Ciencia

No, nuestros ancestros no dormían mejor que nosotros

Un estudio publicado en la revista Current Biology desmonta otro mito moderno: el de que la era industrial y las ciudades han alterado nuestros ritmos de sueño. Las sociedades de cazadores recolectores siguen ritmos parecidos.

A unos días del cambio de horario de invierno, nuestros ritmos de sueño se convertirán en un tema de conversación habitual en el bar o en el ascensor. En ocasiones, algunas personas tienden a creer que el ritmo de vida actual en las grandes ciudades ha cambiado nuestros hábitos  a la hora de dormir y se idealizan las sociedades primitivas como una arcadia en la que todo el mundo dormía con los ritmos del sol.

Estudiaron los hábitos de sueño de los últimos cazadores recolectores

Un trabajo publicado este jueves en la revista Current Biology desmonta este mito del sueño ideal a partir del estudio de los hábitos de varios de los últimos grupos de cazadores-recolectores que quedan en nuestro planeta. El equipo de Jerome Siegel, de la Universidad de California, Los Angeles, ha analizado las costumbres a la hora de dormir de 94 individuos de los Hadza de Tanzania, los San de Namibia y los Tsimane de Bolivia, con datos equivalentes a 1 165 días de ciclos vigilia-descanso.

Aunque no se puede extrapolar directamente entre lo que hacen estos grupos humanos y lo que hicieron los primeros humanos, el estudio arroja algunas sorpresas y varios datos interesantes. El primero es que todos los grupos presentan hábitos similares de sueño y muy parecidos a los nuestros. La media  oscila entre las 5,7 y las 7,1 horas de sueño con entre 6,9 y 8,5 horas entre el principio del descanso y la hora de levantarse, lo que coincide con el extremo bajo de las sociedades industriales. Aunque carecen de luz eléctrica, los grupos de bosquimanos no se van a dormir cuando se mete el sol, sino que tardan una media de entre tres y cuatro horas en irse a la cama después del ocaso. Y duermen una hora más en invierno que en verano.

Los indígenas duermen entre 5,7 y 7,1 horas y no se van a la cama con el sol-.

Los autores creen que la hora de irse a dormir puede tener más que ver con la temperatura que con la luz y que estos grupos humanos aprovechan para dormir durante las horas más frescas de la noche. En todos los casos se levantan antes del amanecer. "El sueño corto en estas poblaciones desafía la creencia de que las horas de sueño han sido reducidas de forma significativa en el 'mundo moderno'", explica Siegel. "Esto tiene implicaciones importantes para la idea de que tenemos que tomar pastillas para dormir porque el sueño ha caído de su 'nivel natural' por la extensión del uso de la electricidad, la televisión, internet y otras cosas".

Lo curioso del resultado, recalcan los autores del trabajo, es que a pesar de las diferencias genéticas, históricas y ambientales de los grupos estudiados, se encuentran formas similares de organizar el sueño, "lo que sugiere que expresan la esencia de los patrones de sueño humanos, que probablemente caracterizaron a los Homo sapiens de la era premoderna", añade Siegel. A pesar de todo, sí presentan algunas diferencias importantes, como la existencia de muy pocos casos de insomnio, al contrario de lo que sucede en sociedades industrializadas. "Imitar aspectos de este ambiente natural de sueño", sugiere el autor principal del trabajo, podría ser efectivo para tratar ciertos desórdenes de sueño, particularmente el insomnio, que afecta a más del 20 % de la población de Estados Unidos".

Referencia: Natural Sleep and Its Seasonal Variations in Three Pre-industrial Societies (Current Biology) DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.cub.2015.09.046 | Imagen: Mario Micklisch (Flickr, CC)

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