Imagina un experimento que se realiza en seis continentes, a lo largo de una línea de 11.660 kilómetros, en la que se implican 40 investigadores de 21 países y que consiste en ir dejando gusanitos de plastilina abandonados entre las ramas de distintas plantas en 31 ecosistemas. Así ha sido la investigación liderada por Tomas Roslin y publicada este jueves en la revista Science con la intención de observar cómo estos gusanos “señuelo” eran picoteados por insectos o pájaros en cada una de las latitudes.
La intención era observar cómo estos gusanos “señuelo” eran picoteados por insectos o pájaros
Los 2.879 gusanos usados en la prueba fueron diseñados en la Universidad de Helsinki, en Finlandia, desde donde se enviaron por correo a cada investigador para estandarizar el proceso y poder sacar conclusiones válidas. Cada pequeño gusano imita la forma de una oruga combando su cuerpo para avanzar sobre una superficie e incluso el pegamento para pegarlos a las plantas estaba incluido en el kit para asegurarse de que todos tenían el mismo olor. Una vez colocados en cada uno de los 31 lugares, los científicos los recogieron cuidadosamente y los enviaron de vuelta a Finlandia para que el equipo de Bess Hardwick hiciera el meticuloso recuento de mordeduras y picotazos que presentaba cada gusano.
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Lo más interesante es que los resultados coinciden al acercase al ecuador desde ambos polos y al cambiar de altitud: los gusanos que están en las regiones más extremas del planeta - cerca de los cásqueteles polares - tienen hasta 1/8 menos de probabilidades de ser depredados en comparación con los que están en las zonas ecuatoriales. “Lo que ha sido fascinante es que el patrón no solo se repite a ambos lados del ecuador, sino que también aparece en los gradientes de elevación”, sellar Roslin. “Al subir por la ladera de una montaña encuentras el mismo descenso en el riesgo de ser depredado que cuando te mueves hacia los polos. Esto sugiere que un factor común podría estar controlando las interacciones de las especies a escala global”.
“Lo mejor de este método es que puedes e¡rastrear quien era el depredador inspeccionando las marcas de ataque”, asegura Eleanor Slade, que diseñó la dimensión global del experimento. “Las mandíbulas de un insecto, como una hormiga, dejan pequeños agujeros, mientras que el pico de un pájaro deja marcas en forma de cuña, y los mamíferos dejan marcas de dientes”. Para Hardwick, lo más relevante es el esfuerzo colectivo que ha supuesto este experimento y el esfuerzo colaborativo de investigadores de todo el mundo. “Esta es la belleza de lo que llamamos ‘experimentos distribuidos’”, señala. “Como ecólogos, nos solemos hacer preguntas sobre patrones y procesos mucho más grandes que los que puede estudiar un solo equipo. Pero diseñando experimentos que se pueden dividir en pequeños paquetes, podemos implicar a colaboradores de todo el mundo y trabajar juntos para entender mejor la imagen de conjunto”.
Le debemos a los artrópodos que el mundo vegetal no haya sido aún devorado por gusanos de todo tipo
Casualmente, fue una discusión entre Roslin y Slade la que dio lugar al experimento global. “Tomas había usado orugas de plastilina en Groenlandia y pensó que no estaban funcionando cuando vio unas tasas de ataque muy pequeñas”, recuerda Slade. “Yo las había usado en los bosques de Borneo y había detectado niveles de ataque muy altos. Imagina que estos son los dos extremos de un patrón global, pensamos. Y es exactamente lo que ha resultado ser”.
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Pero, aparte del esfuerzo colectivo, ¿cuáles son las conclusiones novedosas que aporta el estudio? La primera de todas, sugieren los autores, es que tenor de los resultados le debemos a los artrópodos que el mundo vegetal no haya sido aún devorado por gusanos de todo tipo. “La gente piensa menudo que los vertebrados son los depredadores más importantes en los trópicos, pero los pájaros y los mamíferos no fueron los grupos responsables de la mayor depredación a medida que nos acercamos al ecuador”, señala Will Petry, coautor del estudio. “En realidad fueron los pequeños artrópodos como las hormigas quienes liberaron este patrón”. Para Roslin, lo que sugiere el patrón es que los artrópodos mantienen a raya a los congéneres que se comen las plantas. “Para entender por qué el mundo permanece verde y no ha sido completamente consumido por hordas de orugas deberíamos apreciar el papel de los predadores artrópodos”, señala. “Lo que sugieren nuestros resultados es que su rol es incluso mas importante al acercarnos al ecuador”.
Referencia: Higher predation risk for insect prey at low latitudes and elevations (Science)
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