Si hace un par de décadas un biólogo hubiera dicho que lo que hacemos durante la vida modifica nuestro código genético, le habrían acusado de "lamarckista", que era poco más o menos lo mismo que considerarle un apestado. En los últimos años, sin embargo, nuevas investigaciones están demostrando que lo que hacemos, y el ambiente en que vivimos, modifican algunas de las expresiones de nuestros genes y cambian el código de lo que somos. En este campo, bautizado como epigenética, lleva años investigando Tim Spector, quien ha realizado numerosos estudios con gemelos idénticos.
El último trabajo de Spector, publicado en Nature Communications, demuestra que dos personas con el mismo código genético pueden sentir de manera distinta el dolor debido a variaciones en sus genes provocadas por el ambiente. "Hemos descubierto que la sensibilidad al dolor puede ser alterada cuando nuestros genes son modificados por señales químicas de nuestro alrededor", explica a Next el investigador del hospital St. Thomas de Londres. "También hemos encontrado algunos de los genes claves en el dolor que podrían ser muy útiles para el desarrollo de nuevos fármacos", añade.
Para su estudio, Spector y sus colegas realizaron una serie de pruebas con gemelos monocigóticos, personas que nacieron con códigos genéticos idénticos, para comprobar si existían diferencias en la percepción del dolor. "Buscamos entre 2.000 gemelos británicos y seleccionamos a las 25 parejas más diferentes para estudiar con detalle su percepción del dolor", explica Spector. "Para el experimento les pusimos un sensor térmico en su brazo y lo calentamos por encima de 40 grados para que nos dijeran cuando empezaba a ser doloroso". El resultado de las pruebas mostró que algunas parejas de gemelos presentaban grandes diferencias de sensibilidad, hasta el punto de que un gemelo decía sentir dolor dos grados por debajo del otro.
Diferencias en los genes
La segunda parte del estudio consistió en la búsqueda de diferencias genéticas que pudieran tener alguna relación con esta diferencia de sensibilidad. Después de un minucioso rastreo del código genético, los investigadores encontraron diferencias significativas en la expresión de nueve genes, la mayoría de los cuales ya se habían relacionado con la sensibilidad al dolor en experimentos con animales. La mayor diferencia se encontró en el gen TrypA1, que regula la actividad de un canal de las neuronas que dispara la señal de dolor. "Es como un termostato que dicta cómo percibimos el calor y lo convierte en dolor", asegura Spector.
Para asegurar los resultados, se realizaron pruebas en otros 50 individuos sin relación y se observó que sucedía lo mismo: en aquellos en que existían unos mayores niveles de metilación en los nueve genes, existía una mayor sensibilidad al calor. "Lo que cambia en el código", insiste Spector, "son las señales epigenéticas de los genes, no su estructura". La metilación, por explicarlo de manera sencilla, es la agregación de grupos de moléculas al ADN que silencian parte del código genético. Estas metilaciones se producen por las condiciones de vida y ambientales de cada individuo, de modo que estas condicionan la manera en que sentimos el dolor. "Pueden influir los estilos de vida diferentes, los ambientes o incluso el estrés", especifica el investigador.
Diferencias de metilación en nueve genes marcaban la sensibilidad al dolor
Aunque los resultados son prometedores, aún queda mucho por conocer sobre los mecanismos que condicionan el dolor. Para Ángel Manuel Carrión, investigador de la Universidad Pablo de Olavide experto en epigenética, el estudio de Spector es "muy limitado porque está basado en sensibilidad al calor" y son pruebas de dolor agudo. Cuando se trata de investigar el dolor, los científicos están especialmente interesados en los mecanismos que desatan el dolor crónico, aquel que no se puede tratar con analgésicos. "En principio", concluye Carrión, "un hábito no tiene por qué modificar tu sensibilidad al dolor ni la sensación dolorosa está gobernada por un único gen, pero tu entorno sí puede estar modificando el perfil epigenético del ADN y eso puede influenciar algunas características del individuo, como la manera en que percibe el dolor".
Referencia: Differential methylation of the TRPA1 promoter in pain sensitivity (Nature Communications) DOI: 10.1038/ncomms3978
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