En el año 2015, cuando los especialistas tuvieron herramientas para examinar el registro genético más reciente de nuestra especie, encontraron una intrigante peculiaridad. Hace alrededor de 7.000 años, la diversidad genética- y en concreto la del cromosoma Y - se desplomó de forma radical en las poblaciones de África, Asia y Europa y continuó así durante otros dos milenios.
El descubrimiento de este llamado “cuello de botella del cromosoma Y” en el Neolítico se produjo a partir del análisis de las muestras de ADN recogidas de la saliva y la sangre de 456 individuos de siete regiones en cinco continentes, incluyendo África, los Andes, Asia, Europa y Oceanía. Los autores de aquel trabajo analizaron el cromosoma Y, que es transmitido por línea paterna, y el ADN mitocondrial, que permite estudiar en el tiempo la línea materna. Y los resultados mostraron una caída de la diversidad genética - algo que ha ocurrido en repetidas ocasiones a lo largo de nuestra evoluciono por distintos motivos, incluidas catástrofes ambientales - con la particularidad de que solo afectaba a los hombres.
Las guerras entre clanes reducían drásticamente la diversidad del cromosoma Y con el tiempo
Los autores de aquella primera investigación se aventuraron a asociar el extraño fenómeno con el cambio en el modelo social que se produjo en el Neolítico hace entre 12.000 y 8.000 años, cuando los humanos se organizaron en estructuras patriarcales y nació la agricultura. Lo que estábamos viendo, suponían, no era una bajada en el número de hombres vivos en la época, sino en el número de hombres que transmitieron sus genes dentro del grupo. En lugar de la supervivencia del más apto, llegaron a especular, el poder y la riqueza empezaron a jugar un papel crucial en el éxito reproductivo de un número limitado de hombres y sus hijos varones. De acuerdo con esta explicación, los hombres permanecían siempre en el mismo clan y las mujeres se emparejaban con miembros de otros clanes, de modo que la variación del cromosoma Y era limitada.
Ahora, el equipo de Tian Chen Zeng, de la Universidad de Stanford, ha realizado una serie de simulaciones matemáticas, que combinadas con las aportaciones de biólogos, antropólogos y sociólogos, ponen sobre el tapete otra posible explicación al fenómeno. En un trabajo publicado esta semana en la revista Nature Communications, los autores aseguran que el colapso fue tan grande que apenas sobrevivió un solo hombre por cada 17 mujeres de la época y lo atribuyen a las guerras entre clanes patriarcales que habrían diezmado la población masculina. Porque al introducir los datos en el modelo, es esta opción - la de que los hombres se aniquilaran sistemáticamente entre sí en las batallas entre distintos grupos - las que se ajustan más al panorama que aparece en el registro genético. Las guerras entre clanes por línea paterna reducían drásticamente la diversidad del cromosoma Y con el tiempo, mientras que otros escenarios no lo hacían.
Es otro ejemplo de que los cambios sociales y de organización tuvieron consecuencias en la variación genética
En otras palabras, que los cambios en la estructura social o los movimientos de hombres y mujeres entre clanes no presentarían este efecto de cuello de botella genético, incluso aunque hubiera conflictos entre ellos,. De este modo, la explicación más probable es que hubiera un periodo muy violento en el que los hombres de cada grupo murieron de forma sistemática, lo que coincide con algunos hallazgos de restos de matanzas encontradas en distintos lugares y en esa misma época. Recientemente, por ejemplo, el análisis de los restos encontrados en Schöneck-Kilianstädten (Alemania) mostró que hace 7000 años se produjo la matanza de 26 individuos a los que sus agresores torturaron con crueldad, una muestra más de la extrema violencia en aquella época en el centro de Europa.
“Nuestra propuesta está apoyada por los hallazgos arqueogenéticos y las teorías antropológicas”, sostienen los autores en su trabajo, en referencia a las pruebas de que las poblaciones descendientes de los agricultores y pastores del Neolítico descienden por línea paterna de un grupo comparativamente mucho más pequeño que los grupos de cazadores-recolectores. En cualquier caso, concluyen, es una evidencia más de que los cambios sociales y de organización entre los humanos “tuvieron consecuencias en la variación genética de maneras que aún tenemos que descubrir”.
Referencias: Cultural hitchhiking and competition between patrilineal kin groups explain the post-Neolithic Y-chromosome bottleneck (Nature Communications) | Science Alert | Stanford News Service
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