El 'horno' de la evolución lleva millones de años fabricando narices y los humanos apenas llevamos unas décadas tratando de imitar su funcionamiento. El último avance conseguido en la fabricación de narices artificiales, dispositivos diseñados para detectar sustancias químicas como lo hace nuestro sistema olfativo, es otra cura de humildad en la que la naturaleza nos gana por goleada.
El equipo de Matthew Staymates explica esta semana en Scientific Reports un significativo avance conseguido en la fabricación de este tipo de detectores gracias al estudio pormenorizado de cómo actúa la nariz de los perros. En concreto, los autores investigaron la aerodinámica que tiene lugar cuando el animal huele un objeto y a continuación fabricaron, mediante impresión 3D, un dispositivo que seguía la misma estrategia.
El secreto está en crear chorros discontinuos de aspiración, como hacen los canes cuando huelen algo
El resultado fue un detector, en este caso de sustancias explosivas tipo TNT, 16 veces más eficiente que los que estaban diseñando hasta entonces. El secreto está en dejar de inhalar de forma continua, como hacían las narices artificiales hasta ahora, y crear chorros discontinuos de aspiración, como hacen los canes cuando exploran olfativamente un objeto. Los investigadores creen que esta lección recién aprendida beneficiará a la próxima generación de detectores de sustancias explosivas y drogas.
Referencia: Biomimetic Sniffing Improves the Detection Performance of a 3D Printed Nose of a Dog and a Commercial Trace Vapor Detector (Scientific Reports) DOI 10.1038/srep36876
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