Los icebergs son masivos bloques de hielo que se desprenden de glaciares, tanto en el Ártico como en la Antártida, y flotan en los océanos.
En el Ártico, el ejemplo más famoso es el del iceberg vinculado al trágico desenlace del Titanic. Tras la desafortunada colisión y hundimiento de este crucero en 1912, los gobiernos tomaron medidas, dando lugar a la primera convención para la seguridad de la vida humana en el mar (SOLAS, por sus siglas en inglés) en 1914.
Asimismo, la Patrulla Internacional del Hielo (IIP, por sus siglas en inglés) se formó para monitorear los icebergs en el Atlántico Norte y proporcionar productos de alerta relevantes a la comunidad marítima.
Patrullando los icebergs
La Patrulla Internacional del Hielo utiliza la posición prevista de los icebergs con círculos de error asociados para determinar los “límites de todo el hielo conocido”, haciendo énfasis especialmente en los bordes sureste, sur y suroeste de su área de operación (desde latitud 40 °N a 52 °N y longitud de 39 °W a 57 °W).
A diferencia de lo que sucede en la Antártida, en el Ártico no existe un sistema centralizado de nombres para icebergs. Esto es debido a la naturaleza menos constante y estructurada que tienen los bloques de hielo en esta región, que son más pequeños y se forman de manera más dispersa. Además, el Ártico tiene menos actividad humana y estaciones de investigación.
El océano Ártico es hogar de varios tipos de icebergs, procedentes de plataformas de hielo canadienses, el archipiélago noruego de Svalbard y diversas ubicaciones en el Ártico ruso. También hay glaciares, como el Glaciar Columbia en Alaska, que generan a su vez otros icebergs, aunque estos no viajan muy lejos desde su punto de origen.
En la actualidad, la mayoría de los icebergs del Ártico tienen su origen en los glaciares de la capa de hielo de Groenlandia, los cuales generalmente viajan hacia el Atlántico Norte.
Los icebergs de la Antártida tienen nombre propio
En la Antártida se empezaron a monitorear los icebergs unos años más tarde que en el Ártico. La peculiaridad es que, en esta región del sur, cuando estos colosos del hielo comienzan a derivar, se les asigna un nombre.
Los datos de icebergs rastreados están disponibles desde 1978 hasta el presente en el Centro Nacional del Hielo de Estados Unidos (US NIC, por sus siglas en inglés), responsable de nombrar y monitorear semanalmente los icebergs. Para incluir el movimiento del iceberg en la base de datos se exige cumplir tres requisitos:
- El iceberg debe presentar longitudes superiores a 18,5 kilómetros a lo largo de su eje mayor.
- El avistamiento más reciente debe haber ocurrido en los últimos 30 días.
- La posición del iceberg debe estar al sur de la latitud 60 ºS.
¿Cómo se nombran los icebergs? Por cuadrantes
El interés por el seguimiento de estos enormes bloques de hielo no se limita a la comunidad marítima. También atrae la atención de científicos y expertos en ingeniería que buscan comprender su posición y comportamiento para tenerlos en cuenta en sus actividades de campo. Con el fin de facilitar una comunicación efectiva entre científicos, organizaciones y el público en general, se optó por asignarles nombres distintivos.
Es importante destacar que no se trata de nombres con connotaciones de género, como los utilizados en el pasado para fenómenos meteorológicos como las borrascas. En el contexto antártico, los icebergs reciben denominaciones basadas en los cuadrantes donde fueron avistados inicialmente: A, B, C y D. Cada iceberg se identifica con la letra de su cuadrante antártico de origen, seguida de un número secuencial.
- A = 0-90 ºW (Bellingshausen/Mar de Weddell)
- B = 90 ºW-180 (Amundsen/Mar de Ross Oriental)
- C = 180-90 ºE (Mar de Ross occidental/Wilkesland)
- D = 90 ºE-0 (Amery/Mar de Weddell Oriental)
Por ejemplo, si un iceberg fue avistado inicialmente en el cuadrante A, se le asigna el nombre A-68 si es el iceberg número 68 en la secuencia de avistamientos. En casos en los que se desprenden fragmentos de icebergs ya nombrados, se les añaden letras de manera secuencial como en la imágen: A-68A, A-68B, A-68C, etc.
Este sistema proporciona una metodología clara y eficiente para la identificación y seguimiento de los icebergs. También garantiza una comunicación precisa y comprensible entre los distintos actores involucrados en el estudio de estos fenómenos marinos.
¿Cuántos icebergs hay?
Debido a la imprevisibilidad del desprendimiento de icebergs y sus diferentes grados de fusión, resulta difícil prever su progreso. No obstante, la base de datos de icebergs proporcionada por la Universidad Brigham Young ofrece información de monitoreo desde julio de 1978 hasta agosto de 2023 con 363 icebergs.
Esto supone la formación de aproximadamente 8 icebergs al año si uno asume un ritmo constante de formación (161 icebergs en el cuadrante A, 107 en el B, 58 en el C, y 37 en el D). Añadiendo los datos desde agosto de 2023 a enero de 2024, se formaron 5 icebergs más: 1 en el cuadrante A y 4 en el D.
Si les interesa saber qué icebergs están siguiendo a día de hoy, pueden hacerlo desde este enlace.
¿Cuánto ‘viven’ y qué tamaños alcanzan?
Existen muchos tamaños, pero gracias al monitoreo sabemos que el iceberg más grande hasta la fecha ha sido el B-15, con una área superficial de 11 kilómetros cuadrados, similar al tamaño de la isla de Jamaica.
Por otra parte, la vida media de un iceberg también puede variar y depende de factores como el tamaño inicial del iceberg, las condiciones climáticas y las corrientes oceánicas. Los icebergs pueden durar desde unos pocos días hasta varios años. Algunas fuentes hablan de un promedio de tres a seis años. No obstante, algunos icebergs sobrepasan este valor, como el iceberg A-23A, cuyo monitoreo contiene información de hace ya más de tres décadas.
¿Qué pasará con el cambio climático?
El calentamiento acelerado alrededor de la península Antártica está desencadenando consecuencias impactantes como el colapso de plataformas de hielo y el retroceso significativo del 87% de los glaciares.
Hay una gran pérdida anual de hielo que alcanza las 41,5 gigatoneladas. Esta cantidad sería equivalente al volumen que el río Támesis desagua en aproximadamente una semana. La inestabilidad de los glaciares después de estos colapsos plantea preocupaciones sobre el futuro de la capa de hielo de la Antártida Occidental.
¿Cómo se vincula esta información con los icebergs? La hipótesis de la inestabilidad de la capa de hielo marina sugiere que el calentamiento atmosférico y oceánico podría desencadenar un aumento en el derretimiento y en el retroceso de la capa de hielo. Esto generaría más icebergs y contribuiría al aumento del nivel del mar al crear un ciclo de retroalimentación positiva.
Estos eventos resaltan la urgencia de abordar el cambio climático para mitigar sus impactos en la región antártica y sus consecuencias globales.
Marta Veny, Personal Investigador en Formación, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria; Borja Aguiar González, Personal Docente e Investigador, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y Francisco José Machín Jiménez, Profesor Titular de Universidad. Oceanógrafo Físico, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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