La historia de la ciencia española es la historia de un quiero y no puedo, la de un pasado plagado de científicos brillantes que nos hemos empeñado en olvidar y cuyo legado ha acabado sistemáticamente postergado en un cajón. Si hay alguien que lo ha estudiado en profundidad en las últimas décadas es Juan Pimentel, historiador de la ciencia del CSIC que acaba de publicar “Fantasmas de la ciencia española” (Marcial Pons, 2020), un ensayo que juega magistralmente con las imágenes y las metáforas para ilustrar ocho de los episodios más significativos de esta “maldición” histórica. Por sus páginas desfilan los “fantasmas” de Francisco Hernández, Celestino Mutis, Ramón y Cajal y otros muchos pioneros que aún vagan por nuestra memoria colectiva sin recibir el trato que merecen. Charlamos con Juan Pimentel en su despacho del Centro de Ciencias Humanas y Sociales, el edificio megalómano y un tanto “fantasmal” en el que investiga.
En la portada de su libro aparece la famosa foto en la que Cajal da una lección de anatomía, ¿por qué le parece una alegoría de la ciencia española?
Me interesó mucho la fotografía y me di cuenta que debía establecer una analogía con el gran óleo de Rembrandt, “Lección de anatomía", donde se sabe perfectamente quién es el el muerto, un delincuente que había robado un abrigo en Amsterdam. Y aquí mi interés era averiguar quién era el muerto, quién era este personaje que yace sin vida. Hablando con unos y otros me di cuenta de que para empezar ese muerto no estaba muerto (era un figurante, seguramente un bedel), sino que además ese cuerpo yacente podría representar metafóricamente el cuerpo de una España postrada, de una España necesitada de una terapia social, de una regeneración.
¿El cuerpo que examina Cajal representa entonces ese legado de la ciencia española que ha acabado sistemáticamente en un cajón?
Efectivamente, esa es la metáfora que arma todo el libro, la metáfora espectral en dos sentidos. Primero porque las imágenes tienen en sí un carácter fantasmal, aparecen y desaparecen, y atraviesan el tiempo como los fantasmas atraviesan las paredes. Y por otro lado, por el carácter fantasmal de la ciencia en el contexto de la cultura española. La ciencia ocupa un lugar incierto, intermitente, luminoso pero también indeterminado en el pasado de la historia española, por eso mandamos de vez en cuando a una legión de especialistas e historiadores, como se manda a los cazafantasmas, para ver si hubo o no ciencia en el pasado.
"La ciencia es como el jarrón chino que te regalan en la boda, que no sabes donde ponerlo"
Y la hubo, pero en España sistemáticamente se guardó en el trastero, como ha sucedido con el legado de Cajal, con Mutis, Malaspina…
La ciencia es como el jarrón chino que te regalan en la boda, que no sabes donde ponerlo. El deambular de la ciencia de ministerio en ministerio, en estos 30 años que llevo yo en el CSIC, expresa por sí solo que los políticos españoles no saben muy bien el lugar qué ocupa, no saben bien dónde colocar ese jarrón.
¿Y eso sigue hoy en día?
Parece que alguien está esperando a que el jarrón por fin se caiga, se rompa y se tire a la basura. Porque en este país no existe una conciencia clara y una voluntad política decidida de otorgarle la dignidad y los medios que merece la empresa científica.
¿Qué opinión le merece que el legado de Cajal lleve 30 años en un trastero?
El trato que se le ha dado al legado Cajal y la falta de unes espacio para este cantón de la ciencia española es un caso característico, es el ejemplo máximo de un muerto que está mal enterrado o que está indebidamente recordado. El gran escritor Antonio Muñoz Molina decía en un artículo que el hecho de que la mayor parte de sus cartas se haya perdido y que su legado haya permanecido olvidado en un almacén es una calamidad y una desgracia, pero también un síntoma de todo lo bajo que hemos caído y todo lo bajo que podemos llegar a caer. Efectivamente es triste que Cajal, siendo el español más universal, junto a Cervantes, Velázquez, Goya, Lorca o Picasso, sin embargo no tenga un espacio para la memoria.
¿Y tenemos alguna pista de qué factor sociológico o de idiosincrasia lo causa?
Esto exigiría un equipo no solo de cazafantasmas, sino de científicos sociales y estudiosos de los fenómenos paranormales, ¿no? (risas). El mejor ejemplo para verlo es el Museo del Prado, que es donde cuaja el imaginario nacional y cobran forma unas señas de identidad del pueblo español. Y es sintomático que este edificio que fue pensado para alojar un museo de ciencias naturales, un complejo tecnológico y científico de gran envergadura, haya terminado convirtiéndose en una pinacoteca. Porque es el lugar donde se ha fraguado cómo queremos proyectarnos. Cuando viene alguien a España queremos mostrarle lo que somos, y le enseñamos El Prado. Pero detrás de esas capas de óleos y de marcos y de pintura áurea existe el fantasma de la ciencia española, que está mal enterrado, y por eso golpea nuestro subconsciente, porque lo que quieren los fantasmas que los enterremos bien y que los coloquemos en el lugar que merecen en nuestra memoria colectiva
"El fantasma de la ciencia española está mal enterrado y por eso golpea nuestro subconsciente"
Y dentro del Prado, dice usted que también hemos hecho desaparecer la parte de América, ¿se debe a la mala conciencia?
Para ser justos hay que decir que El Prado se ha interesado recientemente por este pasado colonial. Pero solo lo ha hecho muy recientemente, en el conjunto de la historia del Prado es sintomático la desaparición, el fantasma de América también desaparece. Este año ha sido el aniversario de la toma de Tenochtitlán por Hernán Cortés en 1520 y es significativo que no haya habido ninguna institución española que haya rememorado este hecho. Porque piensa que es una cosa asociada la conquista y por lo tanto a Franco, a Isabel la Católica… Hay que reivindicar que la historia de España no es una leyenda negra pero tampoco una leyenda dorada y hay que empezar a tratar a los lectores como gente adulta.
¿Qué opina de la tan traída “leyenda negra”? ¿Tiene algo que ver con lo que pasó con nuestra ciencia?
El éxito de este debate sobre la “leyenda negra” se explica sobre todo por la existencia de un público necesitado de autoestima. Cuando este año, que conmemoramos el viaje de Magallanes y Elcano, y el Museo Naval decide titularlo “Fuimos los primeros”, hace pensar que la gente está muy necesitada de este mensaje. Porque tomamos muchas veces el pasado desde un punto de vista competitivo. Es interesante ver cómo proyectamos nuestros deseos, nuestros anhelos y miedos, sobre gentes del pasado. Es muy interesante el tema de la identidad, y es muy peligrosos, por el tema del nacionalismo. Lo que más nos enriquece no es la genealogía heroica de nuestras propias ideas, sino las cosas que nos diferencian y que nos multiplican como seres humanos.
"El éxito del debate sobre la “leyenda negra” se explica por la existencia de un público necesitado de autoestima"
Entroncando con la “leyenda negra”, ¿por qué los anglosajones se han contado tan bien su propia historia científica y nosotros tan mal? El caso de Humboldt es muy claro, ¿no?
Lo dices seguramente por el libro que ha tenido tanto éxito, de Andrea Wulf, “La invención de la naturaleza”, que es un libro polémico desde el punto de vista español o hispano, porque vuelve a contar una narrativa tan vieja como la polca, que es que llega un alemán sabio, un prusiano muy listo que de repente descubre la naturaleza americana, porque parece ser que hasta 1800 nadie la había estudiado. Claro, esto ha irritado mucho a la historia de la ciencia española, porque esto no es así, lo sabemos perfectamente. ¿Qué ocurre? Que ha hecho un producto fácilmente vendible para un auditorio. Y en España se han hecho muchísimos libros de expediciones, el problema es que no para el gran público. Es verdad que nos falta un libro como el de Andrea Wulf, y que la divulgación no tiene la fuerza que tiene en el mundo anglosajón.
¿Por eso es también habitual que aprecien más a nuestras figuras científicas fuera de España que nosotros mismos?
Sucede como aquello que escribía Caro Baroja: “dicen que España es un país muy conservador. ¡Tonterías! En España quemamos en seguida todo lo que hacemos”. Es verdad que somos un país con mucha desconfianza en nuestro pasado.
Sobre los primeros mapas de la península del siglo XIX, escribe usted que para hacer el mapa de un país primero había que tener un país, ¿lo tenemos ya o seguimos un poco invertebrados?
Para levantar un mapa de un país hay que tener una serie de medidas estandarizadas, un cuerpo de profesionales… Y en aquel momento no lo teníamos.
"En España pecamos de adanismo, actuamos como si el mundo empezara todas las mañanas"
Y cuando se empezó a construir se volvió a truncar por las crisis y guerras. ¿Por qué volvemos una y otra vez volvemos a la casilla de salida?
Ha sido un tiempo muy complejo y la ciencia es de esas prácticas que necesitan continuidad, y para tenerla debemos invocar la tradición, no para repetirla, sino para crecer sobre ella. Esto es muy importante en un país entregado al adanismo, donde la gente que ocupa una secretaría de Estado al día siguiente resta el mundo, decide deshacer todo lo que han hecho sus antecesores en el cargo y comenzar de nuevo como si el mundo empezara todas las mañanas. Cada uno quiere empezar de nuevo. En otros países, como Inglaterra, tienen defectos, pero entre sus virtudes está que han sabido cuidar su tradición. Por eso ellos han hecho películas como “Master and comamnder”, y te preguntas cómo no hemos hecho en España un producto cultural así en el que se puede divulgar y contra una historia bella a la vez.
Hablando de productos audiovisuales, si usted fuera agente del Ministerio del Tiempo, ¿a qué episodio de la historia de la ciencia española viajaría y qué arreglaría?
Lo primero que haría sería liberar a Malaspina. Porque ese episodio es sintomático de dónde acaban algunos de nuestros mejores hombres, que es condenados a la cárcel, al ostracismo y a la peor de las condenas, que es la censura. Para un científico, el silencio es lo peor, porque la ciencia es una actividad pública y solo tiene sentido si se comunica. El hecho de que España invirtiera tanto tiempo y tanto talento en levantar una empresa como la expedición Malaspina, que dejó en la sombra algunas de las expediciones más importantes del siglo XVIII, porque fue una expedición supercompleta, donde se cultivaron muchísimas disciplinas, la filosofía, la geografía, la oceanografía… Y luego de repente, cuando vuelve, le meten en la cárcel a Malaspina y se condena al silencio todos los materiales. Este es el drama de la España eterna y del que tenemos que desembarazarnos para construir un país más sensato, menos dado al reseteo del mundo todos los días y más entregado a esa práctica maravillosa que es el conocimiento de la naturaleza.
"Malaspina representa dónde acaban algunos de nuestros mejores hombres, condenados a la cárcel y al ostracismo"
Si tuviera que imaginar una ucronía histórica, como las de Tarantino, en la que España no hubiera olvidado a Hernández, a Mutis y Cajal, ¿qué país cree que seríamos en el presente?
España tiene unas virtudes obvias, pero si además tuviéramos un país más civilizado, más lector, más culto, más crítico y a la vez más respetuoso y más cercano a las prácticas que van asociadas a la ciencia, que es la observación y el pensamiento independiente y no el seguidismo, obviamente seríamos un país mas rico, menos crispado y desde luego mucho más sensato.
Para saber más: “Fantasmas de la ciencia española” (Marcial Pons, 2020)
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