Mi historia con la maldita covid-19 empieza un viernes por la tarde, en concreto el 13 de marzo. A la vuelta de una pequeña excursión con los niños, noté un cansancio inusitado incluso para mi baja forma física habitual. Podía ser ese bajón de viernes noche que te remite a la cama lo más pronto posible (¿hubo una época de mi vida en donde me habría ido ahora de fiesta? Debió de ser otra persona). Pero ya tenía dos compañeros en casa por covid, así que decidí aislarme por si acaso, aunque sólo tenía 37,4ºC. Los dos días siguientes revelaron un cuadro leve pero compatible: fiebre no muy alta, mialgias, diarrea leve, poca tos…
El día 17 me realicé mi primera toma nasofaríngea de PCR y al día siguiente dio positiva
El día 17, con mascarilla y cierta preocupación, me realicé mi primera toma nasofaríngea de PCR. No es tan agradable como para repetir, pensé entonces. Iluso. Al día siguiente me confirman que es positiva. Otro sanitario más infectado.
Toca esperar a que pasen dos semanas, que transcurren sin síntomas y con sensación extraña: estoy bien así que debería poder volver al trabajo. Pero no se puede, sin PCR olvídate. Así que me realizan la segunda toma el 27 de marzo. Y es negativa. Pues ya está, lo he pasado. Ahora puedo volver a trabajar a echar una mano. Me he perdido los días más duros, que han coincidido con mi baja, pero a cambio puedo ir a trabajar con pacientes covid-19 con poco riesgo. O eso pensaba. Aun así, me insisten en que no me confíe y que los EPIs hay que usarlos.
Diez días después me confirman que la prueba es negativa y que puedo volver a trabajar
Me entero de un estudio en el que colabora entre otros el Banco de Sangre de mi Hospital, el Ramón y Cajal de Madrid, sobre uso de plasma inmune como tratamiento de pacientes COVID. Y por supuesto me apunto voluntario. Nueva PCR (y ya van tres) y toma de anticuerpos para comprobar que soy válido. Hace dos días, el 28 de abril, me llamaban para decirme que era buen candidato… pero va a ser que no.
Entre tanto en el hospital inician el estudio de seroprevalencia y por supuesto que también me apunto. El día 20 de abril me sacan nueva analítica y ese mismo día me informan de que sí que he tenido contacto. Unos días después me confirman que no tengo IgM y sí IgG. Así que, sobre el papel, estoy curado. Y yo me siento bien. Es cierto que algún día estoy cansado, algún día me duele la cabeza,… ¿pero a quién no? No tengo ningún dato para pensar que no estoy curado.
Las cosas parece que van mejorando en el hospital. Y se relaja el confinamiento. Y sale el sol. No nos podemos confiar aún pero todo apunta a que lo peor ha pasado. Pero la realidad es tozuda en no encajar en nuestros deseos.
“El sábado 25 de abril, 40 días después de quedar asintomático, empiezo con un cuadro que parece de faringitis”
El sábado 25 de abril, 40 días después de quedar asintomático, empiezo con un cuadro que parece de faringitis y algo de diarrea asociada. Es cierto que mi hija pequeña está acatarrada y con algo de diarrea, pues me lo habrá pegado. Los niños son así, armas de destrucción masiva en cuanto a contagiarte todos sus mocos. Aunque estando siempre en casa no sé dónde lo puede haber cogido… No me preocupo porque no parece importante, aunque el lunes en el trabajo parece que tengo más tos. Me ven incluso en Salud Laboral pero no es un cuadro de alta sospecha, ya lo he pasado… Bueno, sigo con mi mascarilla y a ver qué pasa.
Pero el martes 28 de abril la tos empeora mucho. Mi compañero viene desde el despacho de al lado para decirme que me debo de ir a casa. Sí que debía ser llamativo. Él lleva un mes trabajando en Salud Laboral atendiendo al personal del Hospital con sospecha de covid así que algo de criterio tiene. En Salud Laboral me ven mucho peor, así que PCR y aislamiento. Por si acaso voy a Urgencias donde me hacen mi primera radiografía con un pequeño infiltrado perihiliar, inespecífico, podrías ser covid o podría ser residual de lo que ya tuve. La analítica es casi normal, por lo que de entrada un inhalador y a esperar, confiando en una cierta hiperreactividad bronquial (aunque nunca la he tenido antes, pero hacerse mayor es lo que tiene).
Y el miércoles 29 me llaman para decirme que la PCR de nuevo es positiva.
Y el miércoles 29 me llaman para decirme que la PCR de nuevo es positiva. Desconcierto, tanto en el que llama como mío. ¿Qué ha pasado? ¿Me he reinfectado? Eso significaría que hay más de una cepa de covid (y los anticuerpos no son protectores de forma cruzada) o que directamente mis anticuerpos no son neutralizantes. ¿O es una reactivación? Como si fuera un virus varicela-zóster, que quedara acantonado en los nervios (esto coronavirus también presenta cierto neurotropismo) o en otro sitio y esté esperando a una bajón de inmunidad para volver a salir. ¿O es que el virus no se elimina tan rápidamente? Quizás queda replicándose a bajo nivel de manera que la PCR no lo detecta, pero puede volver a dar clínica, haciendo una evolución como si fueran los dientes de una sierra. ¿O son simplemente fallos en las pruebas, que asumimos como algo inherente a la medicina, pero que nos descolocan sobre cómo proceder? Porque cuanto menos fiable sea la prueba, más debería durar el aislamiento.
Muchas preguntas, pocas certezas. Espero que seamos pocos los que volvamos a pasar por esto (en Medicina siempre hay unos cuantos casos que se salen de la norma), que los nuevos cuadros no sean más graves (por ahora el mío sigue siendo leve), que no seamos contagiosos por el camino (el cargo de conciencia…) y que toda la gente que está dedicando sus esfuerzos a entender esta nueva enfermedad puedan irnos aclarando las dudas que aún surgen respecto de este malvado adversario.
*Jacobo Cabañas Montero es médico, jefe de Estudios y Jefe de Sección CGYD en el Hospital Universitario Ramón y Cajal y presidente de la Sociedad Española de Oncología Quirúrgica
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