La petroica carbonera (Petroica macrocephala) es un pequeño pájaro que vive en Nueva Zelanda y cuya característica más llamativa se refleja tanto en su nombre científico como en su anatomía: su cabeza es sensiblemente más grande que sus parientes del continente y cabe preguntarse si también son más listos que sus primos. Este tipo de cuestiones son las que se planteaba el investigador español Ferran Sayol hace cuatro años cuando comenzó a elaborar su tesis doctoral sobre la evolución del tamaño del cerebro en las aves. Sus pesquisas comenzaron con uno de los ejemplos más conocidos de aves que evolucionaron en islas y son especialmente hábiles, los cuervos de Nueva Caledonia. Su gran cerebro y su capacidad para desarrollar herramientas se citan habitualmente como una posible prueba de que las aves que viven en las islas tienen que agudizar el ingenio, pero ¿se trata de una excepción aislada o existe un patrón evolutivo oculto?
Los autores han analizado los tamaños del cerebro de 11544 especímenes de 1931 especies de aves
Para comprobarlo, Sayol y su equipo han realizado por primera vez un estudio comparativo y sistemático del tamaño del cerebro de las aves que viven en islas y las que viven en continentes y han descubierto que, efectivamente, las primeras tienen cerebros más grandes que sus parientes continentales. En un trabajo publicado este martes en la revista Nature Communications, Sayol detalla el análisis de los tamaños del cerebro de 11544 especímenes de 1931 especies de aves (110 insulares y 1821 continentales) y sugiere que el hecho de vivir en una isla, con ambientes más impredecibles, puede haber sido un factor selectivo para el desarrollo de cerebros más grandes en proporción con el cuerpo. “Queríamos mirar si en las islas las especies tenían un cerebro más grande que en el continente porque teníamos algunas predicciones de por qué debería ser así”, explica a Next. “Y encontramos que era así, pero eso de por sí no implica que hayan evolucionado en la isla cerebros más grandes: podría ser también que las que tienen cerebros más grandes pueden colonizar las islas más fácilmente”.
Para comprobarlo, los autores realizaron varias reconstrucciones filogenéticas de las especies que viven en islas para saber si las especies ya tenían el cerebro más grande antes de colonizar el nuevo entorno o si el cambio sucedido después. “Lo que vimos es que parece que un cerebro grande no te ayuda a colonizar una isla, pero una vez allí sí es un ambiente que favorece un cerebro grande”, asegura Sayol. Hasta ahora, indican los autores, no había un análisis global comparando todas las especies de aves que viven en islas con sus hermanos de continente, solo se había hecho con los cuervos y en primates y en ninguno de los estudios anteriores se encontraron diferencias, lo que atribuyen a que la muestra no era tan global como la suya. Ahora, por primera vez no solo se encuentra que existe esta tendencia, sino que pueden descartar que se tratara de un rasgo que las aves tenían antes de llegar a estos entornos en mitad del océano.
“Las aves son un grupo particularmente idóneo para estudiar este tema porque hay mucha información de dónde se encuentran en cada isla y a la vez buena información del tamaño de sus cerebros”, explica el investigador. Sobre la posibilidad de que el patrón se repita en otros grupos animales, como los mamíferos, los científicos no lo descartan, pero creen que el hecho de que las aves se puedan dispersar de manera tan fácil entre islas puede haber favorecido una mayor especialización y diferenciación. “En homínidos tenemos el caso de Homo floresiensis, pero se trata de un solo caso y es difícil de comparar a gran escala, como hemos hecho con las aves”, indica Sayol.
El resultado es también contradictorio con la conocida tendencia que se produce en las islas a reducir el tamaño de las especies, como sucede con el propio hombre de la isla de Flores, apodado “el hobbit” por su tamaño. “Esto pasa también en aves, aunque en realidad suceden dos cosas: las especies que son más bien grandes parece que se hacen más pequeñas y las que son pequeñas en el continente se hacen más grandes en la isla, como si tendieran a alcanzar un tamaño medio. Y podría parecer que el cerebro se hace grande porque el cuerpo se hace pequeño, pero encontramos que no es el caso, que en todas de promedio el cerebro se hace más grande en proporción”.
Con estos resultados, asegurar que vivir en una isla te hace “más listo” seria “extrapolar a lo bruto”, según Sayol, pero no le cabe duda de que vivir en este ambiente favorece a quienes tienen cerebros más grandes. “Básicamente porque las islas pueden cambiar el ambiente de un año para otro, y hay más incertidumbres”, concluye, “y esto ya se había encontrado en otros trabajos es un factor que puede seleccionar el cerebro grande para resolver los problemas y las inclemencias a los que tienen que hacer frente”.
Referencia: Predictable evolution towards larger brains in birds colonizing oceanic islands (Nature Communications) DOI 10.1038/s41467-018-05280-8
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