Los amantes de la táctica futbolística siempre recuerdan a esos equipos que lograron cambiar la forma de jugar. Uno de ellos, sin duda alguna, es el Milan que entrenaba Arrigo Sacchi a finales de los años ochenta. El equipo rojinegro, con aquella defensa más adelantada que nunca, dominó Europa durante varios años. Uno de sus jugadores era Carlo Ancelotti, que de hecho inauguró el marcador aquella noche en que el equipo italiano apabulló al Real Madrid en San Siro (5-0).
Ya es legendaria aquella forma en que los defensas del Milan, con Baresi al mando de las operaciones, provocaban continuamente el fuera de juego de sus rivales. Nadie puede olvidar aquel 4-4-2 ordenado, con las líneas juntas y la presión continua para robar y lanzar el contrataque. Y menos aún es imposible de desterrar de la memoria a los jugadores que lo hicieron posible. Porque el sistema era importante, sí, pero también la calidad de los Van Basten, Gullit, Rijkaard -los tres holandeses de oro- o Donadoni.
Quizás el partido que supuso un antes y un después para ese Milan fue la vuelta de las semifinales de la Copa de Europa de la temporada 1988-89. Los blancos y los rojinegros habían empatado a uno en el Santiago Bernabéu. Todo por decidir para ver quién jugaba la final del torneo continental que entonces aún no se llamaba Champions League.
Era una oportunidad de oro para la célebre Quinta del Buitre, que el año anterior había sido derrotada en semifinales contra pronóstico por el PSV holandés. Pero los blancos no tuvieron oportunidad alguna de imponerse frente a Ancelotti y compañía. Precisamente el hoy entrenador del Madrid abrió el marcador con un disparo desde fuera del área. Luego acertarían los tres holandeses que tanta calidad aportaban al equipo italiano. Y Donadoni logró cerrar a media hora del final un resultado histórico que ningún madridista ha podido olvidar.
Después de aquello, el equipo de Sacchi aplastó en la final al Steaua de Bucarest (4-0) para hacerse con el título. Y repitió el éxito en la temporada siguiente, cuando volvió a eliminar a los blancos, esta vez en octavos de final, y tumbó en el último partido al Benfica.
No todo en el fútbol es poesía sobre el campo de juego. Porque lo cierto es que el Milan que reinó en Europa primero con Sacchi y luego con Capello y con el propio Ancelotti como entrenadores no hubiera sido posible sin el talonario inagotable del personaje que compró el club en 1986: Silvio Berlusconi. Pero esa es otra historia. Y demasiado turbia.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación