Aunque su historia de domesticación y sus comportamientos son muy diferentes, perros y gatos tienen mucho en común. Cuando se dedican a jugar a perseguir o buscar un objeto, ambos combinan elementos típicos de su naturaleza depredadora y social.
Además, los dos conviven estrechamente con los humanos, con los que son capaces de mantener ricas experiencias de interacción.
En nuestro estudio recién publicado, descubrimos que más del 40 % de los gatos participantes jugaban a buscar la pelota, en comparación con casi el 80 % de los perros. También esbozamos varias razones posibles para el juego de buscar y traer, como la selección genética durante el proceso de domesticación o los efectos del aprendizaje.
Investigación escasa
Todo empezó cuando, en 2023, unos investigadores británicos publicaron un estudio que exploraba algunas características clave de la búsqueda en los gatos. Tras encuestar a 924 propietarios de mininos, descubrieron que estos animales recuperaban una gran variedad de objetos, desde juguetes para mascotas y bolas de papel hasta bolígrafos, tapones de botellas e, incluso, zapatos.
Tal vez lo más intrigante fue el hecho de que, en general, no estaban entrenados para buscar objetos, sino que lo hacían de forma espontánea. También preferían ser ellos los que tomaban la iniciativa y, cuando acercaban un juguete a su dueño, jugaban más que cuando era este quien se lo lanzaba.
Sin embargo, como este estudio solo tenía en cuenta a felinos que buscaban juguetes, no había forma de comparar los resultados con el comportamiento de otros gatos.
Así fue cómo, en nuestro equipo de investigación, nos propusimos averiguar qué hacía que algunos fueran más propensos a buscar que otros.
¡Trae la pelotita!
¿Y los perros? Buscar es una de las formas más comunes de juego entre perros y humanos. Muchos canes han sido criados y seleccionados específicamente para ayudar en la caza humana recuperando presas. Por eso, esperábamos encontrar abundantes investigaciones sobre su comportamiento de búsqueda. Pero nos equivocamos.
Para ayudar a llenar este vacío, nuestro grupo se asoció con James Serpell, investigador de la Universidad de Pensilvania, que había desarrollado dos herramientas basadas en encuestas para evaluar el comportamiento de perros y gatos. Estas incluyen preguntas básicas sobre la raza, la edad y el entorno vital de cada animal, seguidas de docenas de apartados sobre su comportamiento, incluidos rasgos como la conducta depredadora, la sociabilidad con los humanos, el nivel de actividad, el miedo o la búsqueda de comida.
A partir de una muestra de miles de propietarios de estas mascotas, analizamos los resultados para averiguar hasta qué punto es común afanarse en la actividad de busca y qué características del animal y de su entorno pueden predecir este comportamiento.
Los perros buscan más
Descubrimos que en los gatos es mucho más frecuente de lo que esperábamos. Más del 40 % “a veces, normalmente o siempre” buscaba. El porcentaje subía a un 78 % en los perros.
Curiosamente, el hecho de ser macho se asoció con un aumento de la búsqueda en ambas especies. Por el contrario, ser mayor y tener problemas de salud disminuía la probabilidad. En todos los casos, además, el hecho de compartir el hogar con otro perro también disminuía la probabilidad de que el animal representado en la encuesta jugara a buscar un objeto.
También había diferencias entre razas, sobre todo, entre los perros. Las que son populares por ser receptivas a las instrucciones humanas y por interesarse por los juguetes, como los pastores alemanes, los golden retriever y los labradores retriever, estaban entre las más propensas a buscar. En el polo opuesto, estaban los sabuesos y los perros guardianes de ganado.
Asimismo, su comportamiento de búsqueda se correlacionaba con su receptividad al adiestramiento, independientemente de la raza, lo que apunta a la importancia potencial de la selección temprana de perros para ayudar a los humanos, mucho antes de que empezáramos a desarrollar las distintas razas.
Por otro lado, hay muchas menos razas de gatos que de perros y en nuestro estudio había menos gatos de raza pura que perros. Aun así, también encontramos diferencias de raza entre los gatos. Los siameses, los tonkineses, los birmanos y los bengalíes fueron los más dados a buscar.
Encontramos, en este caso, que guardaba una correlación con el nivel de actividad: los gatos más aficionados a correr, saltar, interactuar con objetos nuevos en casa e iniciar el juego con sus dueños se dedicaban más a los juegos de buscar objetos.
De la caza a la captura
Las raíces de este comportamiento se encuentran en las prácticas de caza. Los gatos son conocidos como cazadores de acecho, lo que significa que se acercan sigilosamente a su presa y se abalanzan en el momento oportuno. Mientras, se cree que los perros son depredadores de persecución que persiguen a sus presas a grandes distancias.
El desarrollo de las razas ha alterado la secuencia típica del comportamiento depredador de los perros: orientarse, mirar, acechar, perseguir, agarrar-morder, matar-morder. En la actualidad, las que han sido criadas para un comportamiento exagerado o aumentado de “persecución y/o agarre-mordedura” –como los pointers y los retrievers– son más propensas a buscar y menos a completar la secuencia depredadora y “matar-morder”.
Sin embargo, tanto los gatos como los perros transportan las presas lejos del lugar de la muerte, lo que también puede explicar en parte cómo puede surgir un comportamiento como el de ir a “buscar la pelotita”.
El juego entre especies
Hemos visto cómo, a pesar de todas las diferencias, perros y gatos convergen en un comportamiento similar a la hora de perseguir o ir a buscar un objeto que se les lanza. Es una actividad que pone de relieve el papel clave de la relación humano-animal… aunque nuestras mascotas nos perciban simplemente como el elemento que hace que el juguete se mueva para que ellos puedan perseguirlo.
Por otra parte, a pesar de que a menudo se considera que los gatos son independientes y distantes, estudios recientes han descubierto que pueden mostrar apego a los humanos, captar señales sociales de los humanos e, incluso, reconocer la voz de su dueño.
Esperamos que nuestro estudio anime a la gente a comprender que son capaces de entablar relaciones afectuosas con nosotros, especialmente cuando estas populares mascotas están bien socializadas y se les proporciona un entorno enriquecido y seguro. Incluida la búsqueda, si a su minino le apetece.
Mikel Delgado, Senior Research Scientist, College of Veterinary Medicine, Purdue University y Judith Stella, Senior Research Scientist, College of Veterinary Medicine, Purdue University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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