Los fuegos que sobreviven silenciosamente al invierno bajo la nieve en el subsuelo de los bosques boreales pueden llegar a causar ocasionalmente hasta un tercio de la superficie quemada en los grandes incendios forestales del norte del planeta y son una amenaza cada vez mayor debido al calentamiento, según sugiere un artículo publicado este miércoles en la revista Nature. De acuerdo con el trabajo de Rebecca Scholten, Sander Veraverbeke y su equipo, estos fuegos arden sin llama durante los meses de invierno en las capas de material orgánico el subsuelo y luego se vuelven a encender en la primavera, especialmente durante los veranos más cálidos.
Los incendios que sobreviven al invierno en el manto de materia orgánica rica en carbono suelen pasar por cuatro etapas, según los autores. Hacia al final de una temporada de incendios, el fuego deja de arder aparentemente y cesa la propagación, explican. Más tarde, el fuego se mantiene activo y sin llamas durante el invierno bajo la capa de nieve, gracias al alto contenido en carbono del subsuelo, donde la ausencia de oxígeno hace que la materia orgánica se consuma muy lentamente. Finalmente, tan pronto como vuelve a subir la temperatura el fuego se enciende otra vez y quema un área adicional de bosque.
Las cicatrices del fuego
La investigación empezó cuando Sander Veraverbeke, que trabajaba en un estudio sobre el efecto de los relámpagos en Alaska, vio una serie de imágenes por satélite y “empezó a detectar este extraño comportamiento por el que aparecían nuevos fuegos realmente cerca de las huellas que había dejado grandes incendios anteriores”, explica Scholten a Vozpópuli. Al contrastar esta información con los agentes forestales en la región, le confirmaron que era un fenómeno que veían cada vez con mayor frecuencia. A partir de aquellas pistas, Scholten y su equipo desarrollaron un algoritmo que, combinando los datos obtenidos a pie de campo las autoridades forestales y las observaciones desde el satélite, les permite identificar las características espaciales y temporales de este tipo de incendios invernales latentes.
Lo que hace el algoritmo es comparar las marcas dejadas cada año por los incendios convencionales y rastrear la aparición de fuegos adicionales en la misma zona en la temporada siguiente. “Básicamente se trata de un filtro que nos permite descartar todo lo que no son incendios que han sobrevivido al invierno”, explica Scholten. Para descartar que los fuegos no han sido causados en la misma zona por nuevos rayos, apunta, los investigadores utilizan los datos de la red de detección de descargas durante tormentas, y para eliminar la posibilidad de que haya sido causado por humanos integran la información de redes eléctricas y la presencia de asentamientos en la zona.
En 2008 estos fuegos dormidos quemaron más de 13.700 hectáreas en Alaska, un 38% del área quemada
El trabajo se ha basado en la identificación incendios invernales en Alaska (EE. UU.) y los Territorios del Noroeste (Canadá) entre 2002 y 2018. En este período, los autores del estudio identificaron que los incendios invernales fueron responsables del 0,8% del área total quemada, pero esta área varió en años individuales y en un año llegó a alcanzar un tercio de la superficie quemada. “En Alaska en 2008, por ejemplo, la contribución de uno solo de estos fuegos dormidos de invierno quemó más de 13.700 hectáreas, que supuso un 38% del área quemada”.
Aunque el estudio de Scholten se limita al territorio de Norteamérica, científicos de la red de vigilancia climática Copernicus, de la Unión Europea, plantearon en 2020 la posibilidad de que existieran estos “fuegos zombis” en el Ártico a partir de las observaciones desde el satélite de regiones como Siberia. “Hemos visto observaciones satelitales de incendios activos que insinúan que los incendios 'zombis' podrían haberse reavivado, pero no ha sido confirmado por mediciones terrestres”, explicaba entonces Mark Parrington, responsable del programa y experto en incendios. “Las anomalías están bastante extendidas en áreas que se quemaron el verano pasado. Si este es el caso, entonces, bajo ciertas condiciones ambientales, podemos ver un efecto acumulativo de la temporada de incendios del año pasado en el Ártico que alimentará la próxima temporada y podría dar lugar a incendios a gran escala y a largo plazo en la misma región una vez de nuevo”, advirtió.
El inesperado papel de la nieve
Una de las conclusiones más interesantes y contraintuitivas del nuevo trabajo es el papel que juega la capa de nieve en la conservación de estos fuegos subterráneos. “La nieve realmente parece proteger a estos fuegos durante el invierno”, explica la investigadora principal. “En primer lugar la nieve actúa como una barrera térmica, de manera que protege el terreno del frío. Y, por otro lado, la nieve no está tan fría como el aire, comparada con los -47ºC de media que hay en el aire de esta región. En comparación la nieve está mucho más caliente”.
“La nieve realmente parece proteger a estos fuegos durante el invierno”
Los autores del trabajo han visto también que los incendios dormidos se suelen reavivar al cabo de un mes desde que se derrite esta capa protectora. “De media, aparecen 27 días después de que se derrita la nieve”, apunta Scholten.
Más calor, más peligro
Por último, los investigadores han encontrado una asociación clara entre los incendios invernales y los veranos más cálidos. “Mientras que la existencia de un área quemada el año anterior era un requisito previo para la ocurrencia de los fuegos latentes invernales, descubrimos que estos incendios se produjeron después de los seis veranos más cálidos en los Territorios del Noroeste; en contraste, estos fuegos invernales no fueron observados en los siete veranos más fríos”.
"Estos incendios se produjeron después de los seis veranos más cálidos y no en los siete veranos más fríos”.
¿Cómo se importante es entonces la amenaza de estos fuegos sobre los bosques boreales? De momento, su incidencia real es pequeña, pero el potencial para empeorar la situación es enorme. “Si miras a escala global en una gran región”, dice Scholten, “estos fuegos suponen alrededor de un 1% de la superficie quemada, pero algunos años - especialmente en los que no hay muchas tormentas ni descargas de rayos- si esos incendios subterráneos crecen mucho, pueden contribuir mucho más a la cantidad de superficie quemada”.
Dado que la tendencia es a un crecimiento de las temperaturas y los incendios, los autores creen que estos fenómenos pueden volverse más comunes. “Cómo va evolucionar esto en el futuro es una cuestión muy interesante”, concluye la investigadora. “Hemos visto que estos fuegos están controlados por las altas temperaturas de verano y se prevé que aumenten, de modo que podemos prever un aumento de la superficie quemada en Alaska en el futuro”. A su juicio, estos hallazgos pueden tener implicaciones para las políticas de gestión de incendios y sugiere que la detección temprana y la extinción de estos incendios podrían contribuir a ahorrar costos para las agencias de gestión de incendios.
Referencia: Overwintering fires in boreal forests (Nature) DOI 10.1038/s41586-021-03437-y
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