Cuando el investigador Ryan M. Campbell visitó el museo creacionista de Kentucky (EE.UU.) y vio la representación de Lucy pensó que le iba a dar un síncope. Nuestro ancestro más lejano está representado, en las vitrinas de este centro religioso y anticientífico, como una criatura muy parecida a los simios actuales, que camina sin erguir y con los nudillos de las manos apoyados en el suelo. Llevado por aquel malestar, Campbell decidió comparar aquella atrocidad creacionista con otras representaciones de la australopiteco Lucy en diferentes museos del mundo. Y se llevó una gran sorpresa. “Me impactó mucho descubrir que todas ellas eran muy diferentes entre sí”, asegura. “Esperaba encontrar cierta coherencia en esas reconstrucciones exhibidas en los museos de historia natural, pero las diferencias, incluso allí, eran tan grandes que casi pensé que todos sus creadores nunca habían visto una reconstrucción de un homínido antes de comenzar la suya”.
En un trabajo publicado en la revista Frontiers in Ecology and Evolution, junto a otros especialistas en anatomía evolución y en colaboración con varios artistas, Campbell aporta ahora un examen minucioso de las técnicas que se usan para hacer este tipo de representaciones y presenta su propia reconstrucción - basada en estrictos criterios científicos - tanto de Lucy como del famoso niño de Taung, otro fósil de australopiteco encontrado en Sudáfrica en 1924. Los investigadores aseguran que hasta ahora las representaciones de estos primeros homininos se han hecho con más criterios artísticos que científicos y sin tener en cuenta las pruebas, y proponen una serie de criterios para evitar estos errores.
Muchas de estas representaciones se han hecho con más criterios artísticos que científicos
“Nuestro trabajo muestra que los métodos para realizar reconstrucciones justificadas científicamente están todavía fuera de nuestro alcance”, asegura Gabriel Vinas, coautor del trabajo. En los museos actuales, aseguran los investigadores, muchas representaciones de nuestros ancestros siguen respondiendo a criterios desfasados y racistas, como la diferenciación entre lo primitivo y salvaje y los civilizado y los moderno. Y no es el primer estudio que apunta en este sentido. Un trabajo anterior, basado en el examen de las figuras de 860 homininos de 55 museos, mostraba grandes incongruencias, incluso entre las que representaban a los mismos individuos.
La nueva cara de Lucy
Para la reconstrucción de Lucy y el niño de Taung, los investigadores han hecho un esfuerzo para “apartarse de la intuición” y usar los datos más pegados al conocimiento científico. Mientras que para el niño pudieron hacer un molde del cráneo, en el caso de Lucy era todo un desafío, puesto que solo se han encontrado partes de la mandíbula inferior. Sin embargo, utilizando datos comparativos de otros especímenes y diseñando un algoritmo para detalles como el grosor de la piel, los autores hicieron una reconstrucción de la forma de la cabeza y los rasgos de la cara. “El método que hemos empleado puede describirse como el de la aproximación que “mejor encaja”, pero no pretendemos de ninguna manera presentar nuestra reconstrucción de Lucy como la versión definitiva de este individuo”, advierten.
“No pretendemos presentar nuestra reconstrucción de Lucy como la versión definitiva”, advierten
“En un esfuerzo por alejarnos de la intuición”, subrayan, “para nuestra segunda reconstrucción facial de Lucy usamos ecuaciones derivadas de análisis de regresión de humanos anatómicamente modernos”. Respecto al color de la piel y la distribución y tono del pelo de los dos individuos, aseguran, se basaron en criterios evolutivos y en las concentraciones de melanina que presentan las especies que viven en estas zonas del planeta y en las condiciones ambientales de la época en que Lucy y el niño de Taung vivieron.
Para las dos reproducciones, además, implantaron cada pelo de forma individual en los moldes de silicona, siguiendo trabajos anteriores sobre la distribución del pelo en los primeros homínidos. “Descubrimos que el pelaje es una de las características más complicadas porque nos pueden ser extrapoladas solo de los huesos”, escriben. “Tratamos de seguir las hipótesis actuales sobre termoregulación a través del sudor, que es a menudo citado como una potencial influencia para la pérdida de pelo de Homo sapiens”. Este, junto a otros pequeños detalles, es un ejemplo de la cantidad de datos que hay que tener en cuenta para construir un retrato científicamente realista de aquellos individuos a partir de los datos del registro fósil.
Referencia: Visual Depictions of Our Evolutionary Past: A Broad Case Study Concerning the Need for Quantitative Methods of Soft Tissue Reconstruction and Art-Science Collaborations (Frontiers in Ecology and Evolution)
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