Uno de los alimentos más presentes en nuestra dieta es el pan y, aunque la recomendación general es la de sustituir el pan blanco por el integral, los efectos metabólicos y sobre la microbiota aún no se conocen con detalle. Por eso, el equipo de Eran Segal, del Instituto Weizmann, ha realizado un estudio muy meticuloso con veinte voluntarios a los que dieron diferentes aportaciones de pan integral y pan blanco durante un mes.
El trabajo, publicado este martes en la revista Cell Metabolism, consistido en reclutar a 20 personas cuyo consumo de pan supusiera un 10 por ciento de las calorías de su dieta y dividirlos en dos grupos. Al primero se le dio pan blanco y al segundo pan integral, y al cabo de dos semanas se intercambiaron las dietas. Durante el mes que duró el experimento, los investigadores analizaron los niveles de glucosa y de calcio, hierro y magnesio, se controló el colesterol, la actividad enzimática de riñón e hígado y numerosos marcadores de la inflamación y el daño de tejidos. Y de manera complementaria se observaron los cambios en las bacterias del intestino antes, durante y después del estudio.
Para sorpresa de los autores, el resultado fue que el tipo de pan no afectaba de manera significativa a los sujetos
Para sorpresa de los autores, el resultado fue que el tipo de pan no afectaba de manera significativa a los sujetos y que diferentes personas presentaban diferentes respuestas a cada tipo de pan. “El hallazgo inicial, y esto era muy diferente a lo que esperábamos, fue que no había diferencias clínicas significativas entre los efectos de estos dos tipos de pan en ninguno de los parámetros que medimos”, asegura Segal. “Medimos una buena cantidad de marcadores y no había diferencia apreciable en el efecto de esta intervención dietética a la que les sometimos”.
Basándose en un estudio realizado por el mismo equipo anteriormente y en el que descubrieron que cada persona tiene una respuesta glucémica diferente a la misma dieta, Segal intentó averiguar si aquí estaba sucediendo lo mismo con diferentes tipos de pan. Y lo que concluyeron fue que, efectivamente, la mitad de los voluntarios tenían una respuesta mejor al pan blanco procesado y el resto asimilaba mejor el pan integral. “Los hallazgos de este estudio no solo son fascinantes, sino potencialmente muy importantes: personas diferentes reaccionan de forma diferente, incluso a la misma comida”, explica Eran Elinav, coautor del trabajo. “El descubrimiento podría llevar a una aproximación más racional a la hora de decirle a la gente qué alimentos son mejores para ellos, basándonos en su microbioma”.
Los autores reconocen que no han considerado la sensación de saciedad que produce cada uno de los dos tipos de pan y el también coautor Avraham Levy recuerda que debido al alto contenido de fibra, la gente suele comer menos cantidad de pan integral. “Así que la historia debe continuar”, apunta. Para el nutricionista Aitor Sánchez (@midietacojea), es comprensible que cada sujeto responda de una manera, pero a nivel epidemiológico y poblacional a día de hoy está justificado sustituir los refinados por integrales. “El pan integral es más completo, incluye el germen y el salvado, lo que provoca mejor salud intestinal y más saciedad, con la consiguiente mejora en prevención de sobrepeso o manejo de diabetes”, explica a Next. “El aporte de fibra es superior en las versiones integrales, algo especialmente interesante en nuestro entorno cuando sabemos que la inclusión de fibra en nuestras dietas está muy por debajo de las recomendaciones diarias”, asegura el nutricionista Juan Revenga (@juan_revenga). Las versiones integrales de los alimentos con base en los cereales tienen, además, “una mayor e interesante densidad nutricional a partir de más vitaminas, minerales y otras sustancias -fitonutrientes- habitualmente con muy buena prensa de cara al pronóstico de salud”, recuerda.
"La corriente de la nutrición personalizada está sirviendo para justificar de todo", dice Aitor Sánchez
Para Revenga, el estudio presenta algunos problemas de forma que serían mejorables. “El periodo de intervención tomando primero un pan y luego otro, me parece especialmente corto para sacar conclusiones”, apunta. “Debería plantear otro ensayo con más población, de más duración y, al menos sobre el papel, controlando mejor otras variables”. Sánchez también se muestra escéptico con esta nueva tendencia a defender la nutrición personalizada. “Es una corriente en crecimiento que está sirviendo para justificar de todo”, argumenta. “Con la moda la gente se está preocupando más de si me engorda más la panceta que las chuletas. La base de la nutrición es la epidemiología, y ahí tenemos una robustez inmensa de qué es sano a nivel de salud pública frente a lo que no”.
Referencia: Bread affects clinical parameters and induces gut microbiome-associated personal glycemic responses (Cell Metabolism)
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