Uno de los detalles que más llama la atención cuando uno observa la luna llena a simple vista son las grandes manchas oscuras que aparecen sobre su superficie. Desde la antigüedad, los hombres han querido ver en estas marcas una especie de cara sonriente, la figura de un hombre caminando e incluso la silueta de un conejo. Y como pensaron que trataba de grandes masas de agua, pusieron a las manchas el nombre de "mares" u "océanos".
Cuarenta años después de haber pisado su superficie, sabemos que no hay conejos ni mares en nuestro satélite, pero el origen de estas enormes extensiones sigue siendo una incógnita. El mayor de estos 'mares', el denominado Oceanus Procellarum, es una región que se extiende a lo largo de unos 2.500 kilómetros de norte a sur y cubre una superficie de más de un millón y medio de kilómetros cuadrados (más o menos del tamaño de EEUU). Esta zona presenta en el centro la marca de un impacto, lo que ha hecho pensar durante bastante tiempo que su formación se debió al choque de un gran meteorito sobre la superficie. Pero las cosas no siempre son como parecen.
El equipo de Maria Zuber, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), ha utilizado los datos obtenidos por la misión GRAIL, que escudriñó la gravedad lunar para trazar un mapa muy preciso de su geología, para resolver el misterio. "Muchas cosas son muy complicadas en ciencia, pero siempre me ha encantado responder a las preguntas simples", asegura. "Cuánta gente ha mirado alguna vez a la Luna y se ha preguntado qué ha producido esos patrones. Pues déjame que te diga: ¡yo quería resolver esa pregunta!"
Los límites de la mancha presentan ángulos, algo que no produce un meteorito.
Lo que los científicos han encontrado al analizar con detalle el mapa de alta resolución del Oceanus Procellarum es que sus límites no son circulares o redondeados, sino poligonales, y presentan ángulos y aristas que no podrían haber sido producidos por el impacto de un asteroide. En su lugar, los investigadores creen que esta forma fue producida por gigantescas grietas de tensión en la superficie, que se enfriaron después de lanzar al exterior una enorme columna de material que después se depositó en lo que hoy es el océano.
Por explicarlo de forma más sencilla, lo que Zuber y su equipo han encontrado - y publican en la revista Nature - es que se produjo un gran evento de origen volcánico en nuestro satélite y el magma rellenó las zonas más bajas hasta crear las zonas que ahora vemos oscuras en las noches de luna llena. Cómo se produjo ese evento, admite Zuber, es el siguiente misterio a resolver, pero al menos ya tenemos alguna pista de cómo pudieron surgir alguna vez sobre la Luna esas manchas que nuestro cerebro interpretan como una carita sonriente.
Referencia: Structure and evolution of the lunar Procellarum region as revealed by GRAIL gravity data (Nature) http://dx.doi.org/10.1038/nature13697
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