Conocer lo que se siente en la piel del otro es una vieja aspiración humana. Y la tecnología de realidad virtual está a punto de derribar esta última frontera. Los creadores del proyecto The Machine To Be Another (La máquina para ser otro) trabajan desde Barcelona en el desarrollo experimental y social de estas tecnologías. Mediante un sencillo equipo de vídeo y unas gafas que permiten al usuario verse desde la perspectiva del otro, consiguen generar que el sujeto crea ser otra persona y estar dentro de su cuerpo. Su último experimento, llamado Gender swap (cambio de género), permite a un hombre y una mujer intercambiar puntos de vista y vivir lo que se siente con un cuerpo de otro sexo.
"La experiencia tiene más de sorpresa y curiosidad que de erotismo", explica a Next Christian Cherene, uno de los miembros de la plataforma que participó en el experimento de cambio virtual de género. "Es interesante y a la vez confuso", relata, "porque sucede de manera instantánea, tu cerebro reconoce que es un cuerpo de otro sexo, pero lo asimila como propio". Cherene hizo la prueba con su novia y considera que fue una de las experiencias más curiosas de su vida. El resto de participantes se quedaron con una sensación similar, con el deseo de repetirlo. "Y uno de ellos", recuerda, "soñó que estaba en el cuerpo de otro un par de noches después; le dejó impactado".
Otro aspecto interesante del experimento es que los dos participantes deben coordinar de manera natural sus movimientos, de manera que al recorrer con la mano sus respectivos cuerpos, su cerebro genera la ilusión de que están en el lugar del otro. "Eso crea un tipo de baile", explica Cherene, "hay una especie de consentimiento implícito, por lo que si uno va a hacer un movimiento, y el otro no está de acuerdo, se rompe la ilusión". Otros participantes describen la experiencia como "surrealista y a la vez familiar". Una de las chicas, Rikke, destacó la sensación que le producía tocar su cuerpo y ver que era masculino. "Era absurdo", describe, "pero a la vez totalmente realista".
Una prueba consistía en meterse en la piel de un inmigrante que llegó en patera
La dinámica de los otros experimentos del laboratorio es distinta. Hay un "actor" (alguien que actúa) y un usuario que se "introduce" en su cuerpo y su mundo. Para reforzar la experiencia, el usuario va tocando los mismos objetos que el actor y escucha a través de unos auriculares lo que dice, lo que genera la sensación de estar escuchando sus pensamientos. "En una de las pruebas participó un inmigrante de Senegal que contaba a la gente su experiencia de venir en patera a España", explica Cherene. "Los participantes lo escuchaban todo desde su perspectiva y su cuerpo y hay una especie de conexión personal. Tanto, que en la mayoría de experimentos, y sin decir nada a nadie, los que participaban siempre tenían ganas de abrazar al actor. Hay como una conexión ahí, como más empatía".
La experiencia más audaz e impactante es quizás la que llevaron a cabo con una serie de personas con problemas de movilidad de una residencia de Sabadell. Mediante la realidad, virtual, estas personas pudieron sentir que bailaban con todo su cuerpo. "Para ellos era muy sorprendente", informa Cherene, "porque muchos de ellos nunca habían andado o lo habían hecho de pequeños. Fue muy emocional". En el siguiente vídeo se observa cómo una persona en silla de ruedas utilizó el sistema para vivir los movimientos de la bailarina Cristina Roca como propios, y sentir que estaba utilizando las piernas durante la danza:
Esta ilusión que vive el cerebro al ponerse en el lugar de otro está muy bien documentada por la neurociencia. No muy lejos de allí, en el Laboratorio de Ambientes Virtuales de la Universidad de Barcelona (EventLAB) investigan desde hace años cómo se adapta nuestro cerebro a los entornos de realidad virtual y estudian lo que sucede cuando el sujeto se sumerge virtualmente en todo tipo de situaciones y escenarios. Los investigadores Mel Slater y Mavi Sánchez-Vives han comprobado con sus trabajos que el cerebro es mucho más moldeable de lo que pensamos y que está dispuesto a creer casi cualquier cosa, desde que tenemos unos brazos de tres metros a que somos un niño de 5 años. Lo más relevante es quizá que nuestro comportamiento varía en función del avatar que encarnamos, y uno es más agresivo o más artístico en función del aspecto o la raza del avatar que se le ha asignado.
El trabajo de "Be Another Lab" tiene un enfoque más social y artístico que científico, pero usa métodos similares para experimentar. “Nos gusta crear herramientas de debate y preguntarnos qué sería del mundo si la gente pudiera ver a través de los ojos de otra persona”, explica Daniel González Franco, otro de los creadores. “¿Nos ayudaría a entendernos a nosotros mismos? ¿A aceptar al otro como parte de la humanidad?”. Christian Cherene trabajaba en el campo de la neurorehabilitación con realidad virtual antes de embarcarse en el proyecto. "El enfoque multidisciplinar", reconoce, "tiene la ventaja de tener menos límites y permite pensar en cosas nuevas". A diferencia de Eventlab, sus pruebas no son con avatares virtuales sino con actores de carne y hueso. Para Cherene, sería interesante comparar y conocer si los niveles de empatía son similares o distintos en ambos casos, y si los sujetos se identifican más con una persona que ven en vídeo que con una recreación en tres dimensiones. "Lo importante", concluye, "es seguir explorando".
Un proyecto Creative Commons
The Machine to be Another nació en 2012 como un proyecto para el Máster Universitario en Artes Digitales del IDEC en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona. El colectivo BeAnotherlab está compuesto por Philippe Bertrand, Daniel González Franco, Christian Cherene y Arthur Pointeau. "Todos somos investigadores y apasionados por el arte, la tecnología, neurociencia, la creación de herramientas de debate social, y conceptos como el embodiment y la empatía", explica González a Next. Inspirados por otros experimentos, vieron en la experiencia de “ver a través de la perspectiva de otra persona” una posibilidad para abordar temas como las relaciones sociales y el conocimiento mutuo, y decidieron crear una versión de bajo presupuesto y de licencia libre Creative Commons. Hasta el momento, el proyecto ha sido autofinanciado y están buscando manera de asociarse con otros grupos de investigación.
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