Ciencia

La pesadilla de sobrevivir al ébola

A pesar de que el brote de ébola aparecido en Guinea ha matado ya a casi un centenar de personas en diversos países de África, empiezan a conocerse los primeros casos de personas que han sido dadas de alta. Los supervivientes no son muchos y los especialistas de Médicos sin Fronteras toman medidas para impedir lo que ha pasado en otras ocasiones: que la sociedad les da la espalda y se convierten en "apestados".

Alice Ngonzi Isoke sobrevivió al brote de ébola que sacudió Uganda en 2012. Su padre y la mayoría de sus hermanos murieron a causa del virus y ella se convirtió en “cabeza de familia", pero cuando regresó a la peluquería con la que se ganaba la vida, descubrió que la gente de la aldea huía de ella. "Desde que dejé el hospital", relataba en un informe publicado por la Organización Mundial de la Salud, "ya nadie viene por aquí: la gente ni siquiera viene a nuestra casa. Ellos piensan que todavía tenemos ébola".

Su caso es uno más de los muchos que se producen cada vez que el virus golpea una zona de África. En casos como el que azota ahora Guinea, la supervivencia es de apenas el 10% de los afectados, pero en Uganda se calcula que sobrevivieron alrededor de la mitad y luego fueron literalmente perseguidos. El rechazo, según relataba The New York Times en 2012, incluyó en Uganda casos de abandono del cónyuge y el acoso de vecinos que quemaban la ropa y las pertenencias de los infectados o levantaban un muro alrededor de sus casas para mantenerlos alejados.

“Les pueden besar, tocar  y abrazar sin ningún riesgo de contagio”, explican desde MSF.

Ante la evolución del brote en Guinea y sus países vecinos, la organización Médicos sin Fronteras (MSF) trabaja con las comunidades locales para asegurarse de que aquellos que se han repuesto del virus pueden regresar a casa con seguridad y que todo el mundo entiende que ya no son contagiosos. "Sabemos que el estigma puede ser muy difícil de llevar por aquellos que se han recuperado", asegura la portavoz Ella Watson-Stryker. “Explicamos a las familias y vecinos que el paciente es ahora negativo y que no supone un riesgo para nadie - les pueden besar, tocar  y abrazar sin ningún riesgo de contagio”.

"La gente tiene miedo de que esas personas sigan infectadas", asegura Johnson Okello, voluntario de la Cruz Roja. Aunque él mismo comprende los miedos. "Hasta yo tengo miedo", explica, "Si juegas con el ébola, él juega contigo". En 2007,  durante un brote en el distrito de Bundibugyo, en Uganda, los miembros de MSF ya denunciaban que se estaba rechazando a los supervivientes de la fiebre hemorrágica dados de alta por los médicos.  "Cuando llevamos a los supervivientes a casa, la gente sólo les acepta temporalmente cuando estamos presentes", explicaba la doctora Esther Sterk.  "Sin embargo, nuestro seguimiento muestra que la gente les rechaza".

“Después de 21 días ya no son enfermos, están libres del virus del Ébola”

Kiiza Isaac, enfermero ugandés de 44 años, trabajaba en aquel distrito cuando se contagió. "Yo recogía muestras de sangre de los enfermos", recuerda. "Contraje el ébola porque no disponíamos de suficiente equipo de protección. Pero en ese momento yo no lo sabía".  Tres de sus hijos y él contrajeron el virus y sobrevivieron y ahora sigue trabajando para ayudar a estos enfermos. "Les decimos a los pacientes que esto es una enfermedad", relata. No tiene nada que ver con la brujería. No hay que asustarse. Cuando hay un brote, la gente solo tiene que evitar tener contacto con los fluidos corporales de los afectados. Y si se recuperan, después de 21 días ya no son enfermos, están libres del virus del Ébola. La gente no debe tenerles miedo. Pueden tener una vida normal".

"No te vas a contagiar por sentarte enfrente de alguien en el autobús"

Para evitar un alarmismo excesivo, la epidemióloga de MSF Kamiliny Kalahne recuerda que afortunadamente el ébola no es un virus que se extiende como el de la gripe. "No te vas a contagiar por sentarte enfrente de alguien en el autobús", asegura en una entrevista hecha pública por la ong. "La gente que se contagia sabe casi siempre cómo ha sido: porque estaba cuidando a alguien de su familia que estaba muy enfermo - que presentaba diarrea, vómitos y hemorragias - o porque eran miembros del equipo sanitario que atiende a los pacientes".

En parte por eso, asegura, el virus no se ha extendido a otros lugares lejanos a través de viajeros de líneas aéreas. "Esto se debe a que la gente generalmente transmite la infección cuando están muy enfermos, tienen mucha fiebre y un montón de síntomas - y en estas situaciones no viajan. E incluso si enferman una vez que han llegado a un país desarrollado, estarán atendidos en un buen hospital con un buen control de infecciones, así que es difícil que infecten a otros".

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