Diego Urbina lleva siete días confinado junto a su hermana en su casa de Bruselas, donde el gobierno también ha impuesto limitaciones del movimiento para impedir la propagación de la pandemia del coronavirus COV-19. Como millones de ciudadanos en todo el mundo, Diego vive con preocupación la situación actual y trata de ajustar su comportamiento a este nuevo escenario. Pero él tiene una pequeña ventaja: en el año 2010 participó con otros cinco compañeros de la Agencia Espacial Europea (ESA) en la misión Mars500, un proyecto de simulación de un viaje a Marte en el que permanecieron durante 520 días en un complejo especial aislado del mundo exterior.
“Esto es como un poco como un deja vu”, bromea en conversación con Vozpópuli el sábado por la mañana. La situación es claramente diferente, porque esto ya no es una simulación y él también tiene a familiares de los que preocuparse (sus padres ya están confinados en casa en Colombia), pero cree que su experiencia durante la misión Mars500 puede servir para dar algunos consejos sobre cómo organizarse y utilizar el tiempo.
Diversificación de tareas
“Lo primero es ser consciente de que ahora tenemos una cierta cantidad de tiempo a nuestra disposición que antes ocupábamos en actividades sociales”, explica. "Es pesado, pero por otro lado hay que verle la ventaja: se puede aprovechar ese tiempo en estudiar y aprender cosas”. En su caso, los ‘astronautas’ no tenían conexión a internet y solo podían comunicarse por correo electrónico. “Solo teníamos libros y cosas, y un promedio de ocho horas al día libres”, recuerda. “Yo me puse a estudiar ruso para poder comunicarme mejor con mis compañeros, y también a aprender a dibujar. Y al final estaba haciendo unos dibujos buenísimos, eso me puso muy contento”. Estas actividades le ayudaban a tener la mente más activa y no caer en una espiral que le perjudicara en sus tareas diarias, en las que también simulaban situaciones estresantes de una posible misión espacial. “Leíamos bastante”, recuerda. “Yo en mi vida diaria tengo poquísimo tiempo para leer, pero aquel año me leí como cerca de 30 libros. Lo aproveché tan bien que a veces en la vida real miro atrás y echo en falta tener ese tiempo para hacer esas cosas”.
Organización de los horarios
Según Diego Urbina, es muy importante organizar los horarios para no romper los ritmos biológicos del cuerpo humano. En su caso no tenían posibilidad de exponerse al sol, lo que altera los ritmos circadianos y les obligaba a tomar vitamina D. Por eso aconseja que las personas aprovechen las horas de luz diurna, colocándose un tiempo cerca de las ventanas. Como estamos entrando en la época de más luz del año, y España tiene un clima muy cálido, esto no debería ser un gran problema, pero “es importante no alterar los ritmos de sueño”, recalca. “Hay que ponerse horarios porque uno puede perder el tren y empezar a levantarse muy tarde, o no hacer nada durante toda la mañana, lo que puede ser perjudicial para sus ritmos de sueño”. En el caso de la Mars500, recuerda, fueron probando varias maneras de organizar tareas como la limpieza, y terminaron aprendiendo que la mejor manera era dedicar un día a la semana y limpiar todos al mismo tiempo, lo que resultaba además divertido y rompía las rutinas. “Además de hacer cosas novedosas todos los días”, subraya, “es importante repartir las tareas y que nos las asuma solo la misma persona”.
Hacer ejercicio
Para cualquier misione espacial, hacer ejercicio físico es una obligación porque en condiciones de microgravedad el tejido muscular y óseo se deteriora muy rápido si no hay actividad. Para las personas que están estos días en casa, recuerda Urbina, también es un factor clave. En Bruselas está permitido salir a correr, explica, pero en lugares como España donde no existe esta alternativa, se pueden seguir muchas tablas de ejercicio para moverse en espacios limitados. “La situación ahora es delicada, pero nosotros teníamos otras dificultades que lo hacían más complicado”, recuerda a modo de posible consuelo. “Nosotros teníamos que tomar muestras de nuestra orina cada día, no teníamos internet ni teléfono. Simulábamos las comunicaciones que tendrá uno cuando vaya a Marte, no teníamos acceso a la luz del sol y no podríamos comunicar con nadie directamente”.
La comida
A los tripulantes de la misión Mars500 le daban el mismo menú cada cierto tiempo, cuidando siempre de que se tratara de una alimentación sana y variada. “Después de ocho meses igual nos aburríamos un poco del ciclo”, asegura. “Yo recomiendo cambiar la comida lo más que se pueda, dentro de las limitaciones”. También es muy importante limitar los caprichos y no ponerse a comer helado todos los días, aunque resulte tentador. “Hasta yo peco de eso”, admite Urbina. “Es bueno que uno no tenga tan fácil acceso a comida chatarra (basura) y tenga que cocinar en casa. Así tiene más oportunidad de ver qué va a comer, ver el valor nutricional y balancearlo bien, tiene incluso la capacidad de aprender y que uno salga más sano después del aislamiento”.
Los conflictos psicológicos
En las misiones espaciales como un viaje a Marte la posibilidad de que se desaten conflictos entre las personas es uno d los mayores riesgos. En una situación como la actual también puede ser relevante y hay que tener una paciencia especial. “Es bastante complicado, porque puede haber muchísimas situaciones diferentes”, apunta Urbina. “Nosotros lo teníamos un poco fácil, porque los psicólogos filtraron previamente a personas que pudieran crear mucho conflicto, pero aun así existen. Las técnicas que nosotros utilizábamos eran no necesariamente sentarse y hablar directamente. Si había un poco de conflicto con alguien, actuábamos por debajo, hacíamos cosas buenas para esa persona y así volvamos a estar en buena onda. Es una forma de actuar suave sin necesidad de imponer o criticar. En la vida real estos días hay que ser muy tolerante y darse cuenta de las necesidades de la otra persona. Vas a estar encerrado por mucho tiempo y no quieres estar en mala onda el resto del tiempo”
La salida
“Cuando acabamos la simulación no habíamos visto a nadie por tanto tiempo, no habíamos visto incluso el sol, ni la naturaleza ni los animales, también los sentidos no los habíamos tenido estimulados”, recuerda Urbina. “Al final, cuando salimos fue un shock muy positivo de poder tener acceso a todas esa nuevas cosas, apreciar la novedad de ver un árbol… La primera vez que vimos salir el sol, un perro, un bebé, era muy bonito”, prosigue. “Será un poco menos intenso, pero será una buena oportunidad de que la gente aprecie todas esas cosas a las que tiene acceso todos los días y que ya vez las da por descontadas. Creo que va a haber un poco de ese efecto cuando acabemos con esto”.
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