"Estamos allí y la nave nos está hablando". El módulo Philae se ha convertido en la primera nave que los seres humanos colocamos sobre la superficie de un cometa. A las 17,00 h (hora peninsular española), el pequeño vehículo de 100 kg de peso se ha posado sobre la superficie del cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko y ha comenzado a tomar los primeros datos sobre la composición de este cuerpo celeste.
Touchdown! My new address: 67P! #CometLanding
— Philae Lander (@Philae2014) November 12, 2014
Tras diez años de viaje y a una distancia de 500 millones de kilómetros, el módulo Philae se ha fijado a la superficie de polvo y hielo del cometa y le acompañará en los próximos meses en su viaje hacia el Sol. A los pocos minutos del contacto la ESA ha confirmado que los arpones que debían fijar el módulo a la superficie no se han disparado y están tratando de reactivarlos. La conexión con el módulo es también intermitente y los tornillos de las patas, según los primeros datos, solo se han clavado 4 centímetros. En una rueda de prensa a última hora de la tarde la ESA asegura que los datos aún son confusos, pero el módulo podría haber rebotado tras el primer contacto y de alguna manera, bromean, haber "aterrizado dos veces". Los técnicos analizan los datos para conocer mejor qué ha pasado con la nave.
Imagen de Rosetta tomada desde Philae tras la separación (ESA)
Siete horas antes del aterrizaje el módulo se separó correctamente de la sonda Rosetta, que permanecerá en órbita enviando datos a la Tierra a medida que el cometa se acerca al Sol. Tras el descenso de 22 km, el contacto con el cometa se ha producido a una velocidad de unos 3km/h contra la superficie y sobre una zona sin obstáculos, a pesar de que en la región elegida para el aterrizaje había grandes rocas de hasta doce metros de altura.
En las próximas horas las seis cámaras del sistema CIVA tomarán una imagen panorámica del lugar de aterrizaje que enviarán a la Tierra y tendremos la primera fotografía tomada desde la superficie de un cometa. Durante ese tiempo, la ESA ya estará recibiendo datos de los aparatos de Philae gracias a la batería principal (el módulo deberá orientarse al Sol para cargar la batería supletoria y prolongar su vida). El módulo debía clavar un taladro hasta 23 centímetros de profundidad (SD2) para conocer la composición del cometa mediante espectrometría de partículas alfa (APXS) y análisis de gases a partir de muestras (COSAC). Otro instrumento (ROMAP) medirá el campo magnético en el suelo y también durante el descenso y el experimento CONSERT nos permitirá conocer la estructura interna del cometa mediante ondas de radio.
La misión de la ESA para posarse comenzó hace tres décadas, cuando sus técnicos pusieron la atención sobre este pequeño cometa con un periodo orbital de algo más de seis años. El objeto fue descubierto el 11 de septiembre de 1969 por los astrónomos ucranianos Klim Churyumov y Svetlana Gerasimenko, quienes 45 años después han podido contemplar con asombro cómo la humanidad ha sido capaz de alcanzarlo y colocar una nave en su superficie. “En este viaje hemos visto cosas que la gente no creería y que ahora que estamos aquí cuesta creer”, ha asegurado Matt Taylor, responsable científico de la misión, quien ha recordado que hasta hace unos meses ni siquiera teníamos una idea correcta sobre la forma que tenía el cometa.
“En este viaje hemos visto cosas que la gente no creería”, dice el responsable científico.
La presencia de estos objetos en el cielo ha inquietado a los seres humanos desde la noche de los tiempos. Hasta hace muy poco su presencia se consideraba como una señal de mal augurio o un mensajero de los dioses para enviar malas noticias. En el año 1973 se encontró un largo rollo de pergamino de 2.200 años de antigüedad con unas extrañas inscripciones en una tumba de la colina de Mawangdui, en China. Tras un detenido análisis, los arqueólogos descubrieron que aquellos dibujos representaban las observaciones de cometas en el cielo durante un periodo de 300 años.
Imagen del famosos atlas de cometa de 2.000 años de antigüedad
Había cometas de una cola, de dos, con varias orientaciones y formas. Y cada uno de los 29 objetos estaba acompañado de una inscripción premonitoria: "muerte de un príncipe", la "llegada de una plaga" o una "sequía de tres años". Dos milenios después, los descendientes de aquellas criaturas que miraban el cielo asustados hemos conseguido posarnos y comprender la naturaleza de aquellos mensajeros del mal. Y los datos que obtenga el pequeño Philae, como recuerdan desde la ESA, pueden “ayudarnos a comprender de dónde venimos”.
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