Abril, 1960. La mañana ha despertado nubosa en el Observatorio Nacional de Radioastronomía en West Virginia. Frente a los mandos del Telescopio Green Bank se encuentra un joven que con menos de 30 años acababa de incorporarse al equipo de astrónomos. Se llama Frank Drake y está a punto de presenciar algo que marcará un punto de inflexión en la ciencia.
Aquel joven busca algo diferente. Un año antes, en 1959, la revista Nature había publicado un artículo titulado "En busca de comunicaciones interestelares" en el que los autores, Coconi y Morrison, animaban a los radioastrónomos de todo el mundo a buscar mensajes de radio procedentes de civilizaciones fuera de la Tierra. "La probabilidad de éxito es difícil de estimar, pero si nunca buscamos, la probabilidad de éxito será cero", afirmaban en aquella ya célebre publicación.
Drake se encuentra frente a la gran antena dispuesto a iniciar una búsqueda que aún hoy continúa. Apunta hacia una estrella muy similar a nuestro propio Sol llamada Tau Ceti y situada a once años luz de nosotros. Ajusta la frecuencia a 1420 MHz y se detiene a observar el puntero y el gráfico de tinta que registraba los datos de la antena. Pasa el tiempo y a la media hora, Drake solo tiene ruido blanco de la radio y del fondo del espacio. Anota el primer intento y a continuación reorienta el disco de la antena hacia su segundo objetivo: Epsilon Eridani.
¡¡Brooommmm!! ¡¡Brooommm!!!
El astrónomo, sorprendido, se echa hacia atrás y casi se cae de la silla. El puntero registrador se volvió loco oscilando de un lado a otro de la escala, los altavoces conectados retumbaban con estruendo. La antena había registrado una señal artificial muy potente.
Frank Drake y su célebre ecuación | Crédito imagen: SETI
Durante varios minutos Drake no sabe qué hacer. Inmóvil y casi petrificado se queda absorto e inmerso en el hipnótico sonido. ¡¡Broommmm!! ¡¡Broommmm!! Cuando despierta de su breve trance mueve el telescopio con suavidad y, al volver a la posición inicial, la señal se ha ido, ya no está. No es posible, piensa. Billones y billones de estrellas en el Universo y ¿he captado una señal de una civilización en el segundo intento? No puede ser. Aún queda mucho por delante. Tenemos que aprender a identificar, aislar y comprender las señales que captamos.
Los científicos aún conservan una botella de champán en la nevera por si encuentran la señal.
Lo sucedido aquella noche en West Virginia marcó el resto de la carrera de Drake. Un tiempo después, se descubriría que aquella potente señal procedía de una base de radar militar estadounidense y no de ninguna civilización extraterrestre. Pero la experiencia de aquella fría mañana de abril de 1960 construyó los mimbres en los que iniciar un proyecto que terminaría llamándose SETI. Hoy, más de cincuenta años después de su fundación, aún siguen siendo optimistas y aún conservan una botella de champán en la nevera por si encuentran la señal más ansiada de la Historia de la Humanidad.
Señal WOW. Finalmente fue descartada por proceder de la propia Tierra.
El protocolo de actuación frente a una señal candidata ha variado mucho desde aquel momento hasta la actualidad. Se ha ido construyendo a partir de la experiencia y a día de hoy podemos hacernos una idea bastante aproximada de lo que sería detectar una señal artificial procedente del espacio y cómo actuar.
El día de la señal
Agosto, 2018. Instalaciones de Hat Creek Radio Observatory, California. Son las 4:14 de la mañana y frente a los controles del Allen Telescope Array (ATA) se encuentra un radioastrónomo somnoliento. Lleva ya cuatro cafés y la noche aún se prevé larga. De repente, la señal de alarma que tan solo había escuchado en algún simulacro semanas atrás, comienza a proferir un ruido estridente que se extiende por toda la planta. Tan solo lleva trabajando en el observatorio un par de meses y es la primera vez que se encuentra en esta situación. Los compañeros le tranquilizan y le dicen que seguramente se trate de una de las muchas falsas alarmas que se reciben.
Los ordenadores poseen un software especializado cuyo algoritmo está diseñado para detectar señales de radio y separarlas del ruido de fondo que continuamente recibimos del espacio exterior. Esta será con gran probabilidad otra señal más de origen terrestre que se cuela a través de la red y que a veces pasan los filtros que descartan señales obvias como móviles, radares o satélites.
Aun así, el protocolo se ha iniciado.
Allen Telescope Array | Crédito: Wikimedia Commons
El primer paso es mover las antenas. El astrónomo vuelve al teclado y envía las instrucciones para desplazar el telescopio ligeramente a un lado de la estrella observada. Por supuesto, la señal desaparece. Espera unos minutos y vuelve a desplazar el instrumento nuevamente hacia la estrella. ¡La señal continúa ahí! El proceso se repite varias veces grabando y dejando registrado todo por si se pierde.
La sala comienza a llenarse de bullicio. El resto de astrónomos se encuentran analizando las ondas de radio para confirmar que se mantiene fija en relación con las estrellas. Al otro lado de la habitación otro investigador se pone en contacto con la sala de control de otro observatorio situado a 9.000 kilómetros para tener confirmación de la señal. De pronto, frente a la pantalla de uno de los ordenadores uno de los astrónomos grita: ¡La frecuencia es la del hidrógeno por pi!
La sala se detiene y un silencio pesado se extiende por el aire interrumpido por algún murmuro en voz baja "la canción del hidrógeno por Pi", sí, repiten algunos, teníamos razón, es la canción del hidrógeno.
La canción del hidrógeno por Pi
Cuando el proyecto SETI se inició una de las cuestiones fundamentales era decidir qué rango de frecuencias podrían ser utilizadas por una civilización extraterrestre. Entre los expertos que en su día estudiaron el tema se encontraban Carl Sagan, Paul Davies o el propio Frank Drake. Evidentemente no todas las frecuencias de radio son igual de eficaces, muchas no penetran en la atmósfera de un planeta como la Tierra y se dispersan o se atenúan.
El emisor mostraría su inteligencia multiplicando la frecuencia del hidrógeno por el número Pi.
Los investigadores pensaron que si una civilización alienígena tenía la suficiente tecnología para enviar señales inteligentes a través del Cosmos ya habrían pensado en ese problema y se habrían adecuado a él utilizando una frecuencia que pudiese ser captada por otras civilizaciones, quizá menos desarrolladas que ellos.
Así pues lo lógico sería pensar que esos emisores inteligentes e intergalácticos eligiesen la frecuencia más conocida por los radioastrónomos de cualquier parte del universo: la frecuencia natural de emisión del gas hidrógeno frío a 1420 MHz. Es la conocida como "canción del hidrógeno" y cualquier físico experto en radio la conoce.
Más tarde llegaron a otra interesante conclusión. No solo era necesario enviar una señal en una frecuencia eficaz y reconocible, también era importante que el receptor de esa señal pudiera identificarla como inteligente. Así nació la idea de "la canción del hidrógeno multiplicada por Pi", una señal identificable acompañada por una firma del emisor en la que mostraría su inteligencia multiplicándola por el número Pi. También se barajaron otros números como la raíz cuadrada de dos o el número e que, multiplicados por la frecuencia del hidrógeno darían una pista inequívoca que fuese quien fuese el que emitía esa señal debía ser inteligente.
Y volvemos a nuestra futura sala de control del Array Telescope Allen. El silencio del anuncio dura ya varios minutos hasta que el desconcierto de los astrónomos se ve interrumpido por otros sonidos: los teléfonos comienzan a sonar. Desde otros observatorios como Arecibo o Nuevo México llegan las primeras confirmaciones: la señal es real.
El Grupo de trabajo de Postdetección del SETI tiene preparados los protocolos
Un escalofrío recorre la espalda de todos los presentes. La primera señal inteligente de origen extraterrestre detectada por la humanidad. ¿A quién llamar?, ¿cómo decirle al mundo que no estamos solos? Se pone en marcha el Grupo de trabajo de Postdetección del SETI cuya misión principal es preparar el terreno en caso de que el proyecto tenga éxito. Desde que se tomó conciencia de lo que una noticia así podría acarrear para nuestra sociedad y nuestro futuro, el SETI abrió este equipo dirigido por Paul Davies y encargado de todas las tareas que van desde la confirmación de la detección hasta la forma en que se presenta a la sociedad el hallazgo.
Un día cualquiera el telediario podría abrir su cabecera con esta noticia, y esto que has leído aquí es lo que hubiera pasado desde el primer pitido de alarma en el observatorio radioastronómico hasta que el presentador anuncia: "Hemos detectado vida inteligente más allá de la Tierra".
Sobre el autor. Javier Peláez es divulgador científico y colaborador de Next. Puedes seguir sus trabajos en La Aldea Irreductible.
Referencias y más información: Giuseppe Coconi, Philip Morrison “Searching for interstellar communications” Nature, Vol. 184, Number 4690, pp. 844-846, September 19, 1959 | Paul Davies “Un silencio inquietante” Ed. Crítica ISBN 9788498921847 | Carl Sagan “Comunicación con inteligencias extraterrestres” ISBN 9788432035517
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