Por si no habíamos tenido suficiente con el coronavirus, la erupción del volcán de la Palma o la inflación, este lunes nos enteramos – a raíz de un estudio publicado en la revista Nature Geoscience - de que el núcleo de la Tierra había decidido pegarnos un buen susto y, sin previo aviso, dejar de girar, argumento usado en la película “The Core” con catastróficas consecuencias, pero ¿realmente ha pasado esto?
Lo primero vamos a conocer un poco mejor al protagonista de la noticia, el núcleo interno de nuestro planeta. Para imaginárnoslo, tenemos que pensar en una inmensa esfera de unos 2.400 kilómetros de diámetro, sólida, y compuesta principalmente de hierro y níquel, pero también con otros elementos como el oxígeno, el silicio o el azufre.
Nociones sobre el núcleo
Sé que cuesta un poco pensar que el núcleo de nuestro planeta pueda estar en un estado sólido teniendo en cuenta que las temperaturas pueden ser superiores a los 5.000ºC, pero tenemos que tener en cuenta que las presiones son tan altas que evitan que estos elementos que la componen puedan llegar a fundirse.
El núcleo interno es también la capa más profunda de nuestro planeta, a la que por supuesto no tenemos un acceso directo para poder estudiarla. Es el equivalente al hueso del melocotón, a diferencia que en la fruta podemos partirla para poder apreciar su interior y ver de que está compuesta, pero en la Tierra no podemos hacer eso. Ni podemos hacer un pequeño agujerito que nos permita muestrear el interior hasta esas profundidades.
El agujero más profundo que hemos excavado es el pozo superprofundo de Kola, situado en la península del mismo nombre, y que se quedó a unos 12,2 kilómetros de profundidad debido a los problemas técnicos y económicos que supone una empresa de semejante tamaño, mientras que el núcleo interno se encuentra a aproximadamente unos 5.100 kilómetros de profundidad, varios ordenes de magnitud por encima de lo que se hizo en Kola.
Entonces, ¿cómo sabemos que hay núcleo interno si no podemos verlo? Pues escuchando a nuestro planeta… y a veces al ser humano. Cuando ocurre un terremoto (o a veces una gran explosión, como las nucleares) se generan una serie de ondas sísmicas que atraviesan nuestro planeta, llegando a los distintos sismógrafos que hay en todo el planeta.
Cuando las ondas sísmicas atraviesan capas con distintas propiedades físicas o químicas, estas ondas se pueden desviar de su trayectoria y cambiar de velocidad, algo que somos capaces de estudiar muy bien, y estudiando estos cambios en las propiedades de las ondas sísmicas en muchísimos puntos de nuestro planeta hemos sido capaces de definir la estructura interna de nuestro planeta. Pues bien, estudiando también como nos llegan las ondas sísmicas también podemos saber cómo gira el núcleo interno de la Tierra.
“¿Ha empezado el núcleo terrestre a girar en el sentido contrario que lo hace la Tierra? La respuesta es simple y llanamente no”
Un frenado "aparente"
Ahora vayamos al grano. ¿Ha empezado el núcleo terrestre a girar en el sentido contrario que lo hace la Tierra? La respuesta es simple y llanamente no, y me explico con un ejemplo. Imaginemos que vamos con un autobús por la autovía y nos levantamos y vamos hacia los asientos de atrás. Con respecto al conductor nos estaremos alejando de él, mientras que con respecto a los pasajeros de los últimos asientos nos estaremos acercando. Y para alguien que mire el autobús desde fuera seguramente solo vea al autobús moverse entre el tráfico.
Pero, aunque el pasajero esté sentado, nunca se ha dejado de mover porque se estaba moviendo con el autobús. Algo así le pasa al núcleo interno de la Tierra. Desde hace algunas décadas, sabemos que el núcleo interno parecía moverse un poco más rápido que el manto, pero analizando terremotos ocurridos a lo largo de distintas décadas, parece que esa velocidad de rotación ha ido variando, de tal manera que, con respecto a la velocidad de rotación del manto terrestre, a veces ha ido más rápido y a veces más lento a lo largo de un ciclo con una duración aproximadamente de unos 70 años.
“El núcleo interno parecía moverse un poco más rápido que el manto, pero que esa velocidad de rotación ha ido variando”
Pero en ningún momento ha dejado de girar, sino que ha habido momentos en los que, con respecto a la velocidad de rotación del manto, ha girado a la misma velocidad, y por lo tanto, solo ha estado aparentemente “parado” con respecto a la corteza, como un pasajero sentado en el autobús.
Entonces, ¿por qué decimos que cambia su sentido de giro? De nuevo hablamos de algo aparente. Cuando la velocidad de rotación del núcleo es superior a la del manto, parece que el sentido de rotación es al contrario porque “adelanta” a nuestro planeta, mientras que cuando es más lento, parece que el sentido de rotación es el adecuado.
Algo así pasa con un satélite de Marte, Fobos. Como su velocidad orbital es mayor que lo que dura un día en Marte, el satélite sale por el oeste y se pone por el este, al revés de como debería de ser. Pero si Fobos frenase lo suficiente, saldría por el este y se pondría por el oeste sin haber cambiado su sentido de giro: son todo apariencias.
Este efecto no tiene ninguna consecuencia que pueda ser perceptible o pueda ocasionarnos problemas en nuestro día a día
¿Qué consecuencias tiene esto para nosotros? Pues en principio, ninguna que pueda ser perceptible o pueda ocasionarnos problemas en nuestro día a día porque sería un ciclo que viene repitiéndose y que como mucho provoca pequeñísimas variaciones en la duración del día - a veces acortándolo y otras haciéndolo más largo- y también provocando cambios en el campo magnético terrestre.
Por otro lado, si estás preocupado por las variaciones en la duración del día, estamos hablando en la escala de los milisegundos, por lo que si el lunes ya te parecía largo, te lo seguirá pareciendo.
Aun así, y a pesar de esta noticia, no todos los científicos están de acuerdo y se necesitan más estudios para poder comprobar si definitivamente estos cambios existen y que mecanismos son los responsables, pero desde luego, nada de lo que, aquí en la superficie, tengamos que alarmarnos.
Referencia: Multidecadal variation of the Earth’s inner-core rotation (Nature Geoscience)
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