En las últimas décadas, el ascenso generalizado de las temperaturas en el planeta y la alteración de las precipitaciones están causando un impacto severo en los glaciares a escala global. Aunque la pérdida de masa glaciar es crítica en zonas de montaña de latitudes bajas y medias, también puede ser muy acusada en otras regiones en latitudes altas o próximas a los polos.
Los efectos de tal pérdida no solo se traducen en el descenso de las reservas hídricas de agua dulce en las cuencas afectadas por la fusión y regresión glaciar. También pueden aumentar la incidencia de inundaciones o avenidas repentinas y violentas aguas abajo del glaciar.
Hidrología glaciar
El efecto aditivo de la fusión, por una parte, y el descenso de precipitación nival, por otra, está generando la pérdida acelerada de masa glaciar. Y con ello, su regresión y el aumento de la cantidad de agua líquida tanto en el propio glaciar como en los ríos y lagunas próximas alimentados por su deshielo.
Así, se estima que el volumen de agua en lagunas glaciares ha aumentado en casi un 50% desde 1990.
La fusión no solo genera una mayor presencia de agua líquida que circula sobre la superficie del glaciar en un sistema de cauces y lagunas (drenaje supraglaciar) o que circula en la interfase basal con el lecho rocoso (drenaje subglaciar). También da lugar a la formación de un sistema interior (agua englaciar) muy dinámico, conformado por conductos, sumideros y cavidades interconectados en los que el agua líquida circula y se puede acumular.
Inundaciones por desbordamiento de lagunas
Ambos factores, la mayor cantidad de agua englaciar y subglaciar y la presencia notable de huecos, afectan al comportamiento mecánico del conjunto del glaciar, siendo este más susceptible a la fragmentación y al incremento en la velocidad de desplazamiento.
En estas circunstancias, se favorece una situación en la que se puede desprender por gravedad una porción importante de hielo (en inglés, el fenómeno denominado calving), que invade de manera repentina la laguna que se sitúa cercana al glaciar (laguna proglaciar).
La entrada de un gran volumen de material en la laguna produce su desbordamiento al rebasar la barrera natural (generalmente una morrena frontal que ha dejado el glaciar en su regresión) que la represa.
Este fenómeno catastrófico es conocido como GLOF, siglas en inglés de Glacial Lake Outburst Flood. Los GLOF son avenidas repentinas de agua y escombros que pueden afectar a tramos fluviales situados entre decenas y cientos de kilómetros aguas abajo del lugar donde se produjo. Si allí existen poblaciones, la avenida puede causar grandes pérdidas materiales y de vidas humanas, como ocurrió en la localidad de Huaraz (Perú) el 13 de diciembre de 1941. Aunque condicionado por factores climáticos y geomorfológicos, este fenómeno se ha referido en áreas glaciares de prácticamente todo el mundo.
No todos los GLOF están relacionados exclusivamente con la dinámica de la masa glaciar y el desprendimiento súbito de materiales de este. En ocasiones, especialmente en áreas con una tectónica muy activa como el Himalaya o los Andes, la avenida repentina de agua y materiales puede estar causada por roturas o movilización de los materiales que represan la laguna glaciar o de aquellos situados en las laderas, provocados por terremotos o por otras causas como la fusión de permafrost.
IMAGEN: Peligrosidad de avenida en un lago glaciar represado por una morrena. Los posibles desencadenantes son: (A) desprendimiento de bloques del glaciar principal; (B) desprendimientos de hielo en glaciares secundarios laterales; (C) avalanchas de rocas/hielo/nieve en valles laterales; (D) asentamiento o lavado de materiales que represan; (E) fusión del hielo enterrado en la morrena; (F) entrada rápida de agua supra, eng- o subglaciar. A estos desencadenantes, habría que sumar los terremotos. Adaptado de 'An overview of glacial hazards in the Himalayas' de Richardson y Reynolds (2000), CC BY-SA.
Otros fenómenos de avenidas de origen glaciar
Otro fenómeno también relacionado con la fusión glaciar es la ocurrencia de surgencias violentas del agua contenida en grandes cavidades en el interior del glaciar y que pueden ocasionar repentinas avalanchas de un volumen de material considerable.
Uno de los casos más notables documentados es el del glaciar alpino de Tête Rousse, en el macizo del Mont Blanc. Allí, en 1892 la rotura de una cavidad englaciar liberó 200.000 m³ de agua y hielo, devastando el pueblo de Saint-Gervais-Le Fayet y causando 175 víctimas mortales.
Desde entonces, el glaciar de Tête Rousse es objeto de una monitorización continua para detectar una acumulación excesiva de agua en su interior. Se llevan a cabo bombeos para mitigar el peligro.
Un suceso más reciente, también con consecuencias trágicas (perdieron la vida 11 personas), tuvo lugar en julio de 2022 en el glaciar de la Marmolada, en Dolomitas (Italia). De nuevo, la cantidad de agua de fusión acumulada en las cavidades del glaciar fue el origen del desgajamiento y consiguiente avalancha de una gran porción de la masa glaciar.
¿Qué podemos hacer para mitigar los efectos de estos peligros glaciares?
Con la tendencia climática prevista en las próximas décadas, se multiplicarán los incidentes relacionados con la regresión y fusión de las masas glaciares. La predicción temporal precisa de cuándo ocurrirá, como ocurre con otros fenómenos naturales, es prácticamente imposible.
La monitorización continua en las áreas glaciares, basada en técnicas de observación remota satelital, técnicas geofísicas y en observaciones directas del terreno –tanto relativas a la evolución glaciar actual como al registro de eventos pasados–, permite evaluar el grado de peligrosidad, estimar el potencial material movilizado y prever el alcance de la avenida. Y eso permite realizar cartografías de peligrosidad.
Esta vigilancia no solo sirve para identificar las situaciones o áreas de peligro. También en algunos casos, como el del glaciar de Tête Rousse,donde se extrae el agua acumulada, es posible reducir el nivel de peligrosidad y con ello el riesgo que genera.
Javier Lillo Ramos, Profesor de Geodinámica e investigador en geología y cambio global, Universidad Rey Juan Carlos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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