Deportes

El ascenso de Ana Muñoz suena a desvetir un santo para vestir otro

    

Es fácil entender que Miguel Cardenal quiera premiar a Ana Muñoz con un ascenso. La zarina antidopaje es lo mejor que le ha pasado en su mandato, encontró el perfil perfecto para uno de los lugares más sensibles y cuestionados del deporte español y ahora, satisfecho, le da nuevas responsabilidades.

Los que la han tratado dicen que era eficiente e inflexible, las dos guías que tiene que tener todo aquel que persigue a los malhechores que quieren trampear la pasión del deporte. En este tiempo ha articulado una ley antidopaje homologable con las que hay fuera, ha perseguido el dopaje con ahínco, no se ha callado ante todos aquellos tramposos o cómplices de la trampa y ha remodelado la institución que dirigía, de la que no ha dejado vivo ni el nombre. Quizá ha sobrado alguna filtración interesada, pero el ego es perdonable cuando el trabajo es real y contundente.

Muñoz es todo lo contrario al perfil habitual del dirigente deportivo español. Ella no tiene ese punto de paternalismo que tanto daño ha hecho, ella no pasa la mano por el lomo del sospechoso, le pide cuentas. Es curioso que no fuese invitada a Buenos Aires cuando Madrid se jugaba ser ciudad olímpica. La pregunta sobre el dopaje, que con el historial de nuestro país era inevitable, la tuvo que responder Alejandro Blanco, uno de esos hombres de la vieja escuela, de los que defendían a Contador o a Valverde sin pensar que ellos también podían ser parte del problema. Era más interesante llevar a Argentina a alguna actriz que aún nadie ha sabido explicar bien qué hacía allí que a Ana Muñoz, la mujer que más estaba maniobrando para que el deporte español volviese a tener limpieza.

Ana Muñoz será la nueva directora general de Deportes. No le faltará trabajo y es de esperar que lo haga bien, pero es dudoso que ese ascenso, merecido, sea el paso correcto. La Agencia Española de la Protección de la Salud en el Deporte, que así se llama ahora lo que siempre ha sido la Agencia Española Antidopaje, necesita más que otras instituciones una figura como Muñoz y ahora que la había encontrado se la arrebatan. Su ex directora entrará ahora en la vorágine de los presupuestos que, por escasos, van matando al deporte español, y lo hará en un lugar en el que poco puede hacer, al fin y al cabo el problema de la liquidez no se solventará hasta que el dinero vuelva, quizá con una ley de mecenazgo que en el ministerio de Hacienda tienen castigada en el cuarto oscuro y que probablemente procesarán cuando ya no sirva de nada. Su ímpetu cuadraba con ese espíritu de fiscal que no desfallece hasta que no ha encontrado al tramposo y no es imposible que se desmorone entre la burocracia palaciega con la que ahora tendrá que lidiar.

Quizá todo es para bien, la eficiente Muñoz, muy preparada, brilla como directora general de Deportes y su sustituto en la Agencia también sigue la línea que marcó su predecesora. Pero no es del todo seguro, a lo mejor todo ha sido desvestir un santo para vestir otro.

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