Hace 66 millones de años el impacto de un objeto de gran tamaño contra la Tierra cambió la historia del planeta. El choque dejó una huella en la superficie de 150 kilómetros de ancho y 20 de profundidad, el conocido como cráter de Chicxulub descubierto por Walter Álvarez en 1980, y precipitó la desaparición de los dinosaurios además de matar con tres cuartas partes de las especies de plantas y animales que vivían en la Tierra. Pero, ¿de dónde procedía aquel objeto y cómo llegó hasta nuestro planeta?
Un nuevo trabajo, publicado este lunes en la revista Scientific Reports, aporta nuevos datos a partir del análisis estadístico y las simulaciones gravitacionales. El estudio, liderado por el famoso y polémico astrónomo de la Universidad de Harvard Avi Loeb (conocido por sus excéntricas afirmaciones sobre el objeto estelar Oumuamua), establece que el objeto procede de la nube de Oort - algo que sobre lo que ya había bastante consenso - y fue desviado de su curso por el campo gravitatorio de Júpiter, lo que lo mandó a las cercanías del Sol. Según esta nueva simulación, al pasar tan cerca de la estrella habrían sido las fuerzas de marea producidas por la gravedad del Sol las que habrían producido que el objeto se fragmentara y habrían enviado uno de aquellos fragmentos contra nuestro planeta.
“Básicamente, Júpiter actúa como una máquina de pinball”
“Básicamente, Júpiter actúa como una máquina de pinball”, asegura Amir Siraj, estudiante que firma el trabajo junto a Loeb. “Júpiter empuja a muchos de estos cometas de largo periodo hacia órbitas que los acercan mucho al sol”. Estos cometas, que orbitan el sol cada 200 años, se parten por la fuerza gravitatoria de la estrella y es en esta trayectoria de salida donde tienen más opciones de chocar contra la Tierra, según sus resultados. Esto les lleva a concluir que las probabilidades de que se produzca uno de estos impactos serían 10 veces mayores de lo pensado hasta ahora y que un 20% de los objetos de órbita larga se convierten en amenazas.
Los autores aseguran que ese ritmo de impacto es coherente con la antigüedad del meteorito de Chicxulub y encaja con el origen de otros meteoritos que chocaron contra la Tierra. “Nuestro estudio aporta una base para explicar que ocurriera este evento”, asegura Loeb. “Estamos sugiriendo que, de hecho, si rompes un objeto a medida que se acerca al sol, puede dar lugar al tipo de ritmo de eventos y el tipo de impacto que mató a los dinosaurios”. Los autores también creen que la composición del objeto de Chicxulub corresponde más a una condrita carbonácea que a la composición de los objetos que orbitan en el cinturón de asteroides, lo que descartaría, a su juicio, la popular teoría de que el origen de este cometa fuera más cercano.
Para Josep Maria Trigo-Rodriguez, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC) y del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC), esta hipótesis de Loeb refuerza sus estudios sobre el importante papel de los cometas en los impactos. “De hecho”, explica a Vozpópuli, “los asteroides transicionales como los recientemente visitados Bennu (OSIRIS REx) o Ryugu (Hayabusa 2) son precisamente ejemplos de ese tipo de cuerpos de órbitas excéntricas con gran potencial destructivo (generalmente son fragmentos de objetos mayores). Para Trigo las afirmaciones de este nuevo estudio tienen sentido, pues la composición de los objetos de la nube de Oort sería esencialmente condrítica y no hay elementos para pensar que su contenido en iridio no sea coherente con las cantidades encontradas en el límite K/T en la geología de todo el planeta y que sirvió para identificar el impacto de hace 66 millones de años.
Adriano Campo Bagatin, catedrático de física aplicada y experto en Ciencias Planetarias de la Universidad de Alicante, es más crítico con el trabajo de Loeb. Aunque le parece una alternativa interesante para el origen del evento de Chicxulub, no comparte del todo algunos de los argumentos estadísticos que fundamentan el estudio. A su juicio, los datos nos excluyen que el objeto que impactó contra la Tierra proviniera del cinturón de asteroides. “Se trata de una muestra sesgada por el poder erosivo de la atmósfera, muy eficiente precisamente en objetos de pequeño tamaño con esa composición”, asegura. “Basar la probabilidad de colisión de asteroides carbonáceos sobre la estadística de meteoritos no parece concluyente”.
Referencia: Breakup of a long-period comet as the origin of the dinosaur extinction (Scientific Reports)
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