El planeta se está convirtiendo en un horno y el plato que se está cocinando somos nosotros mismos. El equipo de Camilo Mora presenta este lunes en la revista Nature Climate Change un estudio en el que han analizado el número de episodios de calor mortal que se producen cada año en el mundo y han proyectado lo que va a suceder en unas décadas si el aumento de temperaturas sigue al mismo ritmo. Su conclusión es que, si no tomamos medidas para detener la emisión de gases de efecto invernadero, en 2100 el 74 por ciento de la población estará expuesta a olas de calor que pueden provocar miles de muertes.
En 2100 el 74 por ciento de la población estará expuesta a olas de calor extremo
En la actualidad, un 30 por ciento de los habitantes del planeta están sometidos a olas de calor potencialmente mortales durante unos 20 días al año o más. El cuerpo humano está preparado para resistir un rango de temperaturas en torno a los 37C. Las olas de calor, especialmente cuando las condiciones de humedad son muy altas, suponen un riesgo para la vida humana ya que calientan el cuerpo por encima de este límite y producen un episodio de hipertermia. En los últimos años se han dado olas de calor letales, como la que mató a 70.000 personas en Europa en 2003 o la de 2010 en Moscú que acabó con la vida de unos 10.000 ciudadanos.
Lo que han hecho Mora y su equipo ha sido analizar meticulosamente la documentación de estos episodios en el pasado (entre 1980 y 2014) e identificar hasta 783 casos de exceso de mortalidad asociados con olas de calor en 164 ciudades de 36 países. A continuación calcularon el umbral a partir del cual el calor y la humedad se convierten en letales e hicieron un modelo para proyectar lo que puede suceder en los próximos años. “Nuestra actitud con el medioambiental ha sido tan temeraria que nos estamos quedando sin salidas para el futuro”, explica Mora. “Para las olas de calor, nuestras opciones son ahora entre malas y terribles. Mucha gente en todo el mundo está pagando ya el precio en forma de olas de calor y mientras los modelos sugieren que esto seguiría siendo malo, puede ser mucho peor si las emisiones no se reducen de manera considerable”.
“Lo que asusta es lo frecuentes que son esas condiciones letales ya hoy en día”, aseguran los autores
Los autores han diseñado una aplicación en línea que permite visualizar el impacto de estas olas de calor en las próximas décadas. Para el año 2100, por ejemplo, se prevé que la ciudad de Nueva York experimente unos 50 días de temperaturas y humedad que superen el umbral en el que en otros episodios se ha disparado la mortalidad. “Encontrar este umbral a partir del cual las condiciones climáticas se vuelven mortales ha sido importante científicamente a la par que aterrador”, asegura Farrah Powell, coautora del estudio. “Este límite nos permite identificar ahora las condiciones que son dañinas para la gente. Y dado que está basado en casos documentados en personas reales de todo el globo, es mas creíble y relevante. Lo que asusta es lo frecuentes que son esas condiciones letales ya hoy en día”.
El estudio también pone de manifiesto que el principal riesgo para la vida humana tendría lugar en las zonas tropicales, debido a que la humedad allí es mayor durante todo el año. “El calentamiento en los globos ha sido uno de los iconos asociados al cambio climático”, asegura Iain Caldwell, que también participa en el trabajo. “Nuestro estudio muestra, sin embargo, que es el calentamiento en los trópicos el que supondría un riesgo mayor para las personas debido a los episodios de calor letal. Con temperaturas altas y humedad, se necesita muy poco aumento de calor para que las condiciones se vuelvan mortales en los trópicos”. Por eso, para Mora la decisión de Donald Trump de sacar a Estados Unidos del acuerdo climático de París es “temerario” y “un gran paso en la dirección equivocada”. “La decisión”, concluye, “retrasará inevitablemente la solución de un problema para el que, como demostramos en este estudio, simplemente no hay tiempo que perder”.
Referencia: Global risk of deadly heat (Nature Climate Change) DOI 10.1038/nclimate3322
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