El tipo que aparece en la imagen tocando el ukele mientras sus compañeros atienden a la gente es Neil Armstrong. Los tres acaban de regresar del viaje más alucinante realizado jamás por ningún ser humano, pero a Neil no le gustan los focos ni las cámaras. Viste el mono de la cuarentena y toca el instrumento distraído, como si la cosa no fuera con él. A lo largo de su vida tuvo que ponerse muchos trajes, el de ingeniero, el de piloto de X15, astronauta de la misión Gemini y el que le sirvió para dar los primeros pasos en la Luna, pero el traje de héroe siempre le resultó incómodo, como ese niño que odia los disfraces porque le tiran de la sisa y no quiere llamar la atención. “No creo que merezca tanta fama”, dijo en el programa “60 Minutos” de la CBS en una de las pocas entrevistas que dio en los últimos años de su vida.
"Una demostración de que quienes hemos fantaseado con ser astronautas no tenemos ni idea de lo que significa"
Damien Chazelle le acaba de dedicar con “First Man” la película que Armstrong merecía, un traje a medida que ha captado el carácter esquivo y algo atormentado de este no-héroe universal al que millones de niños soñaron con parecerse. Dos horas de filme en las que teje también una demostración convincente de que aquellos que alguna vez hemos fantaseado con ser astronautas no tenemos ni pajolera idea de lo que significa un trabajo como ése, la de horas de sacrificio y terror que requieren un empeño colectivo como el que llevó a los estadounidenses a ganar la carrera espacial.
Estrictamente hablando, “First Man” no es una película sobre las misiones Apolo, aunque reproduzca de la forma más vívida que se ha visto hasta ahora en el cine algunos de los momentos de mayor intensidad. Algunas de las escenas de la película nos acercan sensorialmente a la experiencia de salir del planeta a lomos de un leviatán rugiente como el Saturn V o descender sobre la superficie de la Luna a punto de quedar sepultado en alguno de sus pozos de eterna oscuridad.
Chazelle ha huido explícitamente de la épica y los subidones de dopamina previsibles del cine de Hollywood
Pero Chazelle ha huido explícitamente de la épica y las declaraciones grandilocuentes, de los subidones de dopamina previsibles del cine de Hollywood y, en lugar de mirar a la Luna, ha dirigido su dedo, y su cámara, a lo que pasaba dentro del traje del astronauta o en su sala de estar. Los momentos en que se jugaba la vida en la oscuridad de una cabina o en que tenía que explicarle a sus hijos que se marchaba a una misión de la que tal vez nunca fuera a regresar. "De lo único que me arrepiento”, confesó Armstrong en aquel “60 Minutos”, “es que mi trabajo requirió una enorme cantidad de mi tiempo y muchos viajes, y no conseguí pasar el tiempo que me habría gustado con mi familia para verles crecer”. Porque a veces se nos olvida que las grandes aventuras humanas no dejan de ser siempre una historia personal, un camino lleno de pequeños pasos y tropezones como los de aquel héroe discreto que hizo saltar a la Humanidad.
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