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Carlos Alcaraz y el eterno retorno del otoño: ¿por qué llega agotado al tramo final de temporada?

El tenista de El Palmar, tras dos tercios de la temporada al máximo nivel, encara la recta final igual que las temporadas anteriores, absolutamente extenuado, sin ideas y vulgarizado. Las ATP Finals de Turín ejemplificaron su mal cierre de 2023

Carlos Alcaraz ha vuelto a llegar al otoño como lo hizo en temporadas pasadas, agotado y sin ideas sobre la pista. El tenista de El Palmar, a pesar de haber realizado un 2023 histórico, vive sus horas más bajas en los instantes finales del circuito masculino. Hay muchos factores que explican sus victorias y otros tantos para contextualizar sus derrotas, unas de las que poco están aprendiendo en su equipo de un año a otro.

Por poner en cifras lo maratoniano de su 2023, Alcaraz ha disputado 77 partidos, cuatro más que en 2022, amén de los torneos que se ha perdido por lesión, como el Open de Australia. Un desgaste exagerado para un tenista que, a pesar de tener veinte años, debe empezar a medir sus fuerzas si quiere optar a todo.

La dureza y exigencia del calendario ATP es igual de indulgente con todo el mundo, seas número 1 o 150 del mundo. Alcaraz, a excepción de la sobresaliente temporada de hierba, donde venció en Queen's y Wimbledon, no ha logrado encontrar continuidad en su juego en el resto de superficies.

Si a primeros de año se perdía el citado primer major sobre la pista azul de Melbourne, cuando llegó la hora de la tierra batida también tuvo problemas. Tras dos victorias consecutivas en el Conde de Godó y el Mutua Madrid Open, Alcaraz aterrizó en París con la energía justa. Diez días de cansancio extremo que terminaron con un ataque de calambres en plena semifinal ante Djokovic, donde había conseguido sobreponerse al primer set y ya llevaba el tempo del encuentro.

El segundo aviso que le enviaba su cuerpo en este 2023, uno que Juan Carlos Ferrero y el resto de su staff monitorizaron. Después del triunfante despliegue sobre hierba, Alcaraz iba con las máximas expectativas al tramo final de campaña, donde esperaba el US Open y el ATP Finals (otrora torneo de maestros).

La responsabilidad con el último Grand Slam era doble, pues defendía el título logrado en 2022 y los puntos, algo clave para 2023 como número 1 del ranking, el otro gran objetivo de Alcaraz.

Antes de conquistar Nueva York, Cincinnati aguardaba en el calendario del murciano como el antepenúltimo gran desafío. Tal y como cabía esperar, 'Nole' y Carlitos se citaron en la gran final, donde brindaron una oda al tenis que terminó con la pírrica victoria (5-7; 7-6; 7-6) del serbio sobre el español, lo que supuso el 39º Masters 1000 del ya mejor tenista de todos los tiempos.

El US Open, pila bautismal en la élite del tenis para Carlos Alcaraz, dio la espalda al de El Palmar un peldaño antes de la gloria. Tras un torneo inmaculado, donde solo había cedido un set ante el británico Evans en tercera ronda, se dio de bruces con el enorme talento de Daniil Medvedev. El ruso cercenó las opciones de reválida en un mayúsculo encuentro que finiquitó en cuatro sets.

Alcaraz, atrapado en un otoño sin fin

Concluido septiembre, mes que da la bienvenida al otoño, Carlos Alcaraz afrontaba el tramo más importante de la temporada para él. Aunque pueda parecer raro de leer, pues en octubre no hay Grand Slam por disputar, la última estación del año se antojaba clave para el crecimiento mental y físico de Alcaraz, que llevaba dos temporadas fracasando en estas fechas.

Hace dos años, en 2021, cuando Alcaraz apuntaba maneras, pero no era ni por asomo el monstruo mediático y deportivo que es hoy, perdió ante Murray en Indian Wells, con Zverev en Viena y claudicó frente a Gaston en París. Eso sí, echó el telón al curso tenístico con una victoria en el Next Gen ATP Finals, carta de presentación de su talento y determinación.

Sin aprender de sus pecados de juventud, en 2022, Alcaraz cayó ante David Goffin en treintaidosavos del torneo de Astaná, entregó la cuchara en las semifinales de Basilea con Auger-Aliassime enfrente y cerró el año con una nueva derrota ante Holger Rune en los cuartos del Masters de París.

¿Y en 2023? Mismo martirio. Alcaraz ha alcanzado el frío y la lluvia tieso físicamente, desnortado en lo táctico y sin ese gen competitivo que le ha hecho saltarse varios años de competencia hasta alcanzar el cielo. El colofón del año tenístico vino acompañado de viejos fracasos.

Tres derrotas consecutivas, ante Dimitrov en Shanghái, Safiullin en París y Zverev en el primer envite de las ATP Finals de Turín. Registros negativos que no se veían en Alcaraz desde 2021, cuando también encadenó tres varapalos seguidos en Acapulco (Zverev), Miami (Ruusuvuori) y Gran Canaria (Trungelliti).

Se antoja difícil dar sentido al calendario escogido por parte de Alcaraz y su equipo en este 2023, sobrecargando las piernas de un tenista que ha vuelto a mostrar exactamente los mismos síntomas de fatiga que en ejercicios anteriores. En estos baches, Alcaraz ha pecado de falta de fuerzas y mala colocación. Pero, si hay un factor que ilumina especialmente el momento actual, es la poca lucidez que muestra Carlos Alcaraz en los momentos más calientes.

Esos puntos donde antes siempre acertaba, fuese por méritos propios o provocando el fallo en el adversario, ahora duda. Y en la élite, dudar es morir. Pese a todo, Alcaraz consiguió meterse en las semifinales del torneo de maestros después de derrotar, de forma consecutiva, a Rublev y Medvédev. Enfrente tuvo al serbio Novak Djokovic, flamante número 1 de la ATP y máximo favorito, quien se deshizo por la vía rápida (6-3, 6-2) de un Alcaraz desdibujado. Pero ahí entra la dimensión de su grandeza, en ser capaz de obligar a las Moiras a tejer otros designios en el otoño de 2024.

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