A medida que mueren los últimos supervivientes de los campos de concentración nazi, el recuerdo del Holocausto parece ir diluyéndose en la memoria colectiva. “En algún momento la gente leerá libros sobre el Tercer Reich y el Holocausto como lo hacemos hoy día sobre la guerra de las Galias de César”, aseguró recientemente ante el Bundestag el historiador israelí Saul Friedländer. “Así será y no hay nada que podamos hacer sobre ello”. Y los hechos parecen darle la razón. A pesar de los esfuerzos de la sociedad alemana para mantener viva la memoria, como los recientes actos de celebración del 75 aniversario de la liberación de Auschwitz, las encuestas indican que casi la mitad de los jóvenes alemanes no conocen qué sucedió en estos campos de concentración . Y como síntoma, cada vez es más frecuente que los visitantes se hagan selfies irrespetuosos en los sitios de homenaje a las víctimas, como si se tratara de una atracción turística más.Algunos investigadores estudian cómo este tipo de memorias traumáticas se transmiten de unas generaciones a otras. Trabajos como el de Marianne Hirsch muestran que las víctimas transmiten estos recuerdos a sus hijos, pero a partir de la segunda o tercera generación esta memoria se diluye. En el mantenimiento de esta memoria colectiva intervienen las experiencias personales y la cercanía con los hechos, además de las producciones culturales. Algunos estudios han mostrado que los más jóvenes y los más mayores difieren en la manera en que recuerdan los conflictos bélicos actuales e históricos y que en general las personas recuerdan mejor los acontecimientos históricos y colectivos experimentados durante la adolescencia o la edad adulta temprana.
Midiendo el olvido
Medir algo tan difuso como el olvido colectivo y el papel que juegan los aspectos personales, geográficos y sociales en la conservación de los recuerdos es muy complejo. El investigador del MIT Cristian Candia ha desarrollado algunas herramientas para tratar de contabilizar este decaimiento de la atención y la memoria colectivas y cuántas generaciones tardamos en olvidar personajes y acontecimientos históricos. En un trabajo publicado en 2018, él y su equipo desarrollaron un modelo matemático basado en el análisis de miles de datos online para determinar cuánto tiempo se tarda en olvidar un fenómeno cultural o una figura pública relevante. Su conclusión fue que transcurridos 20 o 30 años, la memoria comunicativa de casi cualquier fenómeno se desvanece. “En nuestro trabajo mostramos que coexisten dos mecanismos que modulan la atención colectiva, la memoria comunicativa (lo que nos contamos unos a otros) y la memoria cultural (la que queda en los registros)”, explica a Vozpópuli. “Y vimos que cuanta más atención se logre conseguir lo antes posible, esas piezas de contenido vivirán en nuestras memorias por más tiempo, lo que llamamos apego preferencial”.
Transcurridos 20 o 30 años, la memoria comunicativa de casi cualquier fenómeno se desvanece
Aunque en su modelo se centraba en el recuerdo de fenómenos de la cultura popular y figuras históricas, desde Aristóteles hasta los Beatles, Candia cree que también se puede aplicar a la memoria del Holocausto. “Han pasado 75 años de la liberación de Auschwitz, y en mi opinión, muchos de los jóvenes solo se han visto expuesto a este contenido a través de mecanismos vinculados a la memoria cultural, es decir, acceso a registros o monumentos”, explica. “Si bien existen actos conmemorativos, estos tienen un impacto bien pequeño en enfocar la atención colectiva. Por lo tanto, no es extraño para mí que el 40% de los jóvenes alemanes no sepan nada del Holocausto, cada vez existen nuevas piezas de información que compiten por nuestra atención, y es muy difícil salir de la tendencia al olvido”. En otras palabras, la tendencia es siempre de decaimiento de la atención, por lo que no le extrañaría, asegura, “que en 10 años más ya no sea el 40% de los jóvenes quienes no saben nada sobre el tema, sino el doble”.
Un fenómeno pop
El trabajo de Candia muestra que la memoria cultural, las producciones dirigidas al gran público en torno al tema, tienen un papel muy relevante en la persistencia de los recuerdos en la sociedad. Y esto también pasó en Alemania. “Contra lo que podría pensarse, después de la Segunda Guerra Mundial los alemanes entraron en una fase de olvido sobre lo que ocurrió”, explica a Vozpópuli el filósofo Manuel-Reyes Mate. “Alemania sigue construyendo la historia de espaldas a su pasado hasta que algo tan banal como una serie de televisión americana llamada “El Holocausto”, una serie muy mala pero que, emitida en la televisión alemana en un buen horario, provocó un cataclismo, que desembocó en la aparición de una cultura de la memoria en Alemania sin precedentes”.Sin embargo, este papel de la cultura popular puede tener un efecto pernicioso. Algunos especialistas temen es que al desaparecer los testimonios directos del horror, la información que llegue a la sociedad sea solo la visión parcial que ofrecen los libros y películas. El hecho de que las nuevas generaciones solo tengan noticia del Holocausto por lo que quede en la cultura pop, a juicio de Reyes Mate, puede ser un problema. En su opinión, "para retratar el horror, películas como “La lista de Schindler” o “La vida es bella” eligen una parte de la historia que tiene un final feliz”, y eso puede trasladar el mensaje equivocado.
“Mientras los supervivientes estén entre nosotros, todavía habrá una barrera entre los hechos y las historias”
La escritora y psicóloga israelí Ayelet Gundar-Goshen se planteaba esta misma cuestión hace unas semanas en las páginas de Time. “Las representaciones del cultura popular del Holocausto pueden dar una versión sesgada de la historia”, escribe. La reciente película “Jojo Rabbit”, que cuenta la historia de un niño alemán que salva a una niña alemana con la ayuda de un oficial nazi, el libro “El niño del pijama a rayas” o la historia de "Solo en Berlín”, son otros ejemplos. “Si eres un adolescente que se alimenta de la cultura pop, te parecería que hubo más alemanes que se opusieron a la guerra que los que participaron en ella”, argumenta.Para Gundar-Goshen, nos podemos sumergir en la realidad alternativa de películas como “Malditos bastardos” porque sabemos que al salir del cine los supervivientes están ahí para contarnos qué pasó de verdad. Pero, ¿qué pasará cuando ellos desaparezcan?, se pregunta. “Mientras los supervivientes estén entre nosotros, todavía habrá una barrera entre los hechos y las historias”, escribe. “Cuando el último superviviente abandone este mundo, ya no habrá más gente que pueda decir “yo estuve allí”. No habrá más testimonios”. “Sin recuerdos vivos”, añade, “la cultura popular se convertirá inevitablemente en la fuente principal de conocimiento para muchos de nosotros”.
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