Ni los neurocientíficos con más experiencia pueden evitar abrir los ojos de par en par cuando ven el escáner cerebral de Nico. Es lo que sucedió cuando el equipo de Stanislas Dehaene, en el centro de investigación Neurospin, en París, le sometió a una revisión para estudiar su caso con detalle. “Organizamos todo para que Nico pudiera venir y le hicimos distintas pruebas”, recuerda el español Antonio Moreno, investigador en este centro pionero de neuroimagen. “Y, aunque sabíamos lo que íbamos a encontrar, recuerdo que me impactó”, explica mientras muestra el escáner 3D en la pantalla. “Esto que ves es la cabeza, pero si hacemos transparente esta superficie vemos lo que hay debajo. Y aquí lo tienes”, señala, “el hemisferio derecho no está ahí”.
La historia clínica de este joven madrileño, nacido en Argentina en 1989, comienza cuando tenía diez meses, el momento en que sus padres notaron los primeros síntomas. “Nico nació totalmente normal, todo bien”, recuerda su padre, el empresario argentino Fernando Sainz-Trápaga. “Nos empezamos a dar cuenta de que utilizaba menos el lado izquierdo. Tardó en caminar, fue otro de los síntomas. Se ponía todo tenso, se le iban los ojos, perdía el conocimiento… Era [un cuadro] muy feo”. En su travesía de médico en médico a Nico terminaron diagnosticándole una hemiparesia, una paralización de la mitad izquierda del cuerpo, cuyo origen estaba en una epilepsia de nacimiento que ponía en peligro su vida. Les hablaron entonces de la posibilidad de extirparle una parte del cerebro para detener las convulsiones que hacían su vida imposible. "La hemisferectomía, que a mí me decían que había que hacer, sencillamente era quitarle medio cerebro”, recuerda Fernando. “Con él era el caso más pequeño que habían operado en ese momento, tenía solo tres años y medio”.
Un ejemplo de plasticidad
Por llamativo que parezca, gracias a la capacidad del cerebro de reorganizarse en los primeros años de vida, los niños a los que se practica una hemisferectomía consiguen que el hemisferio que les queda asuma buena parte de las funciones del hemisferio perdido. Según una reciente revisión, estos pacientes consiguen conservar “un grado funcional notablemente alto” y presentan una alta conectividad neuronal. “En los niños se calcula que más de un millón de sinapsis cambian cada segundo”, explica Deahene. “Todas estas conexiones se pueden modificar. Si pierdes un hemisferio, el otro podría tener suficiente plasticidad para almacenar el conocimiento que normalmente se almacena en ambos hemisferios”.
Pero con Nico el resultado fue más allá de todas las expectativas y es un caso espectacular de plasticidad cerebral. Según sus informes, a Nico le extirparon “la región cortical central, el córtex parasagital y el giro cingular, más una completa lobotomía temporal, incluyendo amígdala e hipocampo”. Todo esto es lo que falta en el lado derecho del cerebro en las radiografías. Con estas características, para Dehaene “es extraordinarioque haya podido adquirir tantas funciones cognitivas y llevar una vida normal con un solo hemisferio”. “En cierta manera”, afirma, su caso es una demostración de que, a veces, “con medio cerebro es suficiente”.
El caso de Nico es una demostración de que, a veces, “con medio cerebro es suficiente”
A Carmen López Escribano, profesora de psicología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) se le ilumina la cara al hablar de Nico. Ella tuvo ocasión de seguir su caso y realizar una serie de pruebas cognitivas y conductuales en 2013. “Su caso contradice muchos mitos que hay sobre el cerebro”, asegura. “Cuando ves a Nico y el lenguaje tan rico que tiene, la naturalidad o cómo se mueve, nadie podría decir que le falta uno de sus hemisferios cerebrales”. A su juicio, se trata de un caso perfecto para entender la plasticidad. Tanto, que a veces lo utiliza en sus clases. Tras mostrar el escáner del cerebro de Nico, pregunta a sus estudiante cómo creen que está la persona a la que pertenece esa imagen. “Y muchos piensan [erróneamente] que está en un estado casi vegetal”, asegura la psicóloga.
Una vida “normal”
El caso de Nico fue de gran interés para los neurocientíficos desde muy temprano. El investigador argentino Antonio Battro le hizo un seguimiento en los primeros años, observando cómo era en él el proceso de aprendizaje y asesorando a la familia. Aunque tuvo problemas en algunos aspectos, la determinación de Nico y el entorno familiar tan positivo, en una familia de deportistas de clase media alta, fueron decisivos para sus progresos. A sus 31 años, trabaja en un supermercado y, salvo un pequeño problema de movilidad en la mano izquierda, nadie diría que Nico es “especial”. Aunque la pandemia ha hecho todo un poco más difícil, sigue practicando sus dos aficiones favoritas: la esgrima y la pintura. “Mamá y papá estaban buscando un deporte que pudiera hacer con una sola mano, me llamó la atención la esgrima y a día de hoy lo sigo practicando”, explica Nico.
Hace solo dos semanas, el 28 de febrero, Nico ganó la medalla de bronce en la Copa de España de esgrima en silla de ruedas que se celebró en Valladolid. Y lo hizo a pesar de su lesión de muñeca. “Me lesioné antes de empezar la competición”, cuenta a Vozpópuli. “Estaba practicando irme hacía atrás en la silla de ruedas y contraataques. Y en una de las que me fui atrás me caí de espaldas. Estuve toda la competición dolorido”. Este no ha sido su mayor hito en este deporte. En el año 2014 se proclamó campeón de España de espada tras vencer en una remontada espectacular. “Es un luchador”, explica Alberto Pascual, su entrenador en el club de esgrima de Majadahonda. “Hace todos los ejercicios y nunca se queja. Y es muy rápido de manos”. Alberto recuerda que cuando entró en el club le dijeron que había un chico que tenía una pequeña parálisis, pero tardó un tiempo en saber quién era porque Nico no se distinguía de los demás. “Solo tenía un pequeño problema de movilidad en la mano izquierda y arrastraba un poco el pie”.
“Nico pinta sin el hemisferio derecho. Lo del hemisferio supuestamente artístico no es verdad”
La pandemia de coronavirus también ha dificultado las clases de pintura que desde hace más de quince años recibe en el taller de Rosa Jiménez, en Majadahonda. “Estamos teniendo que pedir cita para poder ir a pintar”, asegura Nico, mientras pinta un cuadro en el que representa una escena de esgrima. “Ha evolucionado muchísimo, las mezclas de color, la pincelada…”, explica su profesora. “Tiene ciertas limitaciones, pero las está superando muy bien, porque tiene interés”. Para Stanislas Dehaene, especialista en aprendizaje, una de las cosas más extraordinarias de este caso es que Nico haya desarrollado habilidades artísticas. “Es pintor, y tengo que decir que ¡pinta mucho mejor de lo que yo pintaré nunca!”, exclama divertido. “Y es un pintor sin el hemisferio derecho. La concepción tradicional del hemisferio izquierdo como “racional” y el derecho como “artístico” es una caricatura. Olvida todo lo que creías saber sobre los dos hemisferios y de que el derecho es supuestamente el artístico; no es verdad”.
El único gesto que delata la operación a la que fue sometido Nico de niño es el movimiento de su mano izquierda mientras pinta con la derecha. Debido a que el hemisferio izquierdo tuvo que asumir el control de la mano izquierda (que esta lateralizado en el otro lado), se producen a veces movimientos en espejo, es decir, que la mano izquierda tiende a producir una especie de “eco” de lo que está haciendo la derecha. “Mientras yo estoy pintando, la mano izquierda tiene un movimiento sutil, se mueve a la par que la derecha”, detalla Nico. “Con otras acciones cotidianas también me pasa los mismo, cuando me voy a lavar los dientes la mano izquierda termina acá arriba haciendo el acto reflejo, como si me los estuviera lavando también con la mano izquierda”, explica resignado.
El caso de Nico es tan extraordinario que los científicos tienen sus reservas a la hora de extrapolarlo y sacar conclusiones generales sobre las hemisferectomías. “Este caso es extremadamente excepcional y nunca sabremos si los resultados tan exitosos pueden ser debidos, en parte, a su diferencia individual en su perfil neurológico previo a la cirugía o a la influencia de la experiencia y aprendizaje posterior a la intervención”, escribió Carmen López Escribano en su informe. “Porque además, en el caso de Nico, su entorno más cercano (familia y escuela) ha tenido, sin lugar a dudas, un papel importante en su mejoría ya que siempre han favorecido su educación”. El padre de Nico y sus hermanos, exitosos jugadores de rugby, le enseñaron desde pequeño a no ponerse límites y le trataron como uno más, lo que sin duda le ayudó a esforzarse.
“Yo no me considero especial, porque es algo con lo que viví toda mi vida”
“Era cabezón desde pequeño”, dice su padre, que recuerda que a los tres días de operado el pequeño Nico pidió bajar al suelo y se puso a caminar. “Yo creo que no hay nadie que pueda decir que algo es imposible, y menos en una materia en la que hay mucho por aprender. Sería contradictorio”. Para Nico, que nos enseña las radiografías de su cerebro con una sonrisa en la boca, no parece haber nada de extraordinario en lo que consigue día a día, simplemente le parece natural. “Yo, la verdad, es que no me considero especial, porque es algo con lo que viví toda mi vida”, asegura. Le gusta la idea de que su caso ayude a entender mejor cómo funciona nuestro cerebro y ayudar a los demás. “Se ve que conmigo se puede aprender mucho más”, concluye, “y se podrá ayudar a gente que esté en el mismo caso que yo”.
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