Elisa Sainz de Murieta es doctora en Geología e investigadora de adaptación al cambio climático en el Basque Centre for Climate Change-BC3. Su investigación se centra en el impacto medioambiental y económico del aumento del nivel del mar en la costa vasca y en desarrollar un marco de evaluación de riesgos para apoyar el diseño de estrategias de adaptación exitosas en las ciudades costeras. Tras pasar unos años por la política, como directora de Biodiversidad y Participación Ambiental del gobierno vasco, aspira a que su investigación y la de otros expertos en economía ambiental contribuya a poner en la mente de políticos e inversores que es más rentable tomar medidas contra el cambio climático que pagar la factura de las consecuencias. Charlamos con ella tras su paso por el evento Naukas Pro, celebrado en Bilbao hace unos días, y con el último informe del IPCC encima de la mesa, en el que se advierte de que la subida del nivel del mar será mayor de lo esperado.
Parece claro que los científicos se quedaron cortos respecto a las previsiones de subida del océano, ¿no?
De eso no hay ninguna duda. El informe actual va más allá y prevé una subida de 10 centímetros del nivel del mar más que el anterior. Ahora se investiga qué pasará con las contribuciones del deshielo de la Antártida y el Ártico, que ha sustituido a la expansión térmica, que hasta ahora era el mecanismo dominante. El problema es que no se sabe muy bien qué pasará con la desestabilización de todas esas capas de hielo, sobre todo en la Antártida.
Ya no pasa solo en Alaska, cada día conocemos nuevos lugares donde el mar se traga playas o casas, ¿han visto algo así en su investigación?
Las costas de Euskadi tienen mucho acantilado, por eso ese cambio no es fácil de ver. Hay costas mucho más vulnerables a la erosión, como la costa oeste africana o las del este de Estados Unidos. Hay previsiones de que las playas en fin de siglo, en el escenario más desfavorable, sufrirán unas subidas mucho mayores, pero está en nuestra mano mitigarlo. Es importante que la gente no se quede con la sensación de que no podemos hacer nada, hay mucho que hacer. Cada pequeña décima de grado de calentamiento importa. Hay que actuar para evitar que cosas que ya estamos viendo vayan a peor en el futuro.
En uno de sus trabajos recientes aplicaron técnicas de economía para analizar el riesgo de estas subidas del mar en distintas ciudades del mundo, ¿cómo es esto?
Es un trabajo que hicimos con un compañero que es experto en riesgos financieros, Luis Maria Abadie. Cuando empezamos a colaborar, la idea era aplicar modelos matemáticos de riesgos e incertidumbres a los aumentos del nivel del mar. En economía del cambio climático, cuando se habla de daños, se habla de medias- de media vas a tener 100€ de daños, pero es una media, puedes tener 120 o puedes tener 80. Lo que hacen los analistas de riesgo es fijarse en situaciones de baja probabilidad pero cuyos daños son catastróficos. Y es el tipo de modelos de decisión que utilizamos cuando se hacen inversiones importantes, como la construcción de una planta energética. Es buscar el peor escenario posible, por eso nosotros nos fijamos en el 5% de los peores casos.
“Queremos que los políticos puedan debatir cuánto riesgo quieren correr o puede asumir una ciudad”
Y vieron que es muy importante tener en cuenta los efectos a nivel local…
Claro, porque cuando hablamos de aumento del nivel del mar se habla de valores medios y aumento global. Pero puede haber diferencias a nivel regional de hasta el 30%, porque hay costas que se están hundiendo, como el delta del Ebro o Bangladesh, y hay otras zonas como los países escandinavos que están subiendo. ¿Por qué? Porque en la ultima glaciación estaban cubiertas del hielo. Al deshacerse los hielos, los continentes - que son como corchos flotando, por decirlo de forma muy simplificada - se elevan. El nivel del mar no es igual en todo el mundo, por eso es tan importante mirar a nivel local. Lo que hicimos fue mirar qué ocurría en diferentes escenarios de cambio climático y cómo utilizar esa información para decidir cuánto queremos protegernos, que los políticos o los expertos puedan debatir cuánto riesgo quieren correr o puede asumir la ciudad. Y en función de eso hicimos un mapa con qué ciudades tienen que tener más prisa para adaptarse, como las del sudeste asiático.
Al final la idea es aportar herramientas para que se puedan tomar decisiones políticas…
Imagina que una ciudad no quiere asumir daños mayores del 1% de su PIB. Conociendo el escenario de aumento del nivel del mar en esas zonas podemos ver cuándo se superaría ese nivel de riesgo. Las ciudades que están en rojo son las que deberían tomar medidas de urgencia y darse más prisa por adaptarse. En Europa serían los Países Bajos, pero también vemos un montón de ciudades indias y chinas, la costa oeste africana y la costa este estadounidense.
Eso me recuerda que en Indonesia ya han tenido que mover la capital a otro lugar porque la ciudad de hunde.
Ese es un ejemplo de ciudad que dice ‘bueno, es que todas las inversiones que vayamos a hacer aquí no nos van a evitar determinado riesgo y nos sale mejor mover los centros de decisión a otras ciudades’. Ese es el tipo de medidas de adaptación al final y en muchos sitios es posible que no quede más remedio que hacer cosas así, porque estos países son de los puntos mas vulnerables del planeta. En cualquier caso, no es fácil que haya muchas ciudades que se larguen a otro sitio, porque es una medida políticamente difícil. Por ejemplo en Miami ya vemos edificaciones de barreras de arena por toda la costa, pero según cómo evolucione. Si seguimos por el camino que vamos, las medidas tendrán que ser mas drásticas.
“Hablar de euros es bastante práctico cuando hablas con políticos o con gestores”
¿En euros se entiende mejor el cambio climático?
Nosotros no solo queremos saber cuánto sube el nivel del mar, sino qué impacto puede tener en el futuro en una ciudad. Yo me he pasado al mundo de la política y las ciencias económicas porque hablar de euros es bastante práctico cuando hablas con políticos o con gestores, porque en general son métricas que todo el mundo entiende. Pensar en los costes de no actuar siempre ayuda, y de hecho es muy efectivo: que desaparezca el oso blanco nos puede preocupar, pero hay mucha gente que le da igual, pero cuando estamos escuchando que en el sitio en el que vivimos vamos a tener inundaciones más frecuentes, pues la cosa cambia. En el último informe del IPCC se da un dato bastante escalofriante, por ejemplo, dice que los eventos extremos que antes ocurrían una vez cada 100 años a final de siglo ocurrirán una vez al año, y además lo dice con un grado de confianza muy alto.
El IPCC también dice que en el escenario de menos emisiones la subida del nivel del mar podría situarse en entre 30 y 60 centímetros.
Efectivamente. Y en el otro escenario estamos hablando de un calentamiento que nos lleva a un aumento de 4 o 5 grados. Además, está encima de la mesa el asunto de si existen los puntos de no retorno (los tipping points), que ahora se investiga mucho. Por ejemplo, el informe del IPCC menciona que la desestabilización de la capa de hielo de la Antártida no se sabe cuándo no va a ocurrir una situación que luego no tenga marcha atrás. Cuando jugamos con los tiempos estamos asumiendo riesgos- cosas que no tienen marcha atrás. Porque si no mitigamos a tiempo a lo mejor hay una serie de elementos que no tienen vuelta atrás en siglos. Eso es un riesgo con el que estamos jugando.
Los eventos extremos que antes ocurrían una vez cada 100 años a final de siglo ocurrirán una vez al año
Una ruleta rusa climática.
Eso es. Cuanto más calentamiento haya, más posibilidades de que se desencadenen procesos que no entendemos muy bien. Lo difícil es saber exactamente qué dispara ese proceso. No sabes si lo que puede desestabilizar la Antártida son 2 grados, si son 2,3 o es 1,7. Y eso sería muy importante saberlo con certeza.
¿Y solo se hará algo cuando nos toque el bolsillo?
Ese es uno de los trabajos de los economistas ambientales, poner encima de la mesa que es rentable actuar contra el cambio climático. Ahí está el informe Stern en 2006, que es un hito, porque dejó claro que era mucho más caro soportar los impactos que actuar para mitigarlos. Y eso es un dato fundamental. Aunque luego se discutieron las cifras, tal era la desproporción, que él hablaba de que los daños podrían alcanzar entre un 5 y un 10% del PIB y los costes de actuar podrían estar entre el 1 y el 5%. En cualquier caso, sale rentable actuar, y esa es una perspectiva si quieres muy monetaria y no le gusta a todo el mundo, pero es muy válida para hablar con determinados sectores. Y, de hecho, en el mundo las finanzas se están moviendo cosas, está habiendo desinversiones, se están empezando a aplicar criterios de riesgos a la hora de dar préstamos… El Banco Central Europeo pide ahora para proyectos de inversión que haya análisis de riesgo climático. A ver, los inversores idiotas no son, pueden ser egoístas, pueden preocuparse de lo suyo, pero si hay riesgos los van a considerar.
“Greta está consiguiendo algo que nadie había conseguido hasta ahora”
¿Qué le parece el papel de Greta Thunberg y este gran movimiento de los jóvenes? ¿No se les está yendo la mano con el alarmismo?
Yo creo que hay razones científicas de sobra para preocuparse. Hay científicos que dicen que hemos pasado de ‘estudiar’ el cambio climático a ‘vivir’ el cambio climático. Si no actuamos, a finales de siglo vamos a vivir una situación sin precedentes y a todos los niveles, y no solo en África o para los osos polares. Lo que tampoco creo sea bueno es decir que vamos a una hecatombe, hay que evitar el derrotismo, porque la gente puede decir ‘pues paso y no hago nada’. Pero a mí me parece que Greta está consiguiendo algo que nadie había conseguido hasta ahora; todos los científicos del IPCC llevan décadas advirtiendo de estos problemas y sin embargo Greta ha tenido la capacidad de movilizar a un montón de gente.
Quizá hay que cambiar nuestra percepción sobre el riesgo…
Comunicar sobre el cambio climático tiene varios problemas, el primero es el de los plazos largos. A un político que está para gobernar cuatro años, ¿cómo le explicas que las decisiones que tiene que tomar son importantes para que no pase en el futuro? Ese salto es muy difícil. El segundo problema es el tema del impacto intergeneracional, porque va a afectar a generaciones en el futuro, y eso es algo que Greta ha sabido explicar muy bien. “Nos estáis dejando un pasivo que vamos a tener que solucionar nosotros cuando no somos responsables”, nos dice. Y la tercera es que las emisiones al final son como llenar una bañera. Lo importante es estabilizar las emisiones, es decir, que lo que entra por el grifo y lo que sale por el sumidero sume cero y la concentración de CO2 no aumente en el atmósfera. Pero debemos ser conscientes de que en todos los países las emisiones se vierten a una bañera que es común. Y al final los países más pobres, los que no han participado en el problema, lo van a sufrir mucho más que aquellos que lo han generado. En todo este contexto Greta ha sabido transmitirlo y conectar con un montón de gente, a mí eso me parece impresionante. Ella tiene un rol y una capacidad y otros tenemos que lanzar el mensaje de que efectivamente el futuro pinta negro si no hacemos nada, pero que podemos hacer muchas cosas.
“Hay que hacer una transición justa porque, si no, esa gente jamás va a apoyar las medias climáticas”
¿Si mañana le dan el misterio de Cambio climático, qué tres medidas implementaría?
Es difícil, pero en principio apostaría por gravar a las actividades intensivas en emisiones y apoyar a las actividades bajas en carbono. También apostaría por la movilidad y cambiar el sistema de transporte, sobre todo en las ciudades, hacia sistemas más bajos en emisiones. Todo ello acompañado de un plan de transición justa. Esto se ha empezado a oír más a partir de las protestas de los “chalecos amarillos” en Francia, que surgió a raíz de una medida que en principio era una medida climática: gravar el diesel. Eso generó una situación de injusticia, pero ¿la medida estaba mal? No. Hay que gravar las actividades que generan más emisiones y favorecer las que no, pero no es tan fácil de hacer. Por eso ha surgido el tema de que las transiciones tienen que ser justas: toda la gente que trabaja en cementeras, en automoción, no puedes pensar que se van a ir a la calle y punto. Tienes que mirar con una perspectiva de justicia, pensar qué hago con estos sectores que en el futuro se tienen que convertir en un sector climáticamente sostenible, pero que tienen muchísima gente empleada. Y ahí hay que hacer estrategias de transición, porque si no, esa gente jamás va a apoyar las medias climáticas y va a haber conflictos sociales importantes. Pasar de lo que dice Greta a la práctica, al final tampoco es tan fácil.
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