Ciencia

El increíble caso del chico capaz de dilatar sus pupilas a voluntad

Cuando un estudiante de Psicología de la Universidad de Ulm de 23 años, cuyo nombre responde a las iniciales de D.W., contactó con el investigador Christoph Strauch para anunciarle que

Cuando un estudiante de Psicología de la Universidad de Ulm de 23 años, cuyo nombre responde a las iniciales de D.W., contactó con el investigador Christoph Strauch para anunciarle que tenía la capacidad de dilatar sus pupilas a voluntad, el especialista reaccionó con natural escepticismo. Los movimientos que permiten a esta parte del ojo abrirse y cerrarse para recibir más o menos luz se producen de manera involuntaria, al margen de los mecanismos conscientes (hasta el punto de que es una prueba habitual para confirmar la muerte de una persona), de modo que la afirmación de aquel estudiante parecía bastante extraordinaria

Sin embargo, varios meses después y tras numerosas e intensivas pruebas con el chico, resulta que su capacidad no solo es real, sino que parece desafiar todo lo que sabíamos hasta ahora sobre estos movimientos.

Los resultados de su investigación los presentan Strauch y su equipo en la revista International Journal of Psychophysiology, en un trabajo en el que describen los diferentes experimentos y test que han realizado para asegurarse de que D.W. maneja efectivamente la apertura de sus pupilas a voluntad y sin utilizar atajos o trucos mentales para forzar el mecanismo. En el pasado se había documentado algún caso de este tipo, pero el cambio estaba a menudo mediado por un proceso mental: si el sujeto piensa en el sol o se pone a hacer cálculos mentales, por ejemplo, la pupila se estrecha. Pero, aparentemente, D. W. puede hacer todo esto manejando los músculos del ojo con naturalidad y sin trucos.

Descartando trucos 

El estudiante no presentaba ningún trastorno de tipo psiquiátrico o mental, tenía una ligera hipermetropía diagnosticada desde los 19 años y visión binocular normal. Mediante herramientas de calibración óptica, los autores pudieron confirmar que D. W. podía contraer sus pupilas unos 2,4 milímetros y dilatarlas algo menos, unos 0,88 milímetros. Gracias a  esta capacidad, además, el sujeto era capaz de seguir enfocando objetos a una distancia muy cercana en la que en condiciones normales el ojo pierde la capacidad de acomodarse. Los investigadores grabaron un vídeo para documentar los cambios de las pupilas a voluntad:

Una vez documentados los cambios que era capaz de realizar quedaba lo más importante: descartar que no estuviera usando trucos indirectos. Para ello, el equipo de Strauch realizó mediciones de la conductividad de la piel del chico que habrían indicado la existencia de algún tipo de esfuerzo mental de concentración de haber existido. Pero los resultados no mostraron cambios que le delataran. 

En segundo lugar, los autores del trabajo introdujeron a D.W. en una máquina de resonancia magnética funcional (fMRI) y monitorizaron la actividad de su cerebro mientras realizaba la tarea para ver si estaba activando áreas relacionadas con la imaginación o la voluntad. Y tampoco encontraron pruebas de que estuviera utilizando estrategias indirectas.

¿Cómo lo hace?

“Para hacer el cambio es necesario que me concentre en mis ojos”, explica el chico en una entrevista con los investigadores que se publica íntegra junto al estudio. “Contraer la pupila se siente como agarrar, tensar algo; hacerla más grande se siente como liberar completamente, relajar el ojo”. Para conseguirlo, el joven tiene que concentrar su atención y crear tensión y relajación, tanto que alguna vez puede que se le muevan ligeramente las cejas, pero en general, explica, es tan sencillo como manejar cualquier otro esfínter. También lo puede hacer con los dos ojos a la vez, pero le resulta más sencillo hacerlo con uno solo y con el párpado cerrado.

“Contraer la pupila se siente como tensar algo; hacerla más grande se siente como relajar el ojo”

Según su relato, comenzó a experimentar con esta extraña habilidad de contraer y dilatar las pupilas cuando tenía 16 años mientras trataba de relajar los ojos después de muchas horas jugando a videojuegos. En aquel momento no era consciente de que sus pupilas estuvieran cambiando. “Le mostré a un amigo que podía hacer "temblar" mis ojos y él notó que mis pupilas se volvieron pequeñas”, recuerda. “Noté el temblor de mis ojos por primera vez después de jugar juegos de ordenador durante largos períodos de tiempo. Para relajar mis ojos, los movía en círculos debajo de los párpados y notaba un temblor. En algún momento noté que podía acceder a algo sin tener que cerrarlos”.

Después de las pruebas con los investigadores, D.W. aprendió diferenciar lo que sentía al estrechar y ensanchar las pupilas, puesto que durante las pruebas que había hecho hasta entonces delante del espejo no tenía claro lo que estaba sucediendo en su ojo. “Ahora sé con certeza qué sentimiento y qué percepción visual están vinculados a un agrandamiento y cuáles están vinculados a una constricción de la pupila”, explica. “Mientras se contrae mi visión se vuelve muy borrosa. Mientras se agranda, mi visión es menos borrosa y se siente como "mirar a través de las cosas", por lo que los detalles claros ya no son visibles”.

Un campeón de las pupilas

Los autores de la investigación concluyen en su trabajo que no pueden determinar con certeza que D. W. esté controlando voluntariamente las pupilas, pero ellos no han encontrado ninguna prueba de que esté utilizando métodos indirectos para conseguirlo como los que se han visto en otros casos. Su propósito ahora es encontrar otros casos similares y poder hacer un estudio comparativo, para lo que piden a los posibles lectores que crean que son capaces de hacer lo mismo que contacten con ellos en el correo pupilcontrol@gmail.com.

El investigador español Pablo Artal, uno de los mayores expertos en Óptica a nivel mundial, también cree que habría alguna explicación que ahora no vemos. “Las "técnicas" para el control voluntario de la pupila son algo muy viejo”, explica a Vozpópuli. “En el caso de este chico, los cambios que parece conseguir son realmente grandes. Vendría a ser como una especie de medallista en esto si se declarara deporte olímpico”, bromea.

“Este chico hace cambios realmente grandes, parece un campeón olímpico en dilatar la pupila”

A su juicio, el quid del asunto no es tanto el haber encontrado a un sujeto con esta capacidad, sino demostrar que en este caso lo consigue sin utilizar trucos.  “Es decir que no se excita o piensa en luz brillante o estimula la acomodación cuando modifica el tamaño de pupila. Quizás es muy bueno en eso y el cambio en la pupila es un simple efecto secundario”, asegura. “Los autores han hecho un buen trabajo separando posibles opciones pero, como ellos mismos dicen, no pueden descartar que este sea en realidad el caso”.

“Mi sensación”, concluye Artal, “es que este sujeto tienen una gran habilidad en inducir los cambios también utilizando algún mecanismo indirecto, aunque los autores no lo hayan sabido encontrar”. De lo contrario, el caso de D.W. podría ser un caso más en los que la ciencia estaba pasando por alto algún importante aspecto de la fisiología.

¿Nuevas rutas anatómicas?

En lo referente a la parte anatómica, tras realizar la resonancia magnética los autores vieron que se activaban dos áreas del cerebro asociadas sin lugar a dudas con movimientos voluntarios y sospechan que esta persona puede tener alguna conexión neuronal desconocida que podría estar a nivel del ganglio ciliar o el nervio oculomotor. “Sin embargo”, escriben, “no hemos podido observar donde se producen estos impulsos que afectan a los circuitos anatómicos que controlan el tamaño de la pupila”.

Para el neurofisiólogo y divulgador científico Xurxo Mariño, se trata de un artículo bien escrito y argumentado y no descarta que haya otras personas que tengan esta conexión activa que permite controlar la apertura de la pupila, “pero no se dan cuenta de que la tienen y no la han ensayado”. El  sistema nervioso, recuerda, tiene dos divisiones principales: básicamente una controla lo que podemos hacer voluntariamente y otra lo que no, que pertenecen al sistema nervioso autónomo. Sobre el control de la pupila, explica, no hay una ruta anatómica que explique el control voluntario. “La circuitería de una persona normal lo hace imposible”, asegura Mariño, “de la misma manera que no puedes cambiar a voluntad la frecuencia cardíaca”.

“Podría ser una mutación que ha generado conexiones entre la corteza motora y algún punto de la ruta de control pupilar”

Ahora bien, a su juicio el caso de este chico podría ser una rara excepción y se podrían dar tres escenarios. “Podría ser una mutación que ha generado conexiones entre la corteza motora y algún punto de la ruta de control pupilar”, enumera. “O bien un caso de poda neuronal deficiente, es decir, en el desarrollo no se eliminaron conexiones extra supuestamente innecesarias.  Y, por último, tal vez estamos ante un ejemplo espectacular de plasticidad neuronal, en el que se han generado nuevas conexiones en donde en principio no se necesitan”. Esta última opción le parece la más improbable, pero en cualquier caso se trata de un asunto fascinante que sería interesante seguir investigando.

Referencia: Direct voluntary control of pupil constriction and dilation: Exploratory evidence from pupillometry, optometry, skin conductance, perception, and functional MRI (International Journal of Psychophysiology)

* Nota de edición: por su interés, el artículo ha sido actualizado para añadir el punto de vista del neurofisiólogo Xurxo Mariño

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