Si le cuentas a un paleontólogo que has encontrado un dinosaurio gigante en una excavación del periodo Triásico creerá que le estás gastando una broma. Eso fue más o menos lo que sucedió en mayo de 2015 cuando uno de los técnicos que excavaban al noroeste de la provincia de San Juan, en Argentina, descubrió unos huesos demasiado grandes para ser los de un dinosaurio de ese periodo y pensó que serían de una vaca. Así que tramó un plan para tomar el pelo a sus compañeros y hacerles creer que había encontrado algo extraordinario. “Vino y nos dijo “che, encontré un dinosaurio gigante”, recuerda la paleontóloga Cecilia Apaldetti. “Y todos dijimos “no puede ser”. Pero lo mejor es que cuando fuimos a verlo nos dimos cuenta de que ¡sí que eran huesos de un dinosaurio gigante! Era algo absolutamente increíble. Al técnico se le cambió la cara. El chiste terminó siendo real”.
“Jamás nos esperaríamos encontrar un dinosaurio gigante porque sabemos que en esas rocas no existen”
Los fósiles encontrados en San Juan pertenecen a dos individuos que pesaban alrededor de 10 toneladas y medían entre 8 y 10 metros de largo. Lo que el técnico confundió con el fémur de una vaca era el hueso del brazo de uno de ellos. Después se encontró el antebrazo, la mano y gran parte del cuello, así como vértebras de la cola y parte del brazo de otro individuo. La sorpresa de Apaldetti y su equipo se explica porque no hay dinosaurios de ese tamaño en el Triásico. Los grandes dinosaurios de cuello largo, como en Braquiosaurio o el Diplodocus, vivieron unos 50 millones de años después y evolucionaron a partir de animales más pequeños y bípedos. La mayoría de los restos que aparecen en el Triásico tiene el tamaño de un perro y pesaban entre 10 y 100 kilos, muy lejos de las 50 toneladas que pesarían sus descendientes del Jurásico. “Encontramos estos fósiles en afloramientos triásicos, de unos 200-210 millones de años”, explica la investigadora a Next. “Jamás nos esperaríamos encontrar un dinosaurio gigante porque sabemos que en esas rocas no existen. Y encontramos este esqueleto, que si bien no es un gigante como los de después, sí lo es para la época”.
La nueva especie es tan extraordinaria que la han bautizado como Ingentia prima, que en latín significa “el primer gigante”. Su hallazgo se publica este lunes en un artículo de la revista Nature Ecology & Evolution en el que Apaldetti y su equipo describen los fósiles de los dos individuos hallados en San Juan y las características que les hacen tan interesantes para conocer cómo los dinosaurios crecieron en los 50 millones de años siguientes hasta alcanzar los tamaños descomunales por los que hoy nos fascinan. “En ese tiempo se produjeron ciertos cambios que hoy sabemos que acompañan al gigantismo”, detalla Apaldetti. “Sabemos que se produjo un alargamiento del cuello y un achicamiento de la cabeza, por razones biomecánicas, y que pasaron de bípedos a cuadrúpedos”. Lo que indica que el hallazgo de Ingentia prima es que esos cambios se produjeron mucho antes de lo esperado y que hubo ensayos de soluciones biológicas que hasta ahora desconocíamos. “El gigantismo no solo se adelantó, sino que fue muy rápido. Y, además, ahora sabemos que ese camino para convertirse en gigante no fue uno solo, no es el que conocemos hasta ahora”.
“El gigantismo no solo se adelantó, sino que fue muy rápido. Y el camino para convertirse en gigante no fue uno solo”
Los dos rasgos que más sorprenden a los científicos en este primer gigante tienen que ver con el crecimiento óseo y en el tipo de respiración. El estudio histológico permite ver, en las capas del interior del hueso, cómo se producía el crecimiento. Mientras en los grandes saurópodos posteriores el crecimiento era rápido en las primeras etapas y luego se estabilizaba, en estos primeros gigantes descubiertos en San Juan el crecimiento se producía en grandes estirones. “Lo novedoso es que esos periodos de crecimiento los hizo a velocidades altísimas, casi dos o tres veces más rápido que un titanosaurio del Cretácico, por ejemplo”, explica la autora principal del estudio. “Los titanosaurios crecían mucho hasta ser adultos y luego podrían crecer o no. Ingentia prima crecía por ciclos, pero a velocidades muy altas. Pegaba estirones todos los años muy rápido”.
La otra gran novedad es que en su estructura ósea también aparecen los sacos aéreos de estilo aviano que caracterizaron a los grandes dinosaurios posteriores. Esto permitía una doble ventaja: mayor reserva de oxígeno y huesos más ligeros. “Sabemos que los dinosaurios tenían un sistema de respiración muy aparecido al del las aves actuales”, explica Apaldetti. “Es muy eficiente, porque las aves tienen dentro sacos aéreos, bolsas de aire que lo que hacen es reservar aire oxigenado. Y, consecuentemente, tienen el cuerpo refrigerado, algo que cuando pesas 10 toneladas viene muy bien. A mayor masa, más metabolismo y más calor, así que los sacos aéreos le permitían refrigerar el cuerpo. ¿Y cómo nos damos cuenta? Por las cavidades que tienen los huesos. En este caso las vértebras del cuello tienen profundas cavidades, es lo que se llama un esqueleto neumático”.
Otra gran novedad del nuevo trabajo es que al hacer el estudio filogenético, los autores han descubierto que estos primeros gigantes no estaban solos. Pertenecían a un grupo que han bautizado como lessemsaurios, en el que se incluirían otros dos especímenes hallados en el Triásico argentino y en Sudáfrica (en la época en que los dos continentes estaban unidos) y que también alcanzaron grandes tamaños. “La familia entera pudo llegar a pesar en torno a 10 toneladas”, recalca Apaldetti. “Los primeros gigantes fueron todos ellos”. Lo que nos dice este hallazgo, a su juicio, es que hubo un camino diferente y novedoso, con un sistema desarrollado de respiración, que quizá fue solo una prueba de ensayo y error de la evolución y se extinguió en algún momento del Jurásico. O quizá algún día aparezca alguno de sus descendientes en algún yacimiento. “Sabemos que el gigantismo no se produzco de un día para otro, la evolución tardó millones de años en transformar un bípedo en un gigante de 50 toneladas”, concluye la investigadora. “Y todos estos cambios anatómicos pensábamos que habían tenido lugar en el Jurásico, pero esta especie nos muestra que pasó mucho antes y que sucedió muy cerca a la fecha del origen del grupo. Nos explica cuándo y de qué modo se convirtieron en gigantes”.
Referencia: An early trend towards gigantism in Triassic sauropodomorph dinosaurs (Nature Ecology & Evolution) DOI 10.1038/s41559-018-0599-y
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