Hace más de medio siglo que tratamos de imitar en laboratorio el suelo de la Luna. Antes de que el programa Apolo de la NASA dejara las huellas de Buzz Aldrin en el regolito lunar, ya se habían hecho simulaciones en la Tierra de lo que iban a pisar las botas de los astronautas.
Las misiones Apolo trajeron muestras que nos permitieron conseguir datos muy fiables de la composición de diferentes regiones de la Luna, y ahora acabamos de conseguir reproducir con exactitud el suelo de Fra Mauro, la región del satélite natural que sirvió de base de aterrizaje a la misión Apolo 14. La tierra negra conseguida tiene nombre propio: LZS-1.
LZS-1 es el nombre científico de un simulante de regolito lunar hecho a partir de basaltos de la isla de Lanzarote, en Canarias (España), una isla excepcionalmente parecida a la Luna en su composición y a Marte en cuanto a sus materiales y procesos geológicos. Lanzarote es un privilegiado laboratorio natural, una Luna habitable.
Lo bueno de las imitaciones
Si tuviéramos el sistema solar a tiro de piedra, cada segundo tendríamos millones de datos. Pero las distancias en el cosmos son enormes, las condiciones de trabajo son muy hostiles cuando uno abandona el confort de la atmósfera y la gravedad terrestre, y el envío de material al espacio es extremadamente costoso.
Evitar el viaje y las dificultades de trabajar en el ambiente hostil de nuestro satélite son dos buenas razones por las que hemos buscado zonas en la Tierra similares geológicamente a nuestro satélite y a otros objetos planetarios como Marte en los que es posible investigar sin salir de la Tierra.
No es raro que la Luna y la Tierra se parezcan. De hecho, la Luna se formó posiblemente en apenas unas horas, con gran parte del material de nuestro planeta que fue eyectado al espacio como consecuencia del colosal impacto que originó nuestro satélite. Lo que es más raro, o al menos excepcional, es que hayamos localizado rocas en Lanzarote que muestran sorprendentes similitudes con las de la zona de aterrizaje del Apolo 14.
Ahora que tenemos la Luna en un bote
Uno de los aspectos más críticos en la ciencia e ingeniería espaciales es el suministro de materiales y víveres a los astronautas de un futura colonia. Esto quiere decir que, si algún día se hace realidad una base en la Luna como pretende el programa Artemis de la NASA, en lo posible, tendrán que ser capaces de aprovechar cada recurso que se encuentren allí. Deberán intentar ser autosuficientes.
Las muestras de suelo lunar (regolito) y de rocas traídas a la Tierra por las misiones Apolo son muy escasas y la realización de estudios limitada. Por eso hace más de 20 años en España y otros países se estudian diferentes materiales que pudieran ayudarnos a simular los existentes en la Luna, Marte e incluso algunos asteroides .
Es en este punto donde cobra sentido práctico nuestra investigación, en la que confluye la geología con otras áreas científicas. Un proyecto realizado entre el Instituto de Geociencias (CSIC-UCM) y la Universidad Complutense de Madrid: la fabricación de un material con el que poder investigar, desde esta nueva perspectiva, en y sobre la Luna.
Materiales para pistas de aterrizaje, carreteras y escudos de protección
El nuevo material, al que hemos llamado LZS-1, se une a los ya existentes, desarrollados por distintas agencias espaciales y centros de investigación. Sin embargo, es la primera vez que se desarrolla atendiendo a su uso como un recurso para la habitabilidad.
Más de 500 análisis nos permitieron determinar sus propiedades con gran precisión y cuáles podrían ser sus aplicaciones en el futuro.
LZS-1 podría servir para construir en la Luna pistas de despegue y aterrizaje, caminos, carreteras y escudos frente a la radiación.
El simulante que hemos obtenido también sirve para experimentar cómo extraer elementos del suelo lunar, recursos como oxígeno obtenido de los óxidos y silicatos, hierro, titanio y otros elementos estratégicos.
LZS-1 también permitirá evaluar si es posible el cultivo de plantas y alimentos en invernaderos controlados en la Luna.
De Lanzarote al espacio
El 13 de enero de este año conseguimos lanzar un experimento con un basalto de Lanzarote al espacio en un cohete de Elon Musk, un Falcon 9 que despegó desde Cabo Cañaveral. Si vamos a construir una base en la Luna con material parecido al que hay en Canarias, con basaltos, tendremos que saber cómo se deteriora y fractura ese material, cómo se comporta bajo condiciones de ingravidez, cómo le afecta la radiación.
La muestra de LZS-1 estará tres años orbitando alrededor de la Tierra, con una microcámara y sensores que nos permiten analizar su comportamiento.
El simulante canario se encuentra almacenado y apropiadamente conservado en las instalaciones del Instituto de Geociencias. Una parte ya se está analizando para, entre otras cuestiones, probar si sirve como sustrato para que germinen plantas.
LZS-1 es solo un primer paso para ensayar en Lanzarote los muchos desafíos de hacer habitables otros planetas y garantizar la supervivencia de los astronautas en el espacio. Un nuevo primer paso para la humanidad.
Fernando Alberquilla Martínez, Personal de Apoyo a la Investigación en el Departamento de Química-Física de la UCM, Universidad Complutense de Madrid y Jesús Martínez-Frías, Investigador Científico. Jefe de Grupo de Investigación y Laboratorio. Experto en Meteoritos, Geología Planetaria y Astrobiología. Miembro de los equipos de ciencia de las misiones NASA-MSL (Curiosity) y NASA-Mars2020 (Perseverance), Instituto de Geociencias (IGEO - CSIC - UCM)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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