Desde 2015, la Comisión Europea anda tras la pista de las mieles adulteradas. Ahora, Europa estudia prohibir un edulcorante elaborado con mieles de origen chino por su contenido en grayanotoxina, el componente tóxico de las llamadas “mieles locas”. En dosis altas afecta al sistema nervioso central y produce confusión, agitación, delirio y amnesia. También puede causar un síndrome colinérgico cuyos efectos, muy parecidos a los que produce la ingesta de la seta matamoscas Amanita muscaria, son bien conocidos desde hace miles de años.
La miel elaborada por las abejas melíferas a partir de especies europeas como Rhododendron luteum y R. ponticum (conocidos como rododendros o azaleas) se ha usado más de una vez durante tiempos de guerra. Galos, lombardos, sajones y britanos colocaban colmenas con miel tóxica a lo largo de los caminos por los que pasaban los soldados romanos. Algunos, después de consumir en exceso el dulce y en apariencia inocuo alimento, quedaban fuera de combate por los cólicos repentinos.
La miel venenosa de los alrededores de Trebisonda (Turquía) era famosa en tiempos de Plinio, quien dio cuenta de ella en su Historia Natural (XXI:XLV:77). En su Geografía (12.3.18), Estrabón narra cómo los heptacomitas, “unos pueblos absolutamente salvajes” que “habitaban en las montañas turcas y vivían encaramados en los árboles y asaltaban a los caminantes”, acabaron hace más de dos mil años con tres manípulos (casi quinientos soldados) del ejército de Pompeyo. Lo hicieron colocando cuencos de miel loca en los caminos. Luego, “cuando los soldados bebieron la mezcla y perdieron el sentido, los atacaron y los eliminaron fácilmente”.
Más famoso es el episodio de envenenamiento que sufrieron los mercenarios griegos (la Expedición de los Diez Mil) que, hace casi veinticinco siglos, invadieron Persia reclutados por Ciro el Joven. En la Anabasis (Libro IV: 16), Jenofonte, que formó parte de la expedición como general, relató los efectos que había producido la ingesta de la miel de R. ponticum en los expedicionarios:
“Lo que más era de maravillar era ver las muchas colmenas que allí había. Y a todos cuantos soldados comían de los panales se les revolvía el alma, y arrojaban por arriba y por abajo, y ninguno de ellos se podía tener en pie. Los que menos comían se tornaban semejantes a embriagados y los que menos parecían atacados por la locura o muertos”.
¿Por qué hay mieles tóxicas?
Multitud de plantas producen néctar tóxico. Recordemos que las abejas elaboran la miel con néctar floral, que es la recompensa que la plantas conceden a sus polinizadores. ¿Cuál es, entonces, el fundamento biológico de producir néctar tóxico? ¿Por qué una planta bombea hasta sus flores sustancias potencialmente dañinas para quienes les sirven de mensajeros?
Aunque existen muchos estudios sobre este fenómeno, las razones exactas son todavía desconocidas. Aun así, los investigadores tienen algunas hipótesis.
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Hipótesis de la fidelidad de los polinizadores. Muchas abejas resisten mejor los alcaloides tóxicos del néctar que algunos lepidópteros (mariposas). Tal vez algunas plantas introducen compuestos tóxicos en su néctar para disuadir a los polinizadores ineficientes. Esto llevaría a una mayor especialización entre los insectos polinizadores inmunes a las toxinas.
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Hipótesis del ladrón de néctar, surgida gracias al estudio de los catalpas americanos, unos árboles con un potente arsenal de sustancias venenosas que son letales para casi todos los herbívoros. Esta idea es similar a la anterior, solo que se extiende a todos los organismos ladrones de néctar que escapan con el dulce botín sin polonizar. Así, se trataría de una respuesta defensiva de la planta.
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Hipótesis microbiana. El néctar azucarado puede ser un caldo de cultivo para los microbios y es posible que las plantas bombeen compuestos tóxicos en su néctar para mantenerlo aséptico.
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Finalmente, podría ser que el néctar tóxico no tenga ningún beneficio para la planta. Tal vez sea el resultado de la selección genética de compuestos de defensa en otras partes de la planta apetecidas por los herbívoros, que se expresaría en el néctar. Sería un ejemplo más de pleiotropía, el fenómeno por el cual un solo gen es responsable de efectos fenotípicos distintos y no relacionados.
Entonces, ¿a dónde nos lleva la ciencia con estas hipótesis? ¿Los datos apoyan alguna de ellas? Aquí es donde las cosas se nublan como si uno hubiera ingerido miel loca. Las evidencias que apoyan las distintas hipótesis escasean. En pocas palabras, todavía es demasiado pronto para decir si el néctar tóxico es una evolución adaptativa o no. Se necesita profundizar más en el tema. Si alguna vez busca un proyecto de tesis doctoral, esa es una magnífica oportunidad. Mientras tanto, hágase un favor y evite la miel loca.
Manuel Peinado Lorca, Catedrático de Universidad. Departamento de Ciencias de la Vida. Instituto Franklin de Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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