El doctor Ignacio Giménez es médico y se dedicó durante muchos años a la ginecología y la reproducción asistida en humanos. Ahora está en una de las salas de Oceanogràfic de Valencia aplicando un tratamiento de fertilidad a unas pacientes muy especiales: un grupo de anguilas recogidas en Murcia y en La Albufera. El tratamiento es pionero en todo el mundo y tiene un objetivo muy claro: encontrar la manera de hacer viable la reproducción de estos animales en cautividad ante su inminente desaparición.
"Nuestra intención es tener una especie de seguro en el caso de que las cosas se pongan muy mal", explica José Luis Crespo, veterinario del Ocenogràfic y responsable del área de Conservación. "Conseguir tener un margen y evitar que se extingan". Las cifras de capturas de anguilas de los últimos años hablan por sí solas. La captura anual en la Albufera de Valencia ha pasado de unas 70 toneladas en 1961 a 3 toneladas en 2015. A principios del siglo XX eran tan abundantes que los pescadores no le daban valor económico y hacían abono con ellas. Ahora apenas quedan unas cuantas. Este es el motivo por el que los alevines de la especie, las angulas, alcanzan un precio de hasta 600€/kg en Navidad.
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Decenas de laboratorios llevan años trabajando para encontrar una manera de que las anguilas se reproduzcan en cautividad: sería un enorme negocio para las piscifactorías y una garantía de supervivencia de la especie. Pero el problema de fondo es el misterio que rodea el ciclo reproductivo de estos animales y que lleva intrigando a los humanos desde la Antigüedad. "Desde la época de Aristóteles se creía que eran los únicos peces que crecían de los lodos", recuerda el doctor Giménez, que dirige el Proyecto Anguila. "Cuando abrían las anguilas adultas nunca encontraban un ovario o un testículo como veían en otros animales, así que llegaban a la conclusión de que se reproducían por generación espontánea".
La escasez explica porque las angulas alcanzan un precio de hasta 600€/kg en Navidad
Hoy en día sabemos bastante más sobre la naturaleza, pero desconocemos casi todo sobre la reproducción de la anguila. Aunque lo poco que sabemos es fascinante. Todas las anguilas del planeta se reproducen en una misma región de los océanos: el mar de los Sargazos. Allí es donde acuden las anguilas adultas al final de sus días y donde se encuentran las larvas que luego las corrientes distribuyen por todo el mundo. "Se piensa que se reproducen a unos 800 metros de profundidad en aquella zona, pero ninguna campaña oceanográfica ha cogido animales adultos y ha conseguido estudiarlos", explica Crespo. Desde el mar de los Sargazos se calcula que las larvas tardan alrededor de un año en llegar a los ríos o las albuferas, en forma de angula y después pasan otros diez años engordando y viviendo en aguas dulces o poco saladas hasta que deciden emprender el viaje de regreso.
En ese viaje de vuelta al mar de los Sargazos hay alguna señal del entorno que dispara su ciclo reproductivo, sus ovarios y testículos se preparan para la reproducción. "Necesitan determinadas señales ambientales para que esto suceda", explica el doctor Giménez. "Si no se dan, no se produce el ciclo, no se pone en marcha todo el sistema hormonal". Los científicos han tratado de determinar qué señal ambiental desencadena el ciclo pero con escaso éxito. "Podrían ser componentes del agua, cambios de temperatura, campos magnéticos...", enumera el ginecólogo. En otras especies, como la lubina o la dorada, se ha conseguido inducir estos ciclos reproductivos cambiando la duración del día y los periodos de luz, a la vez que modifican la temperatura paulatinamente. Pero las anguilas necesitan algo más. En Dinamarca, los científicos del Project ProEeel, con financiación de la Comisión Europea, han probado a ir cambiado paulatinamente a las anguilas de agua dulce a salada y mantenerlas nadando constantemente, para ver si lo que desencadene la señal es el propio viaje. Y lo cierto es que se produce un pequeño aumento de las hormonas reproductivas, pero no es suficiente.
VIDEO PROEEEL
En los laboratorios del Oceanográfic los especímenes del proyecto Anguila se encuentran en pequeños tanques pintados, casi en completa oscuridad. De vez en cuando el cuerpo viscoso de alguna de ellas choca contra la pared de cristal y delata momentáneamente su presencia, como una especie de serpiente acuática. "Están en tanques con una temperatura controlada de unos 20 grados y alimentados casi a oscuras, porque en su entorno natural viven escondidos entre las cañas, en aguas turbias y se mueven por la noche". De hecho los científicos están estudiando ahora los cambios que se producen en el ojo de la anguila cuando empieza a migrar para la reproducción, pues aumenta de tamaño para adaptarse a las profundidades por las que navega en su regreso al Atlántico.
La idea es copiar los métodos de reproducción asistida humana en la inducción de la ovulación y la espermatogénesis
El Ocenogràfic cuenta con 100 animales para este proyecto de investigación y ha comenzado el programa de reproducción asistida con los 20 primeros, diez hembras y diez machos. La estrategia aquí es radicalmente diferente. Ya no se trata de entender qué desata el ciclo reproductivo, sino de inducirlo artificialmente. "Dado que no vamos a poder lograr esos factores que lo desatan o tardaríamos siglos en averiguarlo, la idea es copiar los métodos de reproducción asistida humana en la inducción de la ovulación y la espermatogénesis, es decir, en la obtención de óvulos y espermatozoides", explica el médico. Anteriormente se había intentado este mismo método utilizando hormonas de otras especies, extraídos de la de hipófisis de salmones y carpas, pero la tasa de fecundidad es muy baja y buena parte de las larvas que llegan a eclosionar se mueren a los pocos días. "Como eso lo desencadenan dos hormonas, lo que hemos hecho es producir esas dos hormonas específicas de anguila", explica Giménez. Y ahí es donde su empresa, Rara Avis Biotec, marca la diferencia.
Mediante un proceso de ingeniería genética, su equipo ha sintetizado una molécula de ADN que es la codificante que producen esas hormonas específicas de la anguila. "Lo que hacemos es convertirnos en la hipófisis del animal y hacemos lo mismo que cuando en una mujer no funcionan los ciclos reproductivos", explica Giménez. Con una inyección semanal, el cerebro de la anguila libera las hormonas FSH (foliculoestimulante ) y LH (luteoestimulante) y empieza a producir óvulos y espermatozoides, de la misma manera en que lo conseguimos en humanos que tienen problemas para tener hijos. "Hay dos aportaciones fundamentales de nuestro proyecto", resume el doctor. "Por un lado aportamos la tecnología para producir estas hormonas, que son difíciles de conseguir, y por otro lado aplicamos métodos más propios de la ginecología como las endoscopias y biopsias seriadas, o las ecografías periódicas para controlar lo que está pasando".
“O hacemos algo, o la especie se extingue sin remedio”, advierten los expertos
Los responsables del Proyecto Anguila saben que están empezando y que en estas primeras etapas se producirán errores y habrá que seguir indagando. El proceso de reproducción asistida comenzó el 14 de septiembre y dura unos cuatro meses (es mucho más lento que en humanos, a quienes nos basta con 10 días de tratamiento) y ya tienen los primeros resultados positivos. "Ya hemos visto que los ovocitos que estaban en etapas muy primordiales ya han llegado al proceso de vitelogénesis, han crecido y están madurando". De tener éxito, y si las anguilas en cautividad desarrollan óvulos y espermatozoides, el proceso de fecundación sería como el que se produce en el mar, donde los huevos y el esperma se mezclan en el medio líquido. Después habría que esperar a que eclosionaran, cuidar de las larvas y hacerlas madurar hasta soltarlas en el medio natural.
Para José Luis Crespo, el proyecto pretende crear una especie de 'backup' (copia de respaldo) de la especie, porque su desaparición puede ser inminente. Ya no son solo las consecuencias ecológicas las que les preocupan – se trata de un animal del que se alimentan decenas de especies, entre ellos algunos cetáceos – es que la comunidad de pescadores de El Palmar y otras regiones se quedarían sin trabajo y la cultura asociada al arroz y la anguila desaparecería. “Cuando una especie entra en barrena así y llega a los límites es muy probable que estemos en un punto de no retorno”, advierte el doctor Jiménez. "O hacemos algo, o la especie se extingue sin remedio”, concluye, “aquí no hay solución".
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