Existe una química que se hace sin bata, sin guantes, y sin usar reactivos malolientes. Es la química computacional, en la que se calcula cómo se distribuyen los electrones en los átomos y moléculas, y es capaz así de predecir el comportamiento de las reacciones químicas y las propiedades de los nuevos materiales. No es nada nuevo, lleva desarrollándose desde los años 80, pero siempre a puerta cerrada, dentro de unos ‘laboratorios’ en los que en vez de matraces hay decenas de ordenadores.
Los datos generados se quedan almacenados en discos duros inaccesibles y, a veces, se publican en parte en revistas científicas especializadas en forma de larguísimas listas de cifras que solo especialistas sabrían descifrar. Ahora, investigadores del Instituto Catalán de Investigación Química (ICIQ) en Tarragona, han diseñado y puesto en marcha un sistema que permite compartir los datos con otros investigadores y con el público en general: ioChem-BD.
“ioChem-BD es una plataforma que procesa, almacena y publica los resultados de estudios de química computacional. Hay un gran interés para usar este ‘big data’ para desarrollar modelos predictivos basados en la inteligencia artificial y ‘machine learning’, desde el diseño de fármacos a la predicción de propiedades de nuevos catalizadores. Si bien existen iniciativas parecidas en el campo de los materiales, nuestro sistema es el único especializado en moléculas,” explica Carles Bo, group leader del ICIQ.
Varias instituciones han instalado ya este software, entre ellas el Barcelona Supercomputing Center (BSC)
Varias instituciones han instalado ya este software, desarrollado en el ICIQ, en sus servidores. Entre ellos está el Barcelona Supercomputing Center (BSC), hogar del cuarto superordenador más potente de Europa – MareNostrum4, inaugurado recientemente. “El acuerdo entre BSC y ioChem-BD nos facilita un servicio de almacenamiento de alta calidad en una institución de renombre, a la vez que proporciona acceso a la plataforma a aquellos usuarios que no tengan los recursos para crear su propio servicio,” apunta Bo.
Además, porque los investigadores saben que hacer la plataforma abierta no es suficiente para que llegue al público general, han programado un ‘bot’ que tuitea cada vez que se publica una nueva molécula. @MolecuBot recibe la información y la comparte inmediatamente en Twitter junto con una foto de la molécula y un enlace a los datos.
"Esto, como muchas otras cosas, empezó como un divertimento,” comenta Bo
“Siempre nos ha gustado jugar con la tecnología, y esto, como muchas otras cosas, empezó como un divertimento,” comenta Bo. “Luego, ha sido muy excitante: tuvimos que convencer a Twitter de que nuestro robot tenía buenas intenciones, y finalmente, recibimos una llamada teléfonica (de otro robot) para verificar que nuestro robot estaba efectivamente ‘vivo’.”
Los investigadores esperan que, además de generar simpatía, @Molecubot se convierta en algo útil para la comunidad científica, para divulgar la ciencia que se hace en el ICIQ. “También esperamos que se convierta en un atractivo recurso educativo,” finaliza Bo.
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