Si estuviéramos en una gran sala y uno de los fluorescentes del techo empezara a parpadear sabríamos que algo le pasa. Algo parecido sucede con la estrella KIC 8462852, más conocida como Tabby, situada a más de 1.400 años luz en la constelación del Cisne, solo que en su caso es la única de las millones de estrellas del firmamento que presenta un comportamiento similar. Y con otra particularidad: por lo que sabemos de astrofísica, las estrellas no parpadean como bombillas estropeadas ni tienen pérdidas de luminosidad de hasta el 20% que duran semanas.
Su descubrimiento se remonta a 2009, cuando un grupo de astrónomos aficionados, liderados por la astrofísica Tabetha S. Boyajian (de ahí el nombre de Tabby), se dieron cuenta de que entre los datos recogidos por el telescopio espacial Kepler, en su búsqueda de exoplanetas, había una estrella que registraba unos descensos de luminosidad irregulares e inesperados. Cuando se produce el tránsito de un planeta por delante de una estrella, los registros de fotometría (medición de la luz) presentan un brusco descenso en forma de U, que suele durar unas horas. En el año 2009 el registro de la estrella Tabby presentaba un descenso del brillo de hasta un 15% que duró una semana. En 2013, el descenso fue de hasta el 22% y dejó a la comunidad internacional de astrónomos boquiabierta. Teniendo en cuenta que un planeta del tamaño de Júpiter que pasara por delante del Sol provocaría un 1% de descenso de luminosidad, fuera lo que fuera lo que estaba pasando por delante de aquella estrella debía de ser enorme. Y también irregular, pues los picos de ascenso no tenían la forma simétrica que presentara la forma redondeada de un planeta.
En el año 2015 Boyajian y sus colaboradores presentaron un sonado trabajo bajo el sugerente título de “Where's the Flux?” (¿Dónde esta el Flujo?) cuyas siglas en inglés remiten a la expresión de sorpresa WTF (What de fuck). En él se recogían los datos acumulados durante años de observación y se apuntaban algunas posibles explicaciones, como que la estrella estuviera rodeada de una gigantesca nube de cometas en desintegración o que una colisión entre planetas hubiera formado una enorme nube de escombros que rotara con una periodicidad de unos 750 días. Pero lo que lanzó a Tabby a la fama fue la propuesta de un astrofísico llamado Jason Wright, quien planteó la posibilidad de que lo que estuvieran mostrando las mediciones fuera la presencia de una gran civilización alienígena capaz de construir una estructura para aprovechar la energía de la estrella conocida como “esfera de Dyson”. La idea se adueñó de los titulares y de las mentes de muchos aficionados a la ciencia ficción, e incluso se dio un aviso a SETI para que rastreara la zona en busca de señales inteligentes.
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El misterio de Tabby es tan interesante que los astrónomos españoles que realizan el podcast de divulgación ‘Coffee Break: Señal y Ruido’ le tenían dedicada una sección. Marian Martínez González, Héctor Socas-Navarro, Andrés Asensio, Carlos Westendorp y Carlos González trabajan en el Instituto Astronómico de Canarias (IAC) decidieron hace unas semanas programar una observación de Tabby desde el telescopio Mercator de La Palma para ver si la estrella presentaba algún tipo de actividad. “Nosotros somos físicos solares y nos gusta ver espectros”, explica Socas. “Nos preguntamos si Tabby tenía actividad magnética, algo que normalmente se descarta porque este tipo de estrellas no son activas”. Esta estrella es un poco más grande, un poco más caliente y más brillante que el sol, pero rota treinta veces más rápido que este, lo cual es un dato interesante. Para los astrónomos de IAC, que la estrella presentara un pequeñísimo cambio cada 0,88 días (su periodo de rotación) también podía ser indicativo de que existen manchas o alguna otra forma de actividad, así que pidieron cita para observar con un telescopio que posee un instrumento de espectroscopia para mirar la composición de la estrella.
“Nos los dieron para la semana pasada”, relata Socas. “Y la misma noche de la primera observación ya vimos que algo no cuadraba”. Los datos que estaban recibiendo del espectro en directo eran diferentes de los obtenidos por Tabetha S. Boyajian y su equipo en su momento, así que la contactaron para contrastar la información. “Normalmente todas dos meses en analizar los datos”, explica el astrofísico, “pero allí mismo, en el telescopio, ya se veía que había peculiaridades. Nuestros datos tenían rasgos de emisión, lo que suele ser indicativo de que hay una capa alta que está muy caliente y se está moviendo hacia arriba”. Es decir, la estrella estaba expulsando material caliente hacia fuera de manera anómala, pues en esta fase - durante la llamada “secuencia principal” - no debería registrarse este tipo de actividad.
“Lo primero que pensamos es que la estrella había cambiado” asegura Socas, “así que llamamos también a Jason Wright y la propia Tabby lanzó una primera alerta a la comunidad internacional, en la que está el director del SETI y un montón de astrónomos como Guillem Anglada-Escudé. Ahí es cuando ponemos el tuit de ‘la hemos liado’”, comenta entre risas. En aquel momento el registro de luminosidad seguía inalterado, pero unos días después es cuando salta el bombazo: cuando otros astrónomos empiezan a mirar a Tabby para ver qué es esa anomalía que están viendo los españoles detectan que está empezando a oscurecerse de nuevo. “La luminosidad empieza a bajar el jueves 18 y fue cuando Tabby aprieta el botón rojo y todo el mundo se puso en alerta”, comenta Westendorp. “Bajó durante varias horas hasta un 2 por ciento y ha vuelto a empezar a subir, pero lo interesante es ver si estamos ante la antesala de uno de los eventos grandes como el que se registró en 2013, porque justo ahora se cumple el periodo de 750 días”.
Lo interesante ahora es que si el fenómeno se repite tendríamos una periodicidad que ayudaría muchísimo a intentar resolver el misterio. “En dos o tres días se va a saber” asegura Carlos Westendorp. “Si vuelve a nivel de partida y está así una semana entonces quizá podamos descartar que sea periódico, ahora tenemos que ver”. “También puede que haya un periodo que sea más o menos 750 días, porque si hay una fragmentación, depende de cómo se rompa, modifica la órbita”, añade Socas. En cualquier caso, el haber tenido la suerte de observar el espectro justo en el momento en que baja la luminosidad aporta datos que hasta ahora no se tenían y que quizá contribuyan a saber el origen de estos cambios. “Las observaciones espectroscopia que hemos aportado van a ser muy útiles”, afirma Socal. “Estos datos que tenemos son únicos porque pillan el principio de toda la serie. A lo mejor resulta que no es relevante pero somos los únicos que tenemos algo así”.
Un misterio que no necesita alienígenas
Con todos estos datos quizá se obtenga un hilo del que tirar, pero el misterio de Tabby está lejos de resolverse. Lo que sucede con esta estrella es suficientemente fascinante por sí mismo sin necesidad de explicarlo con civilizaciones extraterrestres que están construyendo estructuras para sacar la energía de la estrella, aunque lo más científicos es no descartar nada hasta tener más pruebas. La explicación de la esfera de Dyson es una especie de reverso de la navaja de Ockham, bromea Westendorp: “es la más improbable pero la más molona”. En su opinión, es una “salvajada” demasiado especulativa, aunque reconoce que la idea ha ayudado a llamar la atención de la gente sobre este fenómeno astronómico.
Para Socas, la hipótesis de la esfera de Dyson tiene otro problema importante. “Si tienes algo muy grande como para ocultar la estrella lo normal es que apareciera en el infrarrojo”, apunta. “Y el hecho es que no aparece”. Este es el factor más desconcertante de todo lo observado hasta ahora, porque si hubiera algo grande que gira alrededor de la estrella debería calentarse y aparecer, por tanto, cuando miramos la radiación infrarroja con nuestros telescopios. “Hay indicios de que la estrella está embebida en una nube de gas y la emisión no sería de la estrella sino de esa nube”, asegura el astrofísico. “Estamos intentando verificarlo o descartarlo”. Por otro lado, la hipótesis del enjambre de cometas era la favorita para la mayoría de investigadores, pero Socas, cree que sus observaciones cambian eso y ponen el foco en la estrella. “Quizá haya algo en la estrella”, asegura. “Puede que sea la estrella, y aprenderíamos algo nuevo e importante sobre física estelar, una fase anómala de las estrellas que no conocemos”. De hecho, en las próximas horas otros observatorios darán sus datos de lectura del espectro y quizá salgamos de dudas. “Es algo que no hemos visto antes, eso está clarísimo”, concluye Westendorp. “Va a ser una cosa rara, pero explicable seguro. Y aunque sea polvo, y no aliens, será la releche para nosotros, porque científicamente es un caso nunca visto”.
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