Esta vez echaron el resto de verdad. No es que en las otras ocasiones fueran de farol, pero la fuerza y los millones del Manchester City junto con la seducción de Pellegrini podían haber causado estragos de consecuencias incalculables. Menos mal que en este fútbol repleto de intereses y conveniencias, acostumbrado a falsos ídolos que llenan su boca de amor a unos colores que luego traicionan con besos a otros escudos, este fútbol donde prima el dinero más que los sentimientos, también hay futbolistas con principios irrenunciables: Diego Godín.
El central uruguayo, justo ahora que cumple cinco años defendiendo la camiseta y el escudo del Atlético de Madrid, ha renunciado con su autoridad de capitán, con la sinceridad del que ama lo que defiende y cree, la propuesta del City. Los 'citizens' pagaban la cláusula de 40 millones de euros y ofrecían a Godín un contrato de más de 6 millones al año. Sin embargo, se encontraron con el 'no' de un jugador íntegro que ya el pasado año tampoco se dejó engatusar ni con los cantos de sirena del Manchester United, ni con las pretensiones de Moruinho y el Chelsea ni por el peso del Bayern de Pep. La respuesta, la misma siempre: "En el Atleti me siento querido e importante".
La fidelidad de Godín evidentemente tendrá recompensa en la ampliación de su contrato para seguir en el Vicente Calderón más allá del contrato que tiene hasta 2018 y una mejora económica sustancial. Eso sí, muy inferior siempre a lo que le proponía el City en este segundo asalto para convencerle. El charrúa ha sido una apuesta inabordable porque su sentimiento no tiene precio.
El ejemplo de Godín es la antítesis a lo sucedido con Arda Turan y su compromiso cautiva a la afición rojiblanca, muy sensible con estos gestos de fidelidad y decepcionada tras la traición del futbolista turco. La salida de Arda supuso un varapalo por la forma y el fondo; la maniobra de su agente, la connivencia del club y las prisas por venderlo denunciadas por Bartomeu... y el beso. Ese beso al escudo del Barça en la presentación del Camp Nou. Desde entonces, Arda es historia en el Atleti.
El 'genio de Bayrampasa' y su intachable calidad con el balón había logrado provocar un sentimiento de adoración por gran parte de la afición rojiblanca. El 'ardaturanismo' se instaló en la grada del Manzanares casi con la misma fuerza que su barba postulándose como la quintaesencia de un fútbol superior. Presente, consecuente y artífice de una de las mejores etapas en la historia del Atlético de Madrid con cinco títulos levantados, el gesto de su adiós reforzando además a un rival directo como el Barcelona descubrió la verdadera cara de Arda. Aquellas palabras suyas de entonces suenan huecas, falsas ("si uno quiere al Atlético de Madrid, lo hace para siempre. Eso significa sentir estos colores").
Todo lo contrario a eso representa Godín. Un uruguayo de bien, que sí conoce perfectamente el sentimiento rojiblanco al que se ha abrazado sin fisuras, con fidelidad y sin traicionar a una grada que le adora. Mucho más ahora. Gestos como este que elevan el amor a unos colores por encima del dinero y otras tentaciones deberían postular lo que es y ha de ser un movimiento auténtico. Sin alardes. Sincero. Con menos florituras pero siempre solvente. El del fútbol de siempre. El 'godinismo'.
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