Para aprender cómo se forman los recuerdos y cómo se consolidan a largo plazo, los científicos llevan tiempo creando recuerdos en ratones y siguiéndoles la pista después para conocer las rutas que se activan. Hasta ahora hemos visto experimentos en los que se creaban falsos recuerdos en ratones e incluso se borraban memorias traumáticas, pero lo que ha conseguido ahora el equipo de Susumu Tonegawa, del Instituto RIKEN, en colaboración con el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), va un poco más allá: han sido capaces de borrar un recuerdo y reactivarlo después con estímulos de luz.
Han conseguido borrar un recuerdo y reactivarlo después con estímulos de luz.
El trabajo, presentado este jueves en la revista Science, comenzó con el estudio de las neuronas de ratones sanos en el hipocampo, el núcleo más importante en la fijación de los recuerdos. Tras condicionar a estos ratones mediante una experiencia en la que los animales sintieran miedo, los científicos identificaron el 'engrama' o el patrón de actividad neuronal que se activa cuando se evoca esa experiencia. A continuación inyectaron una proteína sensible a la luz en las neuronas de ese engrama en algunos de los ratones y 24 horas después añadieron otra proteína que inhibía la respuesta de estas neuronas. ¿El resultado? Cuando estos ratones se les ponía el ruido que evocaba la respuesta de miedo, de pronto no reaccionaban, habían olvidado ese recuerdo.
Hasta aquí el experimento no tiene nada de diferente de otras experiencias anteriores con roedores. La parte más novedosa vino a continuación, porque el equipo de Tonegawa probó a estimular con luz el cerebro de esos ratones, para actuar sobre las proteínas sensibles que habían inyectado al principio. Para su sorpresa, la luz tenía la facultad de reactivar el recuerdo previamente borrado y los ratones volvían a expresar la respuesta condicionada para la que habían sido entrenados. El recuerdo volvía con luz.
La amnesia no es un problema de almacenamiento sino de recuperación.
Aunque parezca un truco de circo, el resultado es muy relevante para conocer mejor cuáles son las rutas que actúan cada vez que un recuerdo pasa a nuestra memoria a largo plazo y, sobre todo, para saber qué pasa con los recuerdos que perdemos. Durante muchos años, los neurocientíficos han debatido sobre si la amnesia retrógrada (la incapacidad de acceder a la memoria que causa un traumatismo o una enfermedad como el alzhéimer) se debía a que el recuerdo no se llegaba a almacenar o si, por el contrario, se almacenaba pero permanecía inaccesible a consecuencia de los daños. "Los investigadores del cerebro", recalca Tonegawa, "llevamos décadas divididos sobre si la amnesia es consecuencia de una incapacidad para almacenar o para recuperar el recuerdo".
Estos resultados, según los autores del trabajo, indican que la opción válida es la más insospechada, que los recuerdos permanecen pero no podemos acceder a ellos. "Nuestra conclusión", explica Tonegawa, "es que en la amnesia retrógrada los recuerdos pasados podrían no ser borrados, sino simplemente permanecen perdidos e inaccesibles para recordarlos". Este descubrimiento abre la puerta a la hora de desarrollar estrategias o fármacos que combatan enfermedades relacionadas con la memoria, como el alzhéimer, desde una nueva perspectiva. Y sobre todo pone sobre la mesa la posibilidad de que algún día consigamos restaurar clínicamente algunos recuerdos que hasta ahora se daban por perdidos para siempre.
Referencia: Engram cells retain memory under retrograde amnesia (Science)
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