Más del 50 % de los estudiantes universitarios son mujeres, pero si centramos el análisis por estudios la balanza se desequilibra. Por un lado, las carreras de ciencias sociales y de la salud están feminizadas. Por otro, existe una escasa presencia de mujeres en áreas científicas como la física y las ingenierías.
Solo un 28 % del alumnado universitario que estudia carreras STEM (acrónimo inglés que aglutina ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en España son mujeres. Esto implica que la falta de vocaciones en estas especialidades es más acusada entre las chicas. Solo un 16,3 % de los adolescentes españoles de 15 años contempla dedicarse a estas áreas cuando sean adultos. De este porcentaje, el 4,2 % corresponde a chicas; y el 12,1 % restante, a chicos.
Estos datos resultan aún más preocupantes si tenemos en cuenta que el informe de la Comisión Europea plantea que “se necesitarán un millón de perfiles tecnológicos para 2020”. Esta brecha de género que comienza ya en etapas muy tempranas será aún más profunda en relación con las oportunidades laborales que puedan tener las mujeres en las futuras profesiones en estos campos.
¿Por qué sigue estando la ciencia masculinizada?
Como medida ante estos alarmantes datos, el Gobierno quiere aumentar su partida presupuestaria para fomentar las vocaciones científicas femeninas, especialmente en en el área de las ingenierías. Pero el problema vocacional requiere de un análisis complejo desde una multitud de variables.
Un estudio publicado en el año 2017 en la revista Science sobre la percepción de las ciencias en niñas y niños de entre 4 y 6 años concluyó que a los 4 años no hay diferencias entre sexos. A los 5 años las niñas piensan que las ciencias son más difíciles. A los 6 años, que son más para los niños: comienzan entonces a abandonar la idea de que estas materias son para ellas.
Casi desde que nacemos se comienza a construir el estereotipo de género al vestir de azul o rosa, al jugar con camiones o muñecas. Estereotipo que se seguirá alimentando a lo largo de nuestra vida. La educación juega un papel imprescindible en su deconstrucción para que no influyan en las vocaciones científicas.
Una de las claves para los maestros consiste en plantearse cómo es la ciencia que se enseña en las aulas y cómo influyen sus prácticas de enseñanza en el fomento de vocaciones científicas.
¿Podría usted decirme el nombre de tres científicas?
La dominante imagen masculina de la ciencia que se refleja en el currículo de ciencias y en los libros de texto es otro de los factores claves.
La ausencia de mujeres referentes es un hecho abrumador. Estudios sobre la presencia de las mujeres en los manuales de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) en España muestran tan solo un 12 % de mujeres.
Esta presencia disminuye más aún a medida que aumenta el nivel del curso. Los estudios concluyen que este hecho supone una considerable falta de rigor en los contenidos académicos. Por otro lado, perpetúa desigualdades.
La falta de modelos científicos femeninos en los libros de texto constituye un elemento de exclusión activa para la identificación de las mujeres con la ciencia. Las niñas y los niños necesitan de referentes femeninos como modelos en los que apoyarse en sus vocaciones científicas.
Pero esto no sólo ocurre en los libros de texto. Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid concluye que apenas un 12 % de citas científicas en internet son de mujeres investigadoras. Frente a esto, el 88 % de las citas son masculinas. Según este trabajo, las publicaciones de las investigadoras continúan siendo prácticamente invisibles en la red.
Junto a estas variables es necesario profundizar en cómo el techo de cristal limita a las investigadoras. Requisitos como un salario digno, igualdad de oportunidades en la carrera profesional y corresponsabilidad entre la vida familiar y laboral son fundamentales. Sin ellos, las inversiones que se hagan para el aumento de las vocaciones, tanto a nivel político como educativo, no servirán de nada si estas carreras están llenas de obstáculos, a veces insalvables, por el hecho de ser mujer.
¿Pero realmente hacen más ciencia los hombres?
Las mujeres han producido conocimiento científico desde siempre, aunque carezcan de visibilidad y se niegue socialmente. A lo largo de la historia, el conocimiento no solo se ha producido en espacios legítimos como instituciones oficiales y revistas científicas.
Si nos centramos en aquellos lugares de socialización donde se producía ciencia, encontraremos también a las mujeres. Por ejemplo, en las casas de la aristocracia inglesa donde estaban los laboratorios del siglo XVI y XVII, lugares de la corte y salones de la época moderna.
Las mujeres han producido conocimiento científico como esposas, hermanas de científicos y mecenas, como la gran Cristina de Suecia, aunque su mérito se haya considerado irrelevante.
Incluso si nos centramos en aquellos espacios domésticos dominados por las mujeres, también se producían saberes que no eran valorados, como por ejemplo la obstetricia y la botánica. Estos conocimientos y espacios deberían estar reconocidos e incorporados como otras formas de hacer ciencia que han contribuido al desarrollo humano.
Reconocer y comprender cómo funciona la equidad entre los seres humanos, entre hombres y mujeres, abre el camino hacia el planteamiento de propuestas que de verdad sean eficaces. Las inversiones serán más fructíferas si se hacen con cabeza, entendiendo la complejidad del tema, y no como proyectos aislados y puntuales. Ayudan, pero no solucionan.
Carmen Solís Espallargas, Profesora de Didáctica de las Ciencias Experimentales, Universidad de Sevilla
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación