La propia FIFA conduce el debate hacia el Balón de Oro en vez de hacia los partidos de repesca para acceder a su Mundial, discurso que aceptan hasta dos de las selecciones que se juegan en ella su prestigio y su futuro. Ribéry alardea personalmente de su candidatura con tanta razón de su lado como prepotencia malqueda. A Messi, sumergido estos días en el laberinto de responsabilidades y soluciones a su lesión, le hace campaña (o un flaco favor) de mal gusto su hermano. A Cristiano lo llevan en volandas el madridismo y su activa propaganda, que retuercen 2013 y reinventan la letra pequeña del controvertido premio para descubrir, agrandar o inventar los méritos de su promocionado. Y mientras, aprovechando la distracción, Karanka encuentra trabajo. Se lo encuentran.
El Middlesbrough, un buen cartel que transita estos días por el furgón de cola de la Championship, la segunda división inglesa, ha decidido encomendarse de repente a un entrenador extranjero sin apenas currículum que arrastró su imagen por el suelo durante los tres últimos años como vocero de Mourinho. En el fútbol también vale más una recomendación, un agente con influencia, que una interesante hoja de servicios.
Como fichaje no se sostiene, pero confirma el poder de Jorge Mendes. Su poder de persuasión con los clubes. O su capacidad para pedirles favores. O su fuerza para establecerles condiciones. Y en la otra dirección, a partir de ahora se sabrá (o tal vez no), si Karanka es realmente cliente del representante portugués o uno más de sus empleados. El que queda bien es Mourinho, que de alguna manera ha cumplido. El ex futbolista vasco le entregó su personalidad y su reputación y, pese a desmarcarse de su compañía al abandonar el Madrid, le ha correspondido con un puesto de trabajo.
Pero más allá de los motivos que han sentado a Karanka en el banquillo del Middlesbrough, lo interesante es observar lo que le ocurre a partir de ahora. Comprobar si el español se ha hecho entrenador por contagio. Si tres años debajo de Mourinho han sido suficientes para aprender y absorber sus características. Ésa es la aspiración del equipo inglés, haber contratado a un minimourinho. El problema es que el rasgo principal del portugués es su carácter. Y eso es precisamente lo que Karanka ha exhibido no tener.
Pasar de la sumisión extrema a tomar las decisiones no es un trayecto sencillo. Es uno más de los retos que tiene a partir de ahora Karanka, de pronto en primer plano tan sólo unos meses después de parecer sepultado para siempre. Llega a un destino escondido en los sótanos del fútbol inglés, pero se le va a mirar mucho. Entre otros, unos cuantos enemigos con el reproche cargado en la boca. Parte cargado de prejuicios. Viene de ejercer de marioneta (es lo único que se vio de él junto a Mourinho). Le toca demostrar ahora que bajo esa piel, pese a todos las sospechas, hay también un entrenador.
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