Que nuestro sistema perceptivo tiene algunas características de serie es largamente sabido y se cree que muchas de ellas están detrás de las ilusiones visuales más conocidas. Estos juegos mentales, de hecho, son una de las vías más útiles para comprender cómo percibimos: los supuestos "engaños" de la mente no son más que manifestaciones de un mecanismo que en la vida cotidiana pasa desapercibido.
Hasta ahora se creía que determinadas ilusiones tenían que ver con el aprendizaje y la experiencia.
Aún así, se considera que muchas de estas ilusiones son resultado de la experiencia y de nuestro aprendizaje visual, es decir, que aprendemos a ver y a interpretar la longitud de las líneas en tres dimensiones y que es nuestro cerebro el que nos hace pensar que son más largas o más cortas en función del contexto. Pero probar que esto es así resulta dificultoso, en especial porque no se puede preguntar a un bebé qué es lo que ve a los pocos días de nacer y el resto de "videntes" ya estamos "contaminados" por nuestra experiencia.
Para salvar este obstáculo, un equipo de investigadores indios, coordinados por Tapan Gandhi, ha puesto a prueba dos de las ilusiones visuales más conocidas y antiguas con un grupo de niños que han recuperado la vista después de ser operados de una variedad cataratas. Los nueve niños, de entre 8 y 16 años, están dentro del proyecto Prakash, una iniciativa para sacar de la ceguera a chavales sin recursos mediante una sencilla operación en la que se les sustituye el cristalino por una nueva lente.
Para el experimento se pidió a los chicos y a un grupo de control que miraran una serie de imágenes y valoraran si determinada línea era más larga que otra en la misma foto. Las dos ilusiones puestas a prueba eran la de Ponzo (en la que dos líneas de la misma longitud parecen de distinto tamaño si se las coloca entre dos líneas que se estrechan) y la de Müller-Lyer (en la que la forma de las líneas que limitan una recta influye en la percepción de su longitud). Para sorpresa de los científicos, los nueve niños (que hicieron la prueba solo 48 después de recuperar la visión) elegían las mismas respuestas que el grupo de control, es decir, tenían el mismo sesgo que todos ante estas ilusiones ópticas a pesar de que su experiencia no les había condicionado.
Los autores del trabajo, publicado en Current Biology, creen que esto puede ser la primera prueba de que la explicación sobre el aprendizaje visual en ciertas ilusiones visuales es errónea y que la percepción de las líneas más o menos largas en determinados contextos no depende la experiencia, sino de mecanismos de procesamiento visual aún por estudiar.
Referencia: Immediate susceptibility to visual illusions after sight onset (Current Biology) doi:10.1016/j.cub.2015.03.005
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