Entre 2009 y 2010 la sonda Kaguya y la LRO fotografiaron más de una docena de agujeros profundos sobre la superficie de la Luna. En algunas imágenes se atisba el fondo de la cueva y las rocas que se derrumbaron hasta formar el tubo volcánico, pero otras pueden tener más de 100 metros de profundidad y un entramado de galerías. Ahora, un equipo del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA ha propuesto una misión de bajo coste que permita colocar un rover en la boca de estas misteriosas simas y hacerlo descender a su interior para resolver el misterio.
La misión, liderada por el equipo de la investigadora Laura Kerber, ha sido bautizada como Moon Diver (buceador lunar) y es una de las propuestas de bajo coste que la agencia espacial tiene encima de la mesa para estudiar en los próximos meses. El proyecto fue presentado hace unos días por sus autores en la 50ª Conferencia de Ciencia Planetaria y Lunar (LPSC) celebrada en Texas y propone enviar el vehículo a la región de Mare Tranquillitatis, el lugar en el que Armstrong y Aldrin pisaron la superficie de nuestro satélite por primera vez hace medio siglo.
El vehículo principal aterrizaría junto a uno de estos grandes agujeros, algunos con aperturas tan grandes que cabría en su interior un edificio, y serviría de ancla para el vehículo explorador de dos ruedas llamado Axel y que lleva años siendo probado para distintos conceptos de misiones. Este módulo ha sido diseñado para descolgarse por precipicios haciendo rappel, de modo que descendería al interior de la cueva mediante un cable que a la vez sería la vía de comunicaciones con el exterior. La intención de los investigadores es que Axel esté provisto de todo tipo de cámaras y sistemas de medición como un microscopio multiespectral o espectrómetro de rayos X para analizar la composición de las rocas a medida que desciende. Una vez en el fondo de la caverna podría adentrarse por las galerías de su interior y ofrecer el primer vistazo de la humanidad al reino subterráneo de la Luna.
La exploración de estas cuevas interesa especialmente por dos motivos. El primero es para conocer mejor la geología de la Luna. Estos socavones se encuentran en las extensas llanuras basálticas y se formaron al colapsar el techo sobre alguna de las galerías formadas al enfriarse la lava. El segundo motivo tiene que ver con la futura exploración humana de nuestro satélite: podrían ser el lugar donde se refugiaran de la radiación y los micromometeoritos futuras misiones o incluso donde se establecieran bases temporales protegidas de los cambios extremos de temperatura de la superficie. “En el pasado, gracias a las cuevas pudimos guarecernos y protegernos de las condiciones hostiles del ambiente exterior y, paradójicamente, tal vez los futuros astronautas exploradores de la Luna y de Marte también sean cavernícolas lunares y marcianos”, asegura Jesús Martínez Frías, experto en geología planetaria del Instituto de Geociencias (CSIC).
En la Tierra se están llevando a cabo simulaciones como las del programa PANGAEA en el que participa Martínez Frías, en las que se estudian este tipo de entornos y la tecnología que se podría usar para tomar muestras. “Sabemos que existen tubos de lava en ambos cuerpos planetarios y, por ello, se está evaluando su relevancia como "sitios naturales" de habitabilidad”, asegura el investigador. “Nos protegen de la radiación cósmica y ultravioleta y conforman un ambiente que modera las condiciones térmicas, humedad, etc. No sé si realmente serán en el futuro lugares exclusivos o se combinarán con hábitats artificiales, pero habrá que tenerlos en cuenta, tanto para la búsqueda de vida (microbiana básicamente) como para nuestra propia subsistencia allí, conectando geología y habitabilidad”.
“Tal vez los futuros astronautas exploradores de la Luna también sean cavernícolas lunares”
“Los tubos lunares nos servirán sobre todo para poder proteger a las futuras colonias de los meteoritos, por ponernos un techo de roca por encima, de la radiación espacial, por rodearnos de roca que absorba esta radiación, y, por supuesto, de los cambios bruscos de temperatura”, asegura el geólogo Nahum Méndez Chazarra, quien cree además que una misión como esta puede ser muy interesante para estudiar detalles sobre las erupciones volcánicas en la Luna y la composición de las lavas. “También nos pueden servir para estudiar mejor los terremotos lunares”, añade, “ya que los tubos de lava de cierto tamaño mantienen una temperatura relativamente estable a lo largo del día lunar, una cosa muy importante para la instrumentación de alta precisión, y que podría ayudarnos a escuchar mejor estos eventos sísmicos y a poder estudiar mejor sus causas”.
En cualquier caso, introducirnos por primera vez en las oscuras de cuevas de la Luna es una aventura que excita nuestra imaginación como las mejores novelas de Julio Verne. “El fondo del pozo está totalmente por explorar”, asegura la propia Kerber. “Tenemos suficiente tiempo para ver qué demonios hay allí. Pensamos que quizá haya un monolito”, bromea. “O quizá una gran puerta cubierta de jeroglíficos”.
Referencias: Moon Diver: a discovery mission concept (50th Lunar and Planetary Science Conference 2019) | NASA Considers a Rover Mission to Go Cave Diving on the Moon (Smithsonian.com)
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