Los objetos de bronce que se encuentran en las excavaciones arqueológicas aparecen recubiertos habitualmente por una pátina verde formada por los carbonatos u óxidos de cobre que produce la aleación con el paso del tiempo. Hace 40 años, sin embargo, los arqueólogos que desenterraron el ejército de 8.000 soldados de terracota a tamaño natural cerca de Xi’an, en China, descubrieron que, a pesar de llevar 2.000 años bajo tierra, muchas de las armas de bronce de los guerreros estaban afiladas y conservaban el aspecto dorado. ¿Qué estaba pasando allí? Un análisis de las armas reveló entonces la presencia de cromo, como el que se utiliza desde hace poco más de un siglo para evitar la corrosión de los metales, de manera que se planteó la posibilidad de que los artesanos hubieran utilizado este material de forma pionera para conservar las armas de los guerreros.
“A los arqueólogos les sorprendió que ellas armas estuvieran todavía brillantes y afiladas”, explica el arqueólogo español Marcos Martinón-Torres. “Como en la superficie de algunas de estas armas había restos de cromo, esto llevó a la hipótesis de que hace 2200 años existía una innovadora tecnología que había tratado esos metales con cromo para prevenir la corrosión de manera como la hacemos en el presente, y esto ha permanecido ahí, pero sin información concluyente que nos permitiera determinar si esto era así o no”. Ahora, él y su equipo del University College de Londres (UCL) han realizado un nuevo trabajo, basado en el análisis de más muestras y más armas, que ofrece la solución al enigma y plantea nuevas posibilidades fascinantes.
En un trabajo publicado este jueves en la revista Scientific Reports, Martinón y sus colaboradores resumen el resultado del análisis de 464 armas del ejército de terracota de las cuales solo 37 presentaban restos de cromo. Además, en el 88% de los casos este elemento apareció cerca de las empuñaduras o los lugares donde existía una parte de madera que ha sido degrada por el paso del tiempo. “Llevamos más de una década trabajando y siempre ha sido uno de los grandes enigmas que por fin podemos resolver”, explica Martinón a Next. “Lo que hemos hecho es analizar centenares de estas armas, más de 400, y esto nos permitió ver patrones en la presencia y ausencia de cromo y ver que no tenemos cromo distribuidos ni en todas las armas ni aleatoriamente: hay patrones. Casi siempre que aparece está asociado partes de las armas en las que habría mangos o en las vainas de las espadas”.
“Lo que tenemos no es una tecnología secreta para conservar los bronces, sino una casualidad inesperada”
Este hecho llevó al equipo a pensar que la presencia de cromo detectada en los primeros estudios igual era producto de la contaminación, de modo que analizaron la tierra en la que estaban enterrados y el material con el que están hechos los guerreros. “Finalmente centramos nuestra atención en la laca, que está muy presente en el yacimiento, ya que todos fueron pintados con laca antes de ponerles los colores encima”, explica el investigador. “Y nos encontramos, para nuestra sorpresa, con que es la laca la que contiene cromo. Y que por tanto el cromo que encontramos en las armas en realidad no es más que contaminación del lacado que cubría esas vainas y mangos y que sería de madera”.
Lo que indica el resultado de esta investigación es que la laca era aplicada tanto a los guerreros como en las partes de madera de las armas, a modo de barniz. “Por tanto lo que tenemos no es una tecnología secreta para conservar los bronces, sino una casualidad inesperada y es que la laca ha contaminado un poco algunos de los bronces”, asegura Martinón. Aún así, aun quedaba por desentrañar el misterio del buen estado de conservación de estas armas de bronce, así que los investigadores realizaron nuevas pruebas. “Analizamos el suelo en más detalle e hicimos una serie de experimentos en las que sometimos varios bronces a corrosión acelerada, tratando de modelar los fenómenos de corrosión en el suelo del yacimiento”, explica el autor principal. “Y descubrimos que si entierras un bronce en el suelo e Xi’an no conseguíamos corroer esos metales, pasaban los meses y seguían brillantes y en su estado original y las muestra de bronce que enterramos en suelos diferentes sí que desarrollaban marcas oscuras”.
Las armas han conservado su brillo gracias a que el suelo de esta región de China tiene un pH moderadamente alcalino, perfecto para que no se desarrollen ácidos y con muy poco contenido orgánico, además de grano de un tamaño muy pequeño. Si hubieran enterrado las armas en otro sitio, por tanto, no estarían tan bien conservadas. “Descubrir esto no hace que el ejército de terracota sea menos fascinante y sofisticado”, indica Martinón. “Esto nos da la satisfacción, y aclara un enigma que nos ha llevado mucho tiempo resolver”.
“Descubrir esto no hace que el ejército de terracota sea menos fascinante y sofisticado”
Su trabajo es, además, una buena muestra de cómo funciona la ciencia, respondiendo a preguntas con las mejores herramientas de que dispone en cada momento. Hasta ahora no se había prestado demasiada atención a la laca cuando se investigaba el misterio del corto porque es un material orgánico, hecho de carbono. De hecho, se había analizado con cromatografía de gases, que es lo que se suele emplear en estos materiales, y el equipo de Martinón usó fluorescencia de rayos X que reveló la presencia del cromo. “¿Qué hace ahí el cromo? La verdad es que no estamos totalmente seguros”, confiesa. “Una hipótesis bastante razonable es que quizá usaron sales de cromo para facilitar su polemerización y conseguir que la resina secase más rápido, pero debemos investigar más para no caer en lo mismo que pasó antes”.
Martinón, que ahora trabaja para la Universidad de Cambridge, lleva 20 años investigando diferentes yacimientos en todo el mundo, pero reconoce que con los guerreros de terracota tiene una cuenta pendiente. “Nuestra colaboración empezó en 2006 y desde entonces esto ha sido una piedra en mi zapato”, asegura. “Pero no es la única”. Él y su equipo han explicado en otros trabajos cómo era la organización de la producción de estas esculturas, de dónde trajeron las materias primas. “También hemos empezado a analizar análisis de los propios guerreros y su cerámica, estudios de morfología geométrica, tratando de identificar guerreros pueden provenir del mismo molde”, explica. En 2014 él y su equipo compararon las orejas de 40 guerreros y descubrieron que todas eran diferentes. “Hay claramente un esfuerzo individualizador, lo que no quiere decir que sean retratos pero es un resultado interesante”. Ahora están ampliando el estudio morfológico y pronto tendrán nuevos datos para conocer si los guerreros se fabricaron de manera individual o algunos rasgos se repitieron para facilitar su fabricación. Sea cual sea el resultado, será un capítulo más de un
Referencia: Surface chromium on Terracotta Army bronze weapons is neither an ancient anti-rust treatment nor the reason for their good preservation (Scientific Reports) DOI 10.1038/s41598-019-40613-7
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