como las de puercoespín”.

Reconstrucción libre y "dinosaurica" de un babuino a partir de sus huesos

Para el divulgador y doctor en Paleontología Francisco Gascó, conocido en redes como @Pakozoiko, el análisis de Kosemen tienen muy poco rigor e ignora principios básicos de la reconstrucción de dinosaurios. “Su visión incide en la parte de interpretación libre que conlleva la reconstrucción de fósiles”, asegura, “Pero lo cierto es que ignora la base a la hora de empezar una reconstrucción”. Antes de empezar a trazar líneas de contornos de piel a partir de un esqueleto los restos deben estar estudiados y clasificados, recuerda, con lo que se crea un marco de actuación. “Si se clasifica como un mamífero”, explica, “ya estaríamos desechando escamas, plumas y estructuras más típicas de otros vertebrados, por ejemplo”. Y lo mismo sucede con la musculatura. “La comparación de la musculatura se hace siempre dentro de un "marco filogenético" muy cerrado. Por ejemplo, para dinosaurios se usan únicamente aves y cocodrilos como comparación”.


"Es verdad que hay sesgos en las reconstrucciones”, admite Peñas Artero, “pero hasta un límite”

José Antonio Peñas Artero (@japa6691) es uno de los mejores ilustradores españoles en el campo de la paleontología. En su opinión, Kosemen se ha limitado a plantear una caricatura burda del proceso de paleoreconstrucción, ignorando completamente la base en la que se apoya dicho proceso, que es la anatomía comparada. “Es verdad que hay sesgos en las reconstrucciones”, admite, “pero hasta un límite”. Lo que plantea este ilustrador no se parece en nada a lo que hacen los profesionales en este terreno. “No es cierto, no reconstruimos los seres poniendo una capa de piel en los huesos. La anatomía comparada es fundamental en estos casos”, reclama. “Si alguien reconstruye un cachalote o una orca”, explica, “nunca le pondría una cola de reptil o pez. Cualquier anatomista identificaría los cráneos de esos animales como de mamíferos, y aunque nunca encontráramos sus colas, sabría que en el movimiento natatorio los mamíferos ondula en el plano vertical, porque nuestra espina dorsal se mueve así”.

Un estudiante de arqueología representa erróneamente un cachalote y una orca a partir de su esqueleto

Sin embargo, sí hay parte de la critica que tiene razón, como la que se refiere e a elementos que no podemos conocer por el registro fósil. “Que incluya la representación del elefante es gracioso porque, de no existir elefantes vivos, no podríamos haber interpretado el enorme hueco nasal de los cráneos de mamuts y mastodontes como el lugar donde va de la trompa”, asegura. “Pero como teníamos los elefantes como referencia, nadie reconstruiría un mamut con un aspecto parecido a lo que él [Kosemen] dibuja”. Si recogiéramos restos de delfines actuales, sin ir más lejos, tampoco sabríamos que tienen una aleta. Y eso paso exactamente con los primeros restos de ictiosaurios, aunque sabiendo que eran reptiles y cómo se movían se predijo que podrían tener una proyección en forma de aleta caudal. “Y cuando e descubrieron los fósiles alemanes, que habían dejado una marca del perfil de las aletas, se comprobó que su predicción era correcta”, recuerda Peñas.

Los iguanodontes mueren de pie

El debate sobre la interpretación de los fósiles es tan viejo como la propia paleontología. Comienza a mediados del siglo XIX cuando Gideon Mantell descubre un enorme diente en un bosque inglés y por su semejanza con el diente de una iguana bautiza a la especie propietaria como iguanodonte. “Mantell extrapoló los datos y pensó que los resto pertenecían a una iguana gigante de 12 metros”, explica Peñas. “Más adelante Owen pensó que se trataba de una criatura mamiferiana, algo así como un rinoceronte con cola”. A lo largo de los siglos, el paradigma iría cambiando y con él la forma de representar el animal. En 1877 se descubrieron los fósiles de 31 iguanodontes perfectamente conservados en una mina de carbón de la localidad belga de Benissart y se comprendió que la propuesta de Owen no tenía sentido. “Hay una famosa fotografía del paleontólogo que montó sus esqueletos, Louis Dollo, en la que se ve que estaba buscando algo con los que compararlo, porque en la imagen tiene un esqueleto de ibis [el ave africana] y un canguro”, explica Peñas. “Como el paradigma del mamífero seguía estando activo, Dollo siguió reconstruyendo el iguanodon como un canguro, cuando tenía todos los elementos para haberlo interpretado correctamente. Por eso los dinosaurios se representaron casi caminando, como humanos, durante décadas”.

La tendencia a representar a los terópodos en vertical, tipo Godzilla, se ha mantenido casi hasta nuestros días. Hace unos años, un equipo de la Universidad de Cornell hizo una prueba con 111 estudiantes de universidad y 143 de bachillerato a los que pidieron que dibujaran un Tiranosaurus rex tal y como ellos lo imaginaban. La inmensa mayoría seguía dibujando el tiranosaurio en la postura erguida - y errónea - que habían descrito los primeros paleontólogos. “Sigue habiendo muchos sesgos”, admite el ilustrador, “como representar a los pterosaurios como una especie de dragones, cuando desde el principio estaban cubiertos de pelo”. Otro error repetido, se queja, es de dibujar a los dinosaurios con cara de psicópatas, con expresión de querer devorar al espectador en cualquier momento. “Un tópico que se ha transmitido mucho es el de la pose de los brazos”, prosigue. “Lo que yo llamo la pose del pianista malvado o del vampiro, con la que se representa por ejemplo al velocirraptor. Hoy sabemos, por la anatomía, que es totalmente antinatural, tendrían que rotar el brazo 180 grados: más bien tenían las palmas hacia dentro, como las alas de un ave”.

En 1802 Anderson represento el mastodonte con los colmillos encajados en los orbitales

En ocasiones los errores históricos fueron de bulto, como en el caso de los mastodontes. En 1802, el artista Alexander Anderson reprodujo el esqueleto montado de uno de estos grandes animales, parecidos a los mamuts, y le colocó sus colmillos encajados en los orbitales. Un año después, Rembrandt Peale pensó que estos animales eran carnívoros y que necesitaban los colmillos para desgarrar la carne, de modo que los colocó mirando hacia abajo. “Hoy ya no hacemos estas cosas”, explica Peñas. “Conocemos las relaciones filogenética y las reglas biológicas que impiden extrapolar simplemente en tamaño. Sabemos, por ejemplo, que cuanto más grande es una animal mayores tienen que ser sus reservas; no puedes coger un elefante y representarlo como un ratón gigante. Tampoco reconstruirían un rinoceronte como lo hace el autor de la polémica, que lo representa con una espina dorsal en forma de vela. “Nosotros conocemos a los rinocerontes y animales parecidos y sabemos que eso no se corresponde con una vela”, sentencia. “Es cierto que existen los sesgos y que se trasmiten, pero las recreaciones que ha hecho él no se basan en eso, sino en inventarse el animal”.

Errores de interpretación del mastodonte, con los colmillos en los ojos o hacia abajo

Cuando un ilustrador recibe el encargo para reconstruir un animal tiene muchos datos encima de la mesa para no tener que inventarse cosas. Una parte queda para la creatividad, pero las normas biológicas y anatómicas están ahí y se han ido perfeccionando durante mucho tiempo. “Hay normas que te permiten extrapolar esos datos”, explica el ilustrador y pone el ejemplo concreto de la reconstrucción que hizo él mismo de Pelecanimimus, un dinosaurio que se encontró en Cuenca. “Encontraron la columna vertebral, los brazos, el cuello y la cabeza; nos faltaban las patas”, recuerda. “La estructura de la muñeca permitió identificarlo como un ornitomímido, luego ya sabes que las patas van a ser de un animal corredor no muy grande. También sabes que no puede ser un animal muy pesado”. Estos datos se pueden deducir de las marcas que dejan los músculos en los huesos, rugosidades que aparecen donde se insertan los tendones. “Yo hice mi reconstrucción, en base a otras que se habían hecho antes, e introduje algunos cambios. Y cuando la puse a correr en el programa me di cuenta de que tenía que levantar mucho el fémur, lo que implica demasiado gasto energético. Así que lo tuve que modificar y ponerle las patas más largas”.

Reconstrucción de 'Pelecanimimus'

Una vez terminado este proceso el ilustrador tiene algo mas de libertad respecto a la librea, es decir, el color y aspecto exterior. “Pero el color también se puede intuir, lo que no vamos a hacer es un triceratops rosa”, bromea. De todas formas, la discusión continua y los cambios en la representación siguen encima de la mesa. El último asunto serio es la presencia de plumas y su posición. “Ahora que ya está más establecido el paradigma de aves, se tiende a hacer aves en los dinosaurios terópodos”, reconoce. “Pero se les sigue poniendo plumas aquí y allá para que parezca un monstruo. Hace poco hice una reconstrucción de un T. rex en Japón y me hicieron repetirla, porque se había descubierto que al menos partes del vientre estaban sin plumas, así que se las puse solo la espalda y las piernas” concluye. “Porque se tiene en cuenta y todos esos detalles importan”.

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